Los cruceros estadounidenses ya no pueden incluir a la Habana, Cuba, en sus itinerarios por el Caribe

Carros antiguos en las calles de La Habana, Cuba.

Los cruceros estadounidenses ya no pueden incluir a Cuba en sus itinerarios por el Caribe, como lo hacían desde 2016. Para los cubanos que vivían del turismo, con la desaparición de esta clientela se esfuma también su principal fuente de ingresos.

Muestra de ello es Esteban Estrada, quien cuenta que la reciente prohibición a los cruceros norteamericanos de viajar a La Habana, Cuba lo ha dejado a él y a otros compañeros prácticamente sin trabajo.

Estacionado cerca de la Catedral de La Habana junto a una treintena de clásicos estadounidenses de los años 50, imagen de marca de la capital cubana, su auto no es el único sin clientes.

«Estamos aquí, parados como ven, todos estos vehículos, que (…) en un día normal, estuvieran casi todos trabajando», explica este chófer de 37 años y añade que lleva así «varios días».

A su lado, decenas de colegas ociosos charlan sentados en un banco o tratan de atrapar a los turistas: «¿Un taxi, princesas?», dice uno de ellos al paso de dos mujeres.

Estrada aprovechó el “boom” turístico que generó el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos a finales de 2014 para dejar su trabajo de taxista común. Durante cinco años se ha dedicado a pasear a los turistas con su reliquia roja y blanca por los sitios más emblemáticos de la ciudad: la costanera del Malecón, la Plaza de la Revolución o el Capitolio.

Los estadounidenses se convirtieron rápidamente en el segundo mayor visitante de la isla, tras los canadienses. En los primeros cuatro meses de 2019 llegaron más de 250, 000, casi el doble que en el mismo período de 2018.

Pero la distensión entre los dos países terminó con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, que multiplicó las sanciones contra la isla socialista. Su blanco más reciente fueron los cruceros estadounidenses, que ya no pueden viajar a Cuba, como hacían desde 2016.

«No hay plan B»

El 5 de junio, algunos chóferes de estas joyas rodantes se despidieron sobre el Malecón del último crucero estadounidense, a sabiendas de que con él se esfumaba una de sus principales fuentes de ingreso.

Para el Estado, la prohibición significa menos ingresos por concepto de atraque y para los cubanos que viven del turismo la pérdida de una generosa clientela.

«Normalmente, el turismo europeo viene en época de invierno, por lo tanto, lo que nos mantenía trabajando era el turismo americano, el turismo de crucero», asegura Estrada.

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