POR J. ESTÉVEZ ARISTY / El poemario «Todos los mares un verso» de Joel Julio García
POR J. ESTÉVEZ ARISTY
Lo que preocupa a los humanistas, poetas y filósofos de hoy en día, es la velocidad con que corre el mundo actual sin barreras que limiten sus relampagueantes saltos.
Entre los días parpadeantes y un reloj que gira y gira como loco, la vida se escurre como un buche de agua que se tira sobre la cresta de un gallo de pelea.
Todo se evapora en un dos por tres y dura muy poco en la atareada memoria colectiva. Por los ojos, el olfato y los oídos entra lo que sale con facilidad para no dejar rastro de que estuvo porque nadie retiene su impronta ni le importa retenerla.
Es la sociedad que lleva al montón de leñas a los idealistas, le pega fuego a su hoguera y luego se va a consumir dos rondas de cervezas como si no hubiese pasado nada.
Es la sociedad fría que se come un tiburón y un hipopótamo sin eructar ni beber siquiera un vaso de agua.
Hay tanto que ver que ya no vemos nada y tanto que oler que hemos perdido el olfato cultural, artístico y hacia la buena música.
Somos de estaño y circuitos, aún con carne y huesos bajo el dominio del Internet, Facebook, Whatsapp, Integram, televisión, radio, cine etc., con sus espejitos de mil colores y sus banalidades en gris y en negro.
Hasta las noticias trágicas duran poco, sustituidas por otra que mañana olerá también a colcho viejo. Nos volvemos insensibles ante el abrumador y constante dolor. Los difuntos duelen sólo un día a sus atareados deudos. La individualidad se ha hecho pipí en el rostro de la convivencia. Vivir sin el otro es la regla y no la excepción.
La reflexión es cosa de otra época. La actual, no medita, no oye, no tacta. Asistimos al funeral del último hombre pensante y del sepelio del último seguidor de sus teoremas filosóficos.
Así las cosas, la historia se ve tan solo como un cascarón vacío y los filósofos como sonámbulos que deambulan fuera de su rancho con ideas que se ven insípidas y delirantes.
Representamos a la generación de Flash y Makkari, caracterizados por su velocidad estrepitosa y por estar al mismo tiempo en varios sitios a la vez sin un sentido cabal del tiempo. Nos pudre la diversidad y nuestro sabor a tayota y a agua de arroz con machos.
En medio de este tumulto irreflexivo, publicar un libro –y sobre todo un libro de poemas–, es un hallazgo y una osadía de puro incesto con la utopía más sagrada.
El poeta que publica en medio de estas dolamas existenciales y gurrupelas del intelecto, es un héroe sin corona, sin público y hasta sin patria.
Joel Julio García, lo ha hecho con sangre, pasión y coraje. El libro memorable se llama «Todo los mares, un verso».
San Rafael del Yuma y la Romana han sido los espacios geográficos que han amparado los huesos del maestro «que vuelven de la oficina/ dentro de una gabardina/ con manchas de soledad».
Hijo del educador y comunicador Néstor Julio Castillo, el joven yumero está dispuesto a echarle la pelea a los demonios de la sobrevida y de la ignorancia.
La calidad de sus versos desafía todo lo glacial del alma moderna. Él pretende, con este libro, conmover el corazón de tantas estatuas de acero y de tantas paredes de concreto desalmado.
Sus poemas reflejan, por un lado, todas las proporciones y desproporciones del amor, pasando por la nostalgia, el goce, el olvido, la esperanza, la derrota, la aventura y la tartamuda desventura de la desilusión del irremediable pasado.
Yuma y La Romana son dos pájaros con las mismas alas: una de plumas azules teñida por el Mar Caribe y otra de plumas verdes teñida por los potreros y los cañaverales del central.
Los poemas de Joel, con entradas y finales magistrales e innovadores, con pie de versos precisos, claros y sencillos, pero trascendentes, captan en sus imágenes tres ciclos estructurales.
En primer orden, aletean en sus páginas los poemas salpicados de salitre, espuma, viento y sal, es decir, la suma de versos hechos de trozos de refajos marinos para desnudar las caderas del amor y el desamor.
En segundo lugar, están los poemas estructurados con elementos cañeros para sacar el dulzor y la amargura del amor que deslumbra y que a veces hiere al poeta hasta el tuétano de su aura.
Y, en tercer lugar, la encontramos en el libro los aleteos de los poemas mixtos donde con gran destreza, evidente acierto y dominio del oficio, el poeta crea los signos y «sisignos» donde se hilvanan los elementos marinos con los elementos bateyeros privados para producir el parto de una poesía cotidiana, moderna, innovadora y deslumbrante.
A fin de cuentas, asistimos al parto con cesárea de un libro hermoso y de contenido lírico sencillo, pero trascendente, que desde ya lucha con espadas de hermoso filo y puño de oro, contra el olvido, la distracción y el sonambulismo de una sociedad sin piedad ni memoria que cree que Tokischa es una cantante celeste y que Bad Bunny es un Dios azteca.
Gracias a Joel Julio García, por el obsequio de esta obra de primera línea y de última generación y revolución.
A la vieja y nueva poesía dominicana recomiendo este texto. A los lectores, también. Joel Julio se sitúa ahí, justamente, en el lugar que le corresponde a la poesía fresca llena de contenido peculiar e impregnada del aroma de los portaliras que no se pueden olvidar. Celebramos este deslumbramiento poético en la mejor hora de la poesía cotidiana, vivificante y de efervescencia cosmopolita.
La sociedad Flash y Makkari va a tropezar algún día contra su propia irreflexión y se romperá hasta la columna vertebral.
Todo lo chipi, perece por su intrascendencia e iliquidez. Lo que anda muy de prisa y distraído caerá en el mismo lugar donde naufragó el Titanic.
Y cuando otro humano y otra sociedad vuelvan atrás encontrarán que muy pocas cosas valiosas han sobrevivido a la catarsis apocalíptica de lo que fue una sociedad sin juicio y de agua de azúcar parda.
«Todos los mares un verso» de Joel Julio García, sobrevivirá como los mejores contenidos poéticos donde trasciende la sencillez acrisolada manejada con manos maestras de fina, hábil y buena tinta.
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