POR J. ESTÉVEZ ARISTY / El volcán poético de Edwin Araché

El sábado 19 de febrero, justo a las 7 y 40 de la noche, asistí a la puesta en escena del libro Éxtasis en hojas de fuego del poeta Edwin Araché, Editorial Santuario, Oneida González e Isael Pérez Rodríguez, en la Aldea Cultural de La Romana.

  Afortunadamente, me tocó la presentación del poeta ante un auditorio efusivo, integrado por amigos, políticos, gremialistas y familiares.

   Mi mente estaba en blanco y me cogió, dos horas antes de mi incursión en el acto, con buscar acontecimientos acaecidos tiempos atrás, justo el 19 de febrero, fecha de la puesta en circulación de la obra, a diferencia, claro está, de los años en el variable discurrir de los ciclos del tiempo histórico.

   Y entre fechas y fechas, encontré una: 19 de febrero de 1600.

   Justo en ese tiempo, hubo una erupción del volcán Huaynaputina, enclavado en los Andes del sur del Perú.

   Las cenizas de este poderoso volcán llegaron hasta Canadá y afectaron el clima y la agricultura de Rusia y Alemania.

   30 kilómetros de altura no fue cosa fácil ni común. Este vómito de fuego, cenizas y humo, arrasó con 10 pueblos y superó al cañón de lavas y cenizas del volcán El Vesubio.

   Pero a contrapelo del terrible volcán de la región de Moquegua, Edwin Araché pone a circular un texto poético, justo en la fecha volcánica aludida, pero en el año 2022, en una noche que eructaba cultura, lavas del saber y calor del buen intelecto.

    Distinto a Neruda, sí, al Volcán poético Pablo Neruda, Edwin se ha convertido, de la noche a la mañana, en el huracán exclusivo del amor, pues, aunque es político, no escribe libros de otra cosa que no sea de este sentimiento local y universal, mío, tuyo y vuestro, con un lenguaje dotado de mucha sutileza proveniente del cetro de su corazón enamorado, a veces nostálgico, tan bohemio como sutil.

   Su primer libro, editado por la Junta Cultural, entidad que presido, y perteneciente a la Colección La zafra, lo fue El rostro de mi alma, develado en el 2014, en la ciudad de La Romana.

   Cabe resaltar que existe un tercer libro de pronta aparición de Edwin Araché, titulado Aliento de poemas enamorados, el cual hace filas en una editora española nombrada Punto Rojo Libros, donde el amor es el común denominador de un escriba que le apasionan los perfumes amatorios, el colorido de los matices y las innovaciones secretas de las noches y los días.

   La Junta Cultural editó alrededor de 86 obras literarias de tan solo 100 ejemplares, para estimular a escritores jóvenes e inéditos y trazarles el vuelo a seguir poseídos ya de las gloriosas alas de un Ícaro.

    Mientras muchos de esos escritores duermen y roncan, Edwin ha sido uno de los críos más aventajados de esta institución y colección, reconocida por el Ministerio de Cultura en la Feria del libro de Hato Mayor del Rey por su labor impulsiva y desinteresada.

   Esto así, porque el jurista y político oriental, no vio la literatura como un pasatiempo, ni ha permitido que su torrente poético sea sofocado por otras actividades sociales y de sobrevida, cosas al fin y al cabo de menos valor que la consagración poética precisa, concisa y constante.

    De modo que la dedicación del volcán Edwin Araché, su sacrificio como lectoescritor y sus impulsos amatorios, lo han colocado, a muy temprana edad, como uno de los poetas fundamentales de la región Este y del país.

   Al igual que Jaroslav Seifert en Checoslovaquia, Edwin es el gran poeta del amor que esperaba América Latina, con un cañón de metáforas originales y creativas que se elevan a más de 30 kilómetros de altura como el Volcán aquel, para hacerse notar hasta en Rusia y Alemania y más acá y más allá del litoral insular nuestro.

  Estas lavas de metáforas y palabras, no afectan para nada la agricultura de la emoción y las haciendas de los suspiros, donde brotan las flores del éxito.

   Antes, al contrario. Siembran y cosechan el reconocimiento universal ante esa benigna lava emitida por su alma palpitante, surgida para accionar a su favor todas las medallas, los medallones y las preseas en un mundo donde los débiles caen y los fuertes se levantan para mostrar el resplandor de su impronta.

   Parafraseando al memorable pensamiento de Bertolt Brecht, hay escritores que escriben un día y son buenos. Hay otros que escriben un año y son mejores. Pero hay otros que como el poeta Edwin Araché escriben para toda la vida y se hacen imprescindibles, porque tienen la pureza del durazno y la consagración y fortaleza de los indoblegables juncos tropicales.

    Gracias, volcán Edwin Araché, poeta del amor e inquebrantable hijo de la Colección La zafra. Con tus libros publicados estimulas a muchos a escribir o continuar escribiendo, pero también marcas diferencias entre el habitante de las estrellas y el vacacionista furibundo de tan solo satélites muertos.

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