POR J. ESTÉVEZ ARISTY / La isla de las utopías y el gobierno de Luis Abinader
Por J. Estévez Aristy
Publicado en el 1516, Utopía es el mejor de los libros escritos por el inglés Tomás Moro o Tomás Morus como también le nombraban.
La segunda parte del libro, la más vital, habla de una isla fantástica e ideal, inventada por un navegante, muy cercana al Ecuador, rodeada desde su creación humana, por agua en sus tres costados.
Mucho antes de la existencia de Carlos Marx y Federico Engels y de la aparición de su Manifiesto Comunista, Moro, a través de su personaje aventurero, en la segunda fase de la obra, da los primeros bosquejos del socialismo, bajo la sombrilla de una sociedad igualitaria, sin ricos ni explotadores orondos.
Moro ataca a la propiedad privada, definiéndola como un mal social, y se reguinda del trabajo como provocador de una vida digna, sin orgullo ni envidia, ni ambiciones de poder.
La utopías, regularmente, chocan con la realidad. Las socializantes, aplicación en el terreno capitalista, sistema que Moro censuraba, no pueden ser descartadas en muchos de sus aspectos, ni echadas a la basura como teoremas impracticables ni como basura histórica arrojadas dentro de un contenedor marginal.
El mundo de hoy nos ha dado una lección sorprendente y de complejo análisis: China se mete en la competencia de los mercados mundiales, creando un equilibro entre el socialismo de sus raíces maoistas y el capitalismo de producción, expansión y explotación.
China, en su praxis productiva, es hoy más norteamericana que China y menos ortodoxa que Cuba.
Cuba, por su parte, aunque de forma tímida, se abre hoy al capitalismo, permite la compra de casas y la creación de empresas, con socios cubanos por supuesto, dueños de un 50% de las acciones empresariales instaladas o por instalar.
En tanto, y sin darse cuenta, naciones democráticas como la nuestra, aplican políticas socialistas como una forma de equilibrar el desbalance social entre ricos y pobres, sin ensalzar a Fidel ni endiosar a Guevara y dejando atrás los fusilamientos que estos auspiciaban y que defendían a rajatablas, incluso ante la ONU.
El bono gas y el bono luz, made in Dominican Republic, tienen textura socialista, aunque se ignore el origen de su contextura comunitaria.
También sumamos al seguro dominicano SENASA subsidiado y su cobertura e incidencia actual abidariana sobre el 80% de la población nacional.
La influencia socialista se ve también en el auxilio de la tarjeta doble y en el bono navideño del gobierno de turno, así como en la entrega de terrenos y titulación de estos predios para beneficio de la gente llana, esa de voz de yaniqueques, embuchados, piltrafas y chicharrones, con timbre de jugo de limón, de tamarindo o de jugosas jaguas.
Ningún régimen extremista, es bueno. La ultraizquierda y la ultraderecha coinciden en sus derroteros y se parecen en su terquedad. El equilibrio social está en una socialdemocracia económica, sin discurso de agitación social y sin odios recrecidos hacia los dueños de los medios de producción. Se trata de un híbrido gubernativo, exento de derramamientos de sangre y con fusiles de balas muy mojadas para neutralizar la mortal pólvora.
Se requieren medidas inverosímiles y de izquierda ante el extremista ojo capitalista que contrarresten toda esencia obsoleta y todo parámetro gubernativo radical surgido en el gran telar de la guerra fría y los conflictos de expansión de dominios imperiales con papel oprobioso y principal de las bombas atómicas.
El mundo es otro en este momento de los vuelos espaciales, los archivos cibernéticos y los avances tecnológicos que vuelven loco al más equilibrado de los humanos.
La Tercera guerra mundial no se ha dado porque el mundo ya no es cosa de locos ni de imperios suicidas. La segunda guerra mundial de produjo mjy cerca de la primera. La tercera amaga y no da.
La etapa histórica que vivimos en la Era digital, es otra, de paz y competencia cibernética, irremisiblemente heraclitiana, indetenible, de velocidad estrepitosa y de cables de fibras ópticas conectados a todo lo inaudito.
En este ciclo, para que el socialismo no muera de estaticidad y el capitalismo no genere los enfrentamientos sociales internos que les destruyan, tenemos el ejemplo, en el aspecto ultimo, necesitamos reeditar una medida implementada por Joaquín Balaguer Ricardo, fuera de sus crímenes y represiones jamás justificables. Este mandatario llevó a cabo la implementación de la Reforma agraria, leyes defendidas en un momento dado hasta por el Partido Comunista Dominicano, en medio de un Estado que no comulgaba con los impulsos revolucionarios de la izquierda dominicana.
Esas leyes agrarias arañaron las caras lindas e intocables del latifundio dominicano y casi le sacan un ojo. La propiedad inmobiliaria abusiva, de ganado y productos agrícolas, monopolista y regia, tembló.
Las organizaciones campesinas se multiplicaron, rompieron alambres de púas al estilo de Mamá Tingó u otros líderes de tierra pluralizada.
Luis Abinader, en lo que aletea un colibrí, tiene que ampliar sus medidas socialistas, de cara al 2024, sin cambiar la esencia democrática de su gobierno de lamentables, aéreos e ineficaces funcionarios, esos de llavines cerrados y de estrangulada humildad que hoy menosprecian al pueblo, borrachos de poder, prepotencias e indiferencias.
El gas propano, de consumo popular, no puede estar tan alto como lo está ahora, golpeando los bolsillos y las cocinas del pobre indefenso y del pobre sin defensa.
Junto al arroz, las habichuelas y las carnes, el gas licuado de petróleo es un artículo político que derrota electoralmente a cualquier gobierno de popis perfumados.
Debe Abinader desmontar los subsidios a los combustibles que benefician a los empresarios dominicanos y choferes de gran capital mobiliario y repartir este ahorro entre los maltrechos hogares dominicanos que están con el grito al cielo y con las tripas amargadas por el aumento de todo.
El barrilito senatorial y las exoneraciones, deben ser eliminadas de golpe y porrazo, aunque el congreso gima. Los sueldos lujosos reducidos a un 25%.
El pueblo, en ese mismo orden, requiere más corruptos presos y devolución inmediata de las fortunas hurtadas, más cero tolerancias de frente a los defraudadores y actuales funcionarios, con tan malos ejemplos en el área del Ministerio de la juventud donde dos de los riquitos de dirección han metido la pata sin sometimientos judiciales satisfactorios hasta el momento.
Milagros Ortiz Bosch debe ser más diligente detectando los focos corruptos del gobierno y no actuando por boca de otro y de la prensa denunciante destapando su ineficacia.
La aprobación de la ley de Extinción de dominio sin efecto retroactivo, restará fortaleza a la imagen del gobierno, pulcra y sin complicidad con el pasado corrupto de los últimos 30 años. Las fortunas mal habidas del pasado, bailan el merengue Compadre Pedro Juan porque nadie la restablecerá en su lugar de origen para usufructo de Juan de Los Palotes, Machepa y todos sus hijos.
Los burgueses y ricos, en fin, deben ser sangrados al máximo con una Reforma fiscal que no tenga por blanco al pueblo sino la opulencia exagerada de los perfumados y las ganancias excesivas de estos aún en medio de la pandemia y crisis internacionales.
El alza de los precios en los productos de consumo popular, hay que ponerla a rayas.
Las ferreterías y supermercados desafían la autoridad del gobierno haciendo lo que les viene en ganas ante un muy deficiente control de precios gubernamental e implemento de una política invariable, pero absurda, de no mondar la inflación con el filo del cuchillo de una gran determinación. bien limado.
En un país socialista, nadie juega a su antojo con los precios de la canasta familiar, y esto hay que emularlo. La inflación incontrolable, también entierra gobiernos y democráticas.
El auxilio de Venezuela a familias pobres, a través de raciones alimenticias y casas amuebladas de todo, explica en parte el triunfo de los radicales de Chávez y compañía por acciones, en las elecciones recién pasadas, celebradas en la patria de Bolívar ante una observación internacional que no pudo abrir sus críticas, legitimando su ejercicio. Esas medidas tienen un corte socialista.
El Estado dominicano es incapaz de emplear a todo el mundo, lo sabemos de sobra, ya que fracasaría por falta de puestos públicos para tanta gente que votó por ello, decepcionadas hoy por la falta de un empleo para lidiar con su problemática diaria.
De modo que a Luis Abinader solo le resta ampliar las políticas sociales del gobierno, aumentar en número y cantidad la tarjeta Doble, entregar miles de tareas del extinto CEA y del Instituto Agrario Dominicano, a pobres y profesionales, destinándolas a la construcción de viviendas y a la implementación de los micro predios agrícolas, pilar de una súper y ventajosa producción que al fin le beneficiará y delimitará la inflación.
A la manera socialista, debe arar gratuitamente la tierra, dar semillas a los campesinos, regalar insumos agrícolas, implementar el seguro de siempre y no cobrar ningún interés a los préstamos que otorgue el Banco Agrícola.
El presidente Luis Abinader Corona, está llamado a leerse a Moro y a su libro Utopía y aplicar algunas ideas jugosas contenidas en el mismo de factura revolucionaria, sin renunciar a su esencia y vocación democrática.
El giro hacia la social democracia de su gobierno, puede salvar la democracia y garantizar la reedición del PRM en la contienda electoral del 2024.
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