POR J. ESTÉVEZ ARISTY / La guerra rusucraniana y la postura de los hijos de Dios

 

Muy cierto, que la Rusia de Vladimir Putin es una reedición del pueblo de los temibles Hunos, cuyo líder era Atila, –calificado como el azote de Dios, porque saqueada hasta los templos religiosos romanos–, y quien expresó, a lomo de su corcel con las patas ensangrentadas: «¡Donde pisa mi caballo jamás nacerá la hierba!».

   Cierto que Putin encarna todo el salvajismo de los temibles vikingos, el instinto hitleriano en su estado descomunal y el impulso tribal de los anahuacas peruanos, expresado en su glacial satisfacción de ver primero a los cuerpos morir ante sus ojos, destazados e indefensos, desamparados y aterrados, gritones o quejumbrosos.

    Se habla de la creación del soldado de metal, cabeza de circuitos eléctricos, corazón de chips insensibles, fiero y mortal, frío y misántropo, despiadado y, en extremo, cruel.

    No hay que crearlo. Putin y no otro es esa máquina del mal, cuando bombardea zonas civiles de Ucrania con esa ferocidad del europeo colonizador en la isla Saona del estuprado Caribe, en una matanza del fuerte contra el débil que terminó horrorizando al padre Bartolomé de Las Casas en su apologética Historia de la India.

    Pero la muerte de civiles e incluso militares generada por el bando ruso y el ucraniano, en la guerra mal inspirada por la lucha de intereses y la seguridad militar de suelo y aire, es un acto contra natura que despedaza el quinto mandamiento impuesto por Dios y ratificado por su hijo Jesús,  resumido en un inequívoco «No matarás».

    Este quinto mandamiento incluido en la tabla mosaica, según Éxodo capítulo 20, versículo 23 del antiguo testamento, es el emblema a levantar en los territorios de la fe.

   Jesús recomienda que antes del cristiano dar apertura a un contacto espiritual con su Dios, debe reconciliarse con el hermano, simbología del cercano o lejano prójimo, al que se debe amar y jamás herir, torturar o matar.

     El papa Francisco interpreta de este texto que lo importante es el respeto a toda persona, no sólo a su dimensión física, sino espiritual. Sentencia también que la indiferencia también mata. «No amar es el primer paso para matar, y no matar es el primer paso para amar».

     Enmienda el líder espiritual telúrico que «la vida humana tiene necesidad de amor auténtico, un amor como el de Jesucristo, lleno de misericordia, que perdona y acoge sin condiciones. No podemos sobrevivir sin misericordia; todos tenemos necesidad del perdón, por eso el matar significa destruir, suprimir o eliminar a alguien; no matar es, en cambio, cuidar, valorar, incluir y perdonar a los demás «.

    Por ello la postura cristiana debe ser siempre, a cada instante, «No a la guerra y sí a la paz». Orar mucho más para que reine la armonía y que el odio deponga las armas y se avergüence de su barbarie».

     Justificar la masacre rusa, no debe ser la postura de un discípulo del hijo de Dios que dio como nuevo mandamiento que nos amamos todos como nos ama Dios.

     Reflexiono: «En esta semana Santa hay que orar más para que no sigan muriendo hermanos vestidos de militares o no, en las ciudades y valles de la desarticulada Ucrania.

    Nunca el país que invade a otro país puede ser justificado por el militante del amor, sea la incursión proveniente del ala socialista o del ala capitalista.

   Nunca el que hala un gatillo u oprime un botón de muerte puede tener el respaldo del cielo ni de un verdadero cristiano.

    ¡Que paren los bombardeos en Ucrania y que el diálogo imponga la paz y el amor en medio de los escombros y de los desgarradores y cavernarios cementerios de guerra que de paso ya arrastran a niños sin ninguna culpa de los enredos e intereses oscuros de aquellos mayores de edad!

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