POR J. ESTÉVEZ ARISTY / Ay, Haití el asunto se complica: ají piquí

J. Estévez Aristy

De pronto, el asunto haitiano se complica. La situación occidental de la isla caribeña, está como el ají picante.

Algunos dominicanos, aun atrapados en el 1822-1844, luchan contra la ocupación haitiana del siglo XIX.

Otros, viven aterrados por la amenaza de reedición de aquella ocupación.

Otros, por interés o no, alientan el antihaitianismo hasta en la hora de comer.

Muchos viven preocupados y atormentados por una invasión pacífica de nacionales haitianos, en tanto otros, con el cristianismo como emblema, ven la situación haitiana con piedad e indulgencia y nada les importa su incidencia social en el dulce sosiego del señor.

En ese telar de temores, la idea de unificación de la isla es risible, ridícula e impracticable.
Un chiste que no debe crear una fobia invasiva, ya que una cosa piensa el burro y otra quien lo apareja, y las ideas impracticables se sueltan, pero se pierden en el aire.

Las visiones amparadas en tales arraigos históricos solo adolecen de un fallo: su resistencia a actualizarse.

Millones de haitianos están entre nosotros, trabajando en el corte de caña, en otras siembras y cosechas agrícolas, en el motoconcho y en el área de la construcción, en la fábrica del tabaco de Romana y en las fábricas de ropas de San Pedro de Macorís.

Hay haitianos en el concho y en el colmado de todo el Este, oeste, norte y sur, y en las tiendas artesanales de Bávaro Beach.

Barrios enteros de Puerto Príncipe, Leogant y Puerto la Paz se han mudado para la provincia

Altagracia y el municipio de Villa Hermosa de la provincia romanense.

Y los haitianos están ahí, en esquinas y parques, pero también en pensiones, casas y apartamentos.

Aseguran que hasta seguidores de primera fila de Aristide, Sedrá y de los Duvalier, están en suelo patrio, asì como también burgueses haitianos temerosos de ser alcanzados por el brazo impiadoso de la delincuencia de las actuales bandas haitianas.

Entre tanto, en el Benedicto de Yuma, conviven haitianos y haitianas con dominicanos y dominicanas sin conflictos raciales y hasta formando familias híbridas para toda la vida.

Están aquí y allá. Pero el Haití de hoy sustenta el caos y la ingobernabilidad del medio.

En su hoy, la situación haitiana está como un ají picante calentada por varios locos sin control, sin competencia para usar un arma de fuego y dispuestos a atracar y/o secuestrar a cualquiera.
300 pistas de aterrizajes donde llega a nuestro vecino caribeño la droga, debe preocuparnos al máximo.

El horno no está para galletitas ni para ridículos ni absurdos teoremas de conspiración.

Europa y Estados Unidos, con su bosquejo unificador, pasan ahora a un segundo plano. Es Colombia productora de drogas y Haití puente de estas lo que debe llamar la atención de la ONU y de la OEA.

Llegan las armas y las riquezas oscuras. Se acrecienta el gobierno sectorial, se fragmenta el alma racional haitiana y nadie cohesiona a nadie. Chivos negros sin ley a un tiro de piedras de nosotros, berrean y cachean con fuerza taurina.

El problema no está hoy en la tesis de la Isla indivisible. El problema es la creciente delincuencia haitiana con más de 200 secuestros en el año pasado y ya con más de 800 en lo que va del año.

El problema hoy es la expansión del delito hacia nuestro territorio y la inestabilidad social que auspicia el caos armado por el narcotráfico de forma incorregible.

La vulnerable frontera puede ser permeada y el secuestro, el saqueo y los asesinatos podrían replicarse en nuestro suelo, como también el control territorial en este lado y otras secuelas delincuenciales.

Si no propugnamos por la paz, el desarme haitiano y la vuelta al orden democrático, junto al control de la lluvia de drogas en suelo haitiano, estamos perdidos.

Nadie debe dudar que el aterrizaje de tanta droga en suelo haitiano creará vínculos delictivos, con miembros dominicanos e inclusos militares, en suelo nacional.

En ese tejido delictivo, se irá a la porra el antihaitianismo nuestro y el antidominicanismo haitiano.
Ya de por sí, muchos dominicanos y dominicanas se ganan la vida entrando drogas por la frontera. El vínculo delictivo va en expansión. El cáncer delincuencial, es invasivo.

Militarizar la frontera por parte del gobierno dominicano, fue una medida atinada.

Pero la península haitiana donde llueven toneladas de drogas, dólares y armas sobre la cabeza de gente incontrolables, debe ser el motivo de la preocupación de nosotros y la comunidad internacional.

Desenfocar el problema haitiano de hoy es ignorar que ese ají picante haitiano puede contagiarnos, vulnerar nuestro orden democrático e imponer el narco Estado.

Comments are closed here.

A %d blogueros les gusta esto: