POR NICOLÁS BERA / Sobre el genocidio de más de 28 mil palestinos y palestinas asesinados

 El Comité de Solidaridad con los Pueblos y la Asociación Interpueblos de apoyo al pueblo palestino.

POR NICOLÁS BERA

Los recientes eventos vividos por la doctora palestina Amira Assoli en la Franja de Gaza pueden ser el resultado espontáneo de una vida vivida en otra época; rozando advertidamente la ficción y que, otra vez, nos toca entender como cierta. Ya no desde una butaca de cine, sino a través de internet. Nuevamente, porque parece que los años de definir la libertad se resumen a situaciones provocadas por un grupo histórico de hombres que, entre ellos, deberán resolverla por el camino posible o inevitable. Fundamentos político-económicos de la edad contemporánea, donde los filósofos van, en marcha en su vasto ideario, resueltos a una desestimación ―o reinvención fulminantes—.

Más de cien días de camino a la “victoria total”, según Benjamin Netanyahu. Más de ciento veinticinco días de documentar, en tiempo real, el genocidio del pueblo palestino. Como nunca antes en la historia del siglo XXI, hemos compartido en redes sociales numerosas filmaciones inconcebibles; hemos marchado en voz de protesta, incidido en distintos extractos de la sociedad global; en instancias legales, incluyendo el caso de genocidio presentado por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia en contra de Israel a principios de año, junto a otros Estados que basta mirar de reojo para entender la vigencia de estos acontecimientos donde, sin afán de concluir el pensamiento del siglo, participa lo que infringe, toma partido, toca, y se sienta ante nosotros como condición ineluctable de lo que es.

Lo que es, aunque siempre haga falta la Historia, habla de reaccionar: Más de cuatro meses de escuchar un silencio ensordecedor de quienes han reaccionado, pero pueden perder sus trabajos. Más de dieciséis semanas acometiendo la paz inconclusa de la civilización, donde el artefacto cilíndrico del mundo, desplegado como un telón, llega a nosotros en imágenes sin precedentes; puñetazos al vacío, pensamientos inalcanzables y fijación moral en la humanidad, al margen de los libros a publicarse a partir de esta masacre.

Más de veintiocho mil palestinos asesinados, setenta por ciento mujeres y niños, deja en total descubierto el proyecto colonial del régimen totalitario israelí; confirmado en, ―entre un listado extenso de declaraciones similares―, esta vez por Ben Gvir, la conocida política de disparar a todo lo que amenace la seguridad de los soldados israelíes en la Franja de Gaza, es decir, la mayor movilización de la fase de limpieza étnica, causando el desplazamiento de más de un millón de palestinos, acorralados actualmente en la “zona segura” más al sur y poblada de la ocupación: Rafah.

Ciento treinta días y más de siete décadas recopilando, archivando y posponiendo la cuestión palestina como nexo del orden global, de cara a la hegemonía, la sociedad, el hombre y la Historia; sea la OTAN, respondiendo al llamado legionario con su ejercicio multinacional, practicando maniobras militares en el océano atlántico; sea Vladimir Putin, respondiendo a Tucker Carlson, o Estados Unidos, con las bóvedas del divorcio económico rebosadas; vemos la complicidad, esa risa de la luz, el recorrido ancestral de la violencia y la ignorancia como premeditaciones evidentes, irrefutables y, a propósito de la torpeza atribuida a la política histórica, un sentido de desapropiación humana expuesta al mundo.

Reparar la libertad habla de cambiar el periodo histórico actual, mejorando nuestra existencia. La solución está en poder vivir, adentrándonos en una época incierta donde la vida, resumida en la imposibilidad humana, necesita, hoy más que nunca, su posibilidad, al unísono y con aires de revolución, en cualquiera de sus formas posibles.

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