J. ESTÉVEZ ARISTY / El poeta es un clarividente

 

(Palabras pronunciadas a raíz de la celebración de la Semana Internacional de la Poesía, Aldea Cultural Santa Rosa de Lima, La Romana, Rep. Dom., 23 de octubre 2021).

Por Estévez Aristy

Para Juan Ramón Jiménez, el poeta no es un filósofo si no un clarividente.

Para Cocteau, el poeta es un mentiroso que siempre dice la verdad.

Víctor Hugo, por su parte, sostuvo que un poeta es un mundo encerrado en un hombre.

Sin embargo, para Auderi, un poeta es, ante todo, una persona apasionadamente enamorado del lenguaje.

Para mí, en cambio, el poeta es un instrumento musical, y un lector que lea poesía con pasión, es un poeta de la contemplación, con alma de poeta, aunque no la escriba.

En la mesa de los himnos, el verso es el trigo y el poema es el pan. Por ello, el hombre y la mujer no deben perder su tiempo colectando las migajas de la vida, lejos del mejor trigo y del buen pan.

La poesía siempre será, aún en sus estadios rebeldes, forma peculiar de sentir, de oír, de ver, de saborear y de decir.

El poeta es un especie de iluminador del lenguaje.

Esa herramienta de la comunicación oral o escrita llamada la palabra, ve en los balbuceos literarios del poeta sus espejos más claros y profundos.

Vistas así las cosas, la poesía es material de adjetivos de agua y viento, sustantivos musicales de burbujas y aderezos, granero de verbos de cerezas y proverbios perfumados de heno y de sándalo.

Joaquín Sabina y Panchito Barona definen el simple y a la vez complejo corazón de poeta, en la canción Peces de ciudad. Cito:

«Y desafiando el oleaje sin timón ni timonel, por mis sueños va ligero de equipaje, sobre un cascaron de nuez, mi corazón de viaje».

Queda claro que el poeta sobresale a lo común, y es encantador ante los ojos de lo rutinario observándolo con respeto y agrado.

Pero el chispero del lenguaje alucinado cae en medio de las personas comunes así como si nada, que le usan sin conciencia en cualquier sitio y hora del día como rayo luminoso en medio de la tempestad.

De manera intuitiva la poesía se inventa en el surco del amor, se desgarra en la nostalgia y se despierta en el heroísmo y la felicidad.

Una mujer común sorprendió a un poeta cuando le dijo que se quedara, que la noche era joven aún.

Un anciano, por su parte, le dijo a una mujer que su piel olía a cielo y Malaquías, un profeta del Antiguo Testamento le anunció al mundo que nacería el sol de la justicia, refiriéndose a Jesús, siglos antes de su nacimiento.

De modo que la poesía mete sus finas narices donde quiera. El propio Dios la usa identificándose ante Moisés como un poeta surrealista, justo cuando le responde: «Yo soy quien soy». Y ante el profeta Abraham, este le dice, poéticamente hablando que le dará una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo.

Si nos remitimos al Cantar de los cantares, damos con un libro eminentemente poético.

Si nos remitimos a los Salmos, encontramos poemas místicos y si nos remontamos a Jesús, advertimos a un poeta de las parábolas, de expresiones poéticas como río de agua viva, vientre de la tierra, aparta de mí este cáliz, en tus manos encomiendo mi espíritu, y hasta en «Yo soy la sal del mundo».

Y como veis, la Biblia es un cantero de versos poéticos y de poesías de calibre espiritual, y justamente por esta razón se justifica que no haya caducado y que todavía se encuentre vigente como buena nueva en el corazón de los creyentes.

La poesía, en definitiva, es la columna de viento que sostiene la palabra de Dios.

Solo los poetas son capaces de ver y oír el corazón del rayo, la levadura del viento, el sonido de las paredes antiguas, el cabeceo del crepúsculo antes de irse a dormir y el luminoso lenguaje del alba cuando despierta.

Ser poeta es la consagración de la filosofía en su estado intangible.

Decir poesía es nombrar con lenguaje peculiar los hechos y los sentimientos.

La exclusividad del decir sublime, siglo tras siglo, hace sus escogencias de las voces que pregonan el ropero de su transcendencia.

El poeta es un lujo social y la mejor estatura de la palabra y el amor.

Nadie espere que el poeta va a transformar a un mundo de movimientos rotativos y traslativos rutinarios y reiterativos.

El poeta no nació o se formó para transformar espacios territoriales reservados para la violencia y la sangre históricas.

La geografía del poeta es el alma y yo hoy lo definido como un revolucionario del espíritu humano.

El interior y no el exterior, es su campo de transformación.

Bienvenidos poetas del alma a este día memorable dentro de esta Semana Internacional de la Poesía.

El poema es su casa y hoy La Romana, flor del Este, es su sala de estar. Que canten, pues, la poesía y los poetas. Muchas gracias.

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