POR J. ESTÉVEZ ARISTY / El degüelle perpetrado por los haitianos de este lado de la isla

Por J. Estévez Aristy

   El mundo ha sido más cruel de lo que pensamos. Aunque prediquemos el bien, debemos de sentirnos avergonzados de pertenecer a un conglomerado marcado por la crueldad y el salvajismo más espeluznante.

    Después que Caín mató a su hermano Abel con una quijada de burro, el cruel y frío corte de cuello se puso en práctica en todos los rincones del mundo.

    Lo horripilante e inhumano del método primitivo de separar a las malas el cuerpo de su cabeza, no ha disuadido su concurrencia hasta en los albores del presente siglo.

    Como veremos, cortar cuellos no es solo propio de la cultura haitiana como se ha querido decir a raíz de la muerte de los desprevenidos Juan José Soto Corniel, de 70 años. del empleado Gilberto Basilio Toribio de 60 y de la señora Arelis Maritza Ovalles Ureña, de 63, todos degollados sin legítima defensa en la parte norte de la República Dominicana, hecho de sangre brutal y descarnado acaecido hace poco tiempo.

     Sin embargo, sin justificar el método arcaico, veremos de cómo blancos, negros y jojotos han puesto en práctica el corte de cuello, de forma legal e ilegal, aquí, allá y acullá, sin distinción de nacionalidad ni de credo y sin enarbolar los ejecutores un breve mea culpa.

    La propia Biblia cristiana da cuenta en primera de Samuel 17:51 de que David corrió y se puso sobre el filisteo, tomó su espada, la sacó de la vaina y lo mató contándole la cabeza de cuajo.

   En ese mismo libro, pero en el capítulo 31 versículo 9, se da cuenta de una masiva decapitación de filisteos. En segunda de Samuel 4:7 se habla de Is-boset quien cuando estando acostado en su alcoba lo hirieron, lo mataron y le cortaron la cabeza.

   En segunda de Reyes 10: 6-8 se da constancia de un degollamiento a los hijos del rey del entonces, poniendo luego en exhibición sus cabezas sobre canastas impunes.

   En el nuevo testamento se da testimonio de que Juan, El Bautista, fue degollado en los tiempos de Jesús, para complacer los caprichos de una mujer y su cabeza puesta y mostrada sobre una bandeja, en medio de un gran festejo donde se ingería vino inhumano.

   Sirgurd, por su parte, fue un vikingo cruel que cortaba la cabeza de sus enemigos como lo hacía también su ejército. La cabeza cortada se llevaba colgada de la montura del cercenador para resaltar su victoria ante los ojos de la gente.

   El legendario guerrero escocés William Wallace fue ahorcado, pero su cuerpo fue descuartizado en varias partes justo en el siglo XIV. Su cabeza fue parte del desmembramiento provocado después de perecer por asfixia bajo la responsabilidad de un ejecutor sádico e impiadoso.

   Por otro lado, las hermandades vascas en su lucha contra las piraterías en la parte bajan de la edad media cortaron la cabeza en un solo día a 33 ingleses, según testifica la historia extraída de las embarcaciones atrevidas y de los atrevidos defensores de tierra firme.

   El corte con revestimiento legal de cabeza fue popular en Francia a finales del siglo XVIII, pero este método fue utilizado también por Grecia, Suecia, Italia, Bélgica. Reino Unido, Suiza y Alemania. La condena a pena de muerte demandaba la guillotina como metodología igualitaria para los disímiles reos.

   La decapitación más famosa se dio en la patria de Montesquieu sobre el cogote del ex rey Luis XVI, cuando éste comprobó, ante una turba enardecido y con el cuello dentro del huevo de una guillotina, que el Estado ya no era él.

  En zonas de África, en los momentos actuales, se decapitan a niños albinos y a niñas albinas, ya que aún creen que sus cuerpos contienen propiedades mágicas especiales para ser usadas en rituales.

   La niña albina de 5 años, Djeneba Diarra, fue la última víctima de este corte de cabeza con fines ritualistas inspirado por el mismo diablo y ejecutado en obediencia al mismo Satanás.

    Sin embargo y más cerca de nuestra península dominicana, justo en marzo de 1985 y en el lugar de Chile, fueron degollados los comunistas Manuel Guerrero, Santiago Natino y José Miguel Parada por agentes de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (DICOMCAR).

   El 6 de septiembre del 2006, la prensa de Michoacán, México, daba cuenta que 15 individuos fuertemente armados llegaron a bordo de una camioneta. Iban encapuchados y vestían de negro, disfrazados con las siglas de la Agencia Federal de investigación (AFI). Ante el estruendo de sus ráfagas, clientes y bailarinas del lugar se tiraron en el suelo. Dos de los asaltantes arrojaron sobre la pista de baile 5 cabezas humanas y sin decir ésta boca es mía se fueron por donde habían entrado de la manera más impune y oronda.

   La presencia de cabezas en México y Colombia intuye que el narcotráfico por esa zona ejerce un degüelle intimidatorio  como algo inherente a sus crímenes desequilibrados y a la naturaleza bestial de su ambición por el dinero, el poder y el placer.

   En el noreste de Nigeria, hace poco, 43 personas, la mayoría trabajadores agrícolas, fueron atacados y degollador en un lugar donde los insurgentes de Nico Harán y el Estado islámico de África occidental siguen activos e imbatibles. El presidente nigeriano definió el ataque con decapitación incluida como «demencial». Eso partía el alma, el corazón y hasta los huesos más duros del cuerpo..

   Pero en cuanto a la práctica haitiana de corte de cuello se refiere, la historia documenta y yo cito al Degüello de Moca (inglés: Beheading in Moca, criollo haitiano: Masak nan Moca, francés: Décapitation Moca) que no fue más que una masacre que se llevó a cabo en Santo Domingo el 3 de abril de 1805.

   «El evento es narrado por el sobreviviente Gaspar Arredondo y Pichardo en su libro Memoria de mi salida de la isla de Santo Domingo el 28 de Abril de 1805, que fue escrito poco después de la masacre.

   «Esta masacre es parte de una serie de invasiones haitianas a Santo Domingo y forma parte del Sitio de Santo Domingo (1805).

    «El historiador haitiano Jean Price-Mars escribió que las tropas mataron a habitantes blancos, negros y mestizos de Santo Domingo, pero la novela de Pichardo señala a un conocido sastre mestizo llamado Fernando Pimentel:

«de (44) que todavía no habían tragado las especies sacramentales, cuando fue pasado con una bayoneta y quedó tendido en la puerta del mismo santuario. De allí el que pudo escapó para caer después en manos de los caribes (ejército de Christophe/OQ) que recorrían la ciudad y no perdonaban vida al que encontraban. Todos obedecieron creyendo que se iba a proclamar algún indulto o gracia a favor de ellos, y el indulto fue degollarlos a todos luego que se verificó la reunión prevenida, como ovejas acorraladas. Que los negros luego que consumaron el sacrificio espantoso, sacrílego y bárbaro, abandonaron el pueblo: que de todas las mujeres que estaban en la iglesia, solo quedaron con vida dos muchachas que estaban debajo del cadáver de la madre, de la tía o de la persona que las acompañaban, se fingieron muertas porque estaban cubiertas con la sangre que había derramado el cadáver que tenían encima que en el presbiterio había, por lo menos, 140 niños degollados y encima, del altar una señora de Santiago, Doña Manuela Polanco, mujer de Don Francisco Campos, miembro del Consejo departamental, que fue Sacrificado el día de la Invasión y colgado en los arcos de la Casa Consistorial, con dos o tres heridas mortales de que estaba agonizando».

   La prensa Dominicana, de cuándo en vez, da cuenta de asesinatos cuyo método impiadoso es el degüello y cuyos protagonistas son haitianos de la más primitiva estirpe.

   Cabe aclarar que los vudoistas haitianos creen que cortar la cabeza de una víctima es bueno para evitar la perturbación espiritual del muerto en la vida del victimario.

   Esta creencia debería perturbar a nuestro presente y futuro descuido personal y familiar, dada la emigración haitiana y tantos nacionales de la parte occidental de la isla que conviven y trabajan con los dominicanos rozando hombros y casi comiendo de un mismo caldero.

   Aprendamos a desconfiar, pregonaba Juan Bosch, en tanto mi difunto abuelo José Aristy, hermano de Ramón Marrero Aristy, expresaba a cada rato, con un humeante  cigarro crema entre los dedos que «en la confianza es que está el peligro».

   Un degollador haitiano podría tener en estos momentos toda nuestra confianza y nosotros estar ajenos de sus pensamientos macabros, sanguinarios y, quién duda, si satánicos.

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