POR CHRISTIAN PANIAGUA / La verdad en la política

POR CHRISTIAN PANIAGUA

…el que conoce la verdad, y el que la ama, no son lo mismo. Y ninguno de los dos; ni el que la conoce ni el que la ama, se parece en lo más mínimo a quien la practica, y se complace en ella.

Hermoso postulado, digno de alabar y aplaudir por sensato y verídico. Admirable ante la sinceridad manifiesta y lo bien que describe al convocado: cada oficiante en su rango, y por encima de todos el que -armado de valor- hace de la verdad un código. A pesar de las consecuencias, malditas a veces, si tomamos en cuenta la apreciación de Platón cuando advierte que “el ser más odiado es aquel que siempre dice la verdad”.

Sin lugar a duda la afirmación del filósofo es correcta: hombre o mujer -común o muy leído- a menudo es excluido y de paso castigado si su tendencia es decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, ante una sociedad donde la gente tiende a exaltar más los antivalores que la virtud. Peor para aquellos que se pronuncian sin importar que afecte su persona o su entorno; unos que otros terminan muertos o en manicomios: sometidos por deslenguados… pero, por obra y gracia de la naturaleza, que es sabia en su haber: ante la necesidad existencial de enarbolar la paz y salvar reputaciones, el ser humano aprendió a fortalecer los filtros, a controlar ímpetus y a callar verdades y o decirlas a medias. Ahí surgieron las mentiras piadosas, como bálsamos. Además de la verdad de las mentiras que describe Vargas Llosa cuando resalta “las muchas verdades que se suelen decir, mintiendo”. O como lo canta el que suplica una mentira, antes que una verdad que duela.

Así las cosas: pareciera que nada más *el político* -y los abogados- en el mundo fenomenal, consiguieron la fórmula para hacer de la verdad y la mentira sendas materias primas y salirse con la suya -audaz, usándolas- aún se les divulgue farsantes. ¿Y cómo lo hacen? Sepa usted. Los del medio y los del oficio denominan esa habilidad “carisma”. Otros tantos admiran la oratoria de los ilustres para torcer las cosas y cosechar dudas. Qué suerte de magia utilizan ellos para repetir una mentira, tantas veces, que la tornan “verdad” y, sobre la falsedad transitan, tan aviesos y risueños que las multitudes se les suman y; juntos y revueltos celebran -por sus fueros- van hacia la victoria mientras el fin justifique los medios y ganar sea lo que importe -ahora- después se hablará otra mentira, si vale la pena.

Pero el accionar de todo político -más temprano que tarde- dirá quién es: escrito está “no hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”.

¿Qué hacer entonces con la ética? Proclamo que enarbolarla, pues -genéticamente- vinimos al mundo con ella. A la vergüenza nos debemos sin importar que “la moral es el postre de la victoria”, según Mao Tse Tun. Soberana realidad que el líder chino supo aprovechar pero que mal guía a determinados políticos: se conversará sobre “ética” solo después de la victoria alcanzada -por los medios que fuere- así andan las cosas… Sin importar que la percepción involucre a justos y a pecadores y que -mucha gente- decepcionada, alcen voces y crucen líneas llamando al político “ladrón”, además de mentiroso. En ese punto el hombre sensato debería parar las aguas y bien separar el grano de la paja. Entender que acusar a la ligera le carga el dado al que es honesto y cuida su reputación ante un escenario donde el hombre es el único ser obligado a cumplir, si promete. Y si el que promete raya en la seriedad, sufre cuando no cumple. Distinto al animal que privado de raciocinio, no responde ni a verdad ni a mentira y solo vive y actúa guiado por instintos.

Pero el accionar de todo político -más temprano que tarde- dirá quién es: escrito está “no hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”. Eso obliga a que el ciudadano sabio -al cabo- despoje al político del ser *honorable*, si insiste en ser ruin. Si desoyendo a Hiram Johnson, el político auspicia que “la primera víctima cuando llega la guerra sea la verdad” ¡Por sus actos os conoceréis y despreciado sea el rufián! Si bien afirma otro ilustre poeta, novelista y abogado puertorriqueño: Hiram Lozada va más allá y afirma que “como en la guerra, en la política la primera víctima es siempre la verdad” Van mis elogios para esos dos ciudadanos del mundo, y mis deseos de que la prudencia prevalezca y que todo político correcto sea electo. En ese acto la inteligencia y la tolerancia del votante es aliada: desenmascara al político facineroso mediante un proceso que llega -justo a tiempo- además de las rebatiñas -entre ellos- que los aísla y distancia del oficio: repudiados por la fuerza de las urnas y echados al zafacón de la historia por corruptos y “cundangos”: por poca cosa para batirse donde se juega una pelota dura e inclinada -por la fuerza de la razón- a una decencia que el mundo global exige y que ya le está abriendo puertas a los que honran y dignifican el oficio de ser políticos.

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