POR JUSTINIANO ESTEVÉZ ARISTY / El soborno a los fantasmas de Odebrecht

J. Estévez Aristy

El juicio Odebrecht de la justicia dominicana, en esta primera instancia, fue solo un circo jurídico de muy mal gusto con dos actores antagonistas en escena y un libreto flojo y excluyente.

Uno de sus antagonistas, Àngel Rondón, se convierte en el condenado de esta obra, todo por sobornar a Víctor Díaz Rúa, dejando mucho qué desear frente a la ausencia de los otros sobornados, según contrato verbis pactado con la empresa brasileña Odebrecht, ejecutado al pie de la letra por su súbdito dominicano.

92 millones de dólares para amarrar contratos de obras en la República Dominicana a favor de la empresa constructora brasileña.

El fallo está en el cálculo matemático. Cero mata a cero y en resumido y sencillo balance, Fernando de la Rúa, por sí solo, no recibe en sus cuentas bancarias esta cantidad, sino una parte ínfima del pastel corruptivo.

Y donde están repartidos todos estos millones? Dónde los bolsillos? Dónde los fantasmas?

A decir verdad, quien parte y se reparte se gana la mayor parte y Rondón disfrutó hasta el último suspiro de su tajada económica.

Ángel Rondón se llevó una importante suma de dólares entre las uñas, fingiendo y mintiendo como asesor legal, pero nunca la totalidad del panal de abejas caribeñas sobornables.

El hombre del maletín, ya develado en estos tendones empresariales, tiene su lista, pero por implicaciones políticas, jamás la revelará.

Nunca valdrá en el juicio, pero el pueblo sabe bien de los fantasmas sobornados y de su alegre impunidad. Tiene el populacho un viejo detector de fantasmas corruptos, pero, lamentablemente, nunca pasa nada y las evasiones judiciales reinan y reinarán.

Quedan recursos pendientes de identificar frente a actores que se hacen los invisibles, por no decir, intocables.

El libreto judicial (léase expediente) fue mal instrumentado a intención y perversidad.

Ante la presión internacional, la Procuraduría de Jean Alain Rodríguez creó un mamotreto jurídico para salir del paso y calmar reclamos imperiales. Los gringos estaban dao el diablo y sus lacayos muy preocupados. No se le podía poner un tapón político al volcán que ya había vomitado lavas en toda América Latina.

Algunos incluidos, confesos sobornados, fueron excluidos para convertirlos en impunes fantasmas.

La primera escena fue un show jurídico ante la prensa nacional e internacional por parte del exprocurador Rodríguez con falso acento de rectitud.

Se sancochó el expediente acusador en agua de jabón de cuaba para servírselo al pueblo, con esa absurda e ilógica sentencia, en envases plásticos, hirviendo su impunidad con sus chorros de humo desazonado.

La obra intitulada El soborno a los fantasmas de Odebrecht deja al país perplejo, con un sabor de burla en el paladar y con un dolor sin guatapanal en el centro de garganta.

Las prescripciones invocadas por las juzgadoras, advierten por donde irá el derrotero penal.

Solo dos condenados ante una red de condenados convertidos en fantasmas sin censuras penales, libres y contentos.

8 años para el sobornador y 5 años para el único sobornado condenados en el dispositivo de una sentencia que debió repartir 200 años entre los identificados fantasmas.

La obra teatral cierra su ciclo con una dolorosa decepción: ni los dos condenados caerán presos y la mayor parte de sus bienes no quedarán afectados, salvo que La ley de Extinción de dominio sea aprobada y tenga efectos retroactivos.

Están en libertad y, al parecer, hasta el agotamiento de la condena, nada afectará su cómodo disfrute de una vida sin barrotes.

La apelación a esta sentencia correrá el tiempo a favor de los apelantes. El vino francés y el queso holandés, siguen.

La esperanza del pueblo puesta en una seria justicia acaba de recibir un revés por omisión de los otros culpables.

Este proceso penal se ha convertido en un circo de evasores de responsabilidades penales de mayor rango. Ningún día ahorcarán aquí a todos los de cuellos «blancos».

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