J. ESTÉVEZ ARISTY / Calles y carreteras sin sombras y sin jardines colgantes

Por J. Estévez Aristy

    «La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga. Ni en la piel gris se le ve vida. El sol la mató. El sol de acero. De tan candente al rojo. Un rojo que se hizo pálido y sigue ahí sobre el lomo de la carretera». (Juan Bosch).

    Observé perplejo el panorama. Iba de turismo interno. La mayor parte de las carreteras orientales y del país carecen de árboles de sombra. En las noches sí hay sombras, pero no de plantas, porque tampoco están iluminadas nuestras carreteras, incluyendo a las vías turísticas.

   El sol golpea la carroza y los vidrios de los vehículos, directamente, calentándoles y sofocándolo todo.

    Árboles de sombra en las carreteras dominicanas, no de caobas como los de la carretera Yuma-Higüey, podrían ahorrar millones de galones de combustibles y quitarle presión a la importación de los mismos.

   El sol tropical no juega. Succiona la lluvia, la humedad, los ríos, charcos, manantiales y también el combustible de los vehículos.

   Está requeteprobado. Escudriñen, lean, analicen.

   La planificación tiene que ser nacional e integral: Gobierno, Medio Ambiente, Agricultura, Obras Públicas, Municipios y Distritos Municipales.

    Hay que minar al país de árboles de sombras, y no de peligros en caso de accidentes, en las orillas de las carreteras.

   La distancia al borde de las vías terrestres y entre árboles y árboles puede y debe ser prudente. Hay que analizar ramas, troncos flexibles, copas y su crecimiento rápido con biólogos competentes.

   Hay que planificarlo todo con visión humana y hasta turística, de protección de vidas y de ahorro del gas propano, de gasolina, de gasoil y de combustibles ecológicos.

   Esas carreteras nuestras, con pocos parqueos y árboles de sombras, hay que rediseñarlas. En muchos casos la maleza toma los parqueos haciéndolos invisibles. ¡Qué absurdo y peligroso descuido!

  El modelo es Casa de Campo, en la provincia de La Romana con un entorno donde la flora da sombra y deslumbra. El turista cree que está en un Edén tropical. Es un pedazo de campo en el Caribe cuyo obstáculo es su exclusividad turística, sin acceso del populacho.

   La península nuestra, rodeada de agua marina por tres partes, podría ser la heroína ecológica del mundo. Los dólares y los euros, de ser así, nos lloverían más.

     Hay que bajarles la presión arterial a los vehículos, al tanque de combustible y a las personas que les abordan.

     No vivimos es un país glacial. Por Dios.  Vivimos en una isla pelada en su parte occidental y con un asesinato de árboles constantes en todos los puntos cardinales.

    Los organismos públicos y privados llamados a proteger los árboles, han fracasado.

   Ignoran los que cortan troncos y los indiferentes ante el crímen verde, que el árbol es vida, ahorro de combustibles en las carreteras y un atractivo para los turistas.

    Son los árboles de sombras, los árboles frutales, las especies nativas únicas o compartidas, nuestra bandera ecológica.

   Denuncio que por los lados del Distrito de Bayahibe y del de Boca de Yuma, así como por los lados de Bávaro, se asesinan árboles ante la deficiencia de Turismo y Medio Ambiente, con el solo fin de sembrar paredes de casas y apartamentos. ¡Anda pal diablo. Nos jodimos!

   Aquí se asesina un árbol como matar una gallina para un sancocho ante el hambre etílica de un grupo de borrachos.

  Necesitamos arquitectos con un corazón poético. Podemos llenar nuestras carreteras de Jardines colgantes y de árboles. Babilonia fue una vez un atractivo medieval por la coexistencia de estos jardines.

    Los postes del alumbrado eléctrico, ahora de concreto desalmado, tienen que retirarse más de las orillas de las carreteras y minarse de flores colgantes. Los viveros las venden en tarros, mensos. Solo es cuestión de treparlas.

    Entre un tramo racional de estos irracionales postes, hay que colocar a los árboles de sombras y rediseñar un parqueo amplio, muy holgado para los vehículos en apuros o no.

    En un país sin estadísticas registradas, los accidentes mortales contra estos postes del tendido eléctrico deben ser muchos. La racionalidad y la sensibilidad humana deben primar. El amor o la piedad deben fluir del corazón de nuestros gobernantes. Sembremos futuro.

   Diego de Ochanca, español, vino en el segundo viaje de Colón y dijo que aquí había tantos árboles que el cielo no se podía ver.

   Marzo es considerado el mes más seco de nuestro calendario ecológico. Sin embargo, en tiempos de la colonia, justamente en marzo, un grupo de fieros españoles, quienes perseguían a un grupo de indios alzados de los del aborigen Enriquillo, suspendieron la persecución porque llovió tanto que los ríos se desbordaron.

     El árbol es un estabilizador climático y atrae la lluvia hasta en los meses de sequías.

    El asesinato ecológico al que ha sido sometido nuestro país, no es cosa chiquita. Los culpables disfrutan su impunidad usufructuando conucos, potreros y grandes extensiones de cañas. Nadie ha dicho nunca esta boca es mía.

    Las sombras y jardines colgantes en las carreteras nuestras: ¿no serán una utopía poética entre un poema desértico y unas metáforas sofocantes y sofocadas que nadie osará leer?

    Creo que escribo para una posteridad racional, ambientalista, que ame más la vida y que tome ecológicas y pertinentes medidas para ahorrar combustibles y reducir el consumo de la fuente energética de los vehículos.

   Golpeados están vehículos y personas por los rayos de un sol tropical que no juega y que emitirá, por millones de años, un calor endiablado como el del relato La mujer del cuentista Juan Bosch.

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