POR J. ESTÉVEZ ARISTY / La intolerancia es un verso satánico

 

Como casi todos los seres humanos, un escritor es algo muy frágil. Incluso los que parecen poderosos, los que se adornan con premios Nobel y honores de prohombre. Incluso los que acumulan fortunas con las ventas de sus libros. Por más que parezcan gigantes a los ojos de quienes los admiran y hasta de quienes los detestan, los escritores son seres tan delicados que solo crecen bien en climas civilizados y democráticos. Viven expuestos a cualquier inclemencia, son terriblemente vulnerables a los ataques de los poderosos y están indefensos ante quienes responden con violencia a sus palabras.

                                                                                           Sergio del Molino       

POR J. ESTÉVEZ ARISTY

     La intolerancia es una tipa irracional que no cree en la libertad de expresión ni en el libre ejercicio de las ideas democráticas en un escenario de respeto constitucional y de uso cabal y preciso de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

   La intolerancia se incomoda a menudo cuando la libertad de decir y hacer evoca su accionar natural, traspasa los límites de sus barreras y mete sus narices en temas que cree vedados, en ideologías arcaicas y en resistencias religiosas herméticas, absurdas e irracionales.

   La intolerancia es fanática tozuda, miope de nacimiento y desacertada de crecimiento. Regularmente cuando no mata, agrede, cuando no insulta, bozala, cuando no tolera, se idiotiza y auspicia a dictadores, extremos represivos de la catarsis institucional y de la supresión del Yo inapresable.

   La intolerancia no entiende al escritor francés Albert Camus, cuando plantea, aún después de muerto, que la vida es un Don supremo, que genera casi de manera inevitable ideas e ideologías, pero que estas ideas e ideologías no pueden estar por encima de aquello que las engendra, al punto de impulsar la agresividad, el odio, la intolerancia y la muerte en el otro en defensa de estos teoremas y en feroz ataque a todo lo que contradiga su cretinismo y oscuro pus.

     No estoy de acuerdo contigo, pero defiendo tu libertad de expresarlo, colocándose a tu lado para reivindicar ese derecho cuando alguien atente contra él.

    Coherentemente he sostenido que el escritor debe de tener como partido político e ideología sólo la libertad del lenguaje, no comprometiendo su pluma ni su pensar ante ningún sistema decadente, ni ante ningún rector decadente, ni ante ningún alcahuete decadente.

    Los partidos políticos y las instituciones religiosas pueden suscribir a un escritor, pero sin menoscabo de su libertad crítica. Hay que respetar siempre el libre ejercicio del pensamiento, aunque lo saboreemos amargo como el grano de un chivo de Bonao.

    El norte de un escritor, dentro y fuera de sus textos literarios, es la justicia, viéndola como una exigencia permanente de la bondad, que siempre será violada por el capitalismo y por el socialismo, por la centroizquierda y la centro-derecha, por los viejos y muevo: Maos chinos y por los Francos represores europeos, por los Fujimoris y por Fideles latinoamericanos, por los Trumps y por los Putines del primer mundo.

   Se puede vivir sin estar de rodillas ante nadie y sin mendigar un ascenso social cortesano por limpiasaquismo e injustificados silencios.

   Las defensas escriturales a un sistema político o religioso determinado, rayan en la parcialidad si no respetan la libertad de creencia y terminan convirtiendo a los escribas solo en denunciantes parciales de las injusticias ecuménicas y en cómplices silentes de los excesos de la ideología que comulgan y que secuestra su libertad de censurar todo lo interno.

    El más grande de los intelectuales no es solo el que defiende su verdad, si no aquel que dentro de un sistema, un partido político o una congregación religiosa usa su sentido crítico para cuestionar el estatus quo.

    Vistas, así las cosas, el libre escritor encontrará un billón de críticas al sistema capitalista, pero también otro billón al sistema socialista. Su función es denunciar el oprobio, provenga de donde provenga con resolución irrevocable y sólo temiéndole al miedo.

     El gobierno dominicano de Luis Abinader tiene a muchos intelectuales cortesanos cebándose de la res pública que harían un mejor servicio a la patria sacando a flote los errores y contradicciones de su gobierno que son muchos.

    Al pan, pan y al vino, vino. La mordaza de un sueldo debe ser rota con la expresión de lo que se silencia y la exposición de las incontenibles visiones.

     Las invasiones norteamericanas, tan criticadas por los ardorosos escritores del sistema opuesto, han sido replicadas por la potencia rusa en Ucrania del presente siglo, mandando una señal clara de que estaban equivocados en sus planteamientos parcializados, miopes y comprometidos.

    No se puede condenar la represión panameña contra los que protestan por la inflación actual y hacernos de la vista gorda frente a la represión cubana contra todo el que grita libertad, libertad y libertad.

    La represión gubernamental no tiene territorio específico y es mala en las calles de Rusia como en la de Estados Unidos frente a cualquier hecho que la genere y que atente contra los derechos del hombre y de la mujer, derechos que deben ser defendidos a capa y espada como defiende un niño a su más preciado juguete cuando alguien se lo arrebata.

    Los escritores parciales deben saber que las potencias pretenden dominar al mundo, expandir su geografía monopólica y controlar sus mercados financieros. Ante ellos, el ciudadano es sólo una cifra de consumo. Todo en esas potencias aspira al dominio y al control o manipulación del pensamiento. Y esto hay que saberlo y enfrentarlo.

    La lucha no es ya ideológica sino económica. Los pro chinos deben entender que, al convertirse la nación del antiguo sol en un monstruo de metal económico, su corazón es de hierro, estaño y otros metales insensibles, con venas capitalistas y latidos de desigualdad laboral reprochable y de grandes injusticias y desigualdades fabriles.

    La izquierda dominicana se fragmentó y su proyecto unitario se fue a la porra por la aparición irreconciliable de los pro-rusos, pro-cubanos, pro- chinos y pro radicales.

   Lo peor de todo fue que eran anticapitalistas y nunca pudieron ver los sangrientos errores de Stalin, los fusilamientos confesos del Che y las sepulturas del sistema socialista Chino que se llevó la vida de 80 millones de infelices.

   El pensador libre debe entender que no hay sistema perfecto y que las injusticias que generan deben ser enfrentadas con responsabilidad irrevocable sin cortapisas ni pelos en la lengua y sin ataduras de ninguna índole.

   José Martí, hablando en términos generales y no parciales, sostenía que el que silencia un crimen se hace cómplice del mismo. Yo me voy un poco más lejos, y sostengo que quien silencia una injusticia no es hijo de una madre humana sino de la misma esposa del diablo.

   Por ello condeno la intolerancia ante el ataque perpetrado contra el escritor británico de origen indio Salman Rushdie, en el acto en el que participaba en Chaitsuqua (norte del Estado de New York), recibiendo varias puñaladas de parte de Hadi Matar, joven musulmán de 24 años residente en Nueva Jersey.

    El autor de Los versos satánicos no puede ser ni siquiera tocado con el pétalo de una rosa por lo que escribe, piensa y hace. La intolerancia es el verdadero verso satánico.

    Esta última es una tipa brutal que nunca debe ni deberá actuar con los instintos de Trukutú, el accionar del hombre prehistórico ni con la fuerza bruta de Bluto, el antagonista de Popeye El Marino ante la debilidad física de Oliva, la flaca que defiende su libertad de elegir donde reposan sus sentimientos, pensamientos y libre estructura física.

   La intolerancia debe ser siempre intolerable. Y lo que no debe tolerarse nunca es la complicidad del silencio. Y si me quedo callado: ¿Quién hablará por mí cuando el futuro me agreda?

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