Hablar de un caudal pírrico de votos es igual a hablar —en República Dominicana— de elecciones municipales. La tendencia consiste en culpar al partido de gobierno o viceversa. Pero nadie reconoce que ni el elector más iluso se identifica con sus propuestas.

La abstención electoral es un fenómeno tan insignificante que, hasta las encuestadoras le hacen caso omiso. Nunca miden su proyección en la percepción del voto.

Pero, la abstención les dio un susto a titirimundati en las elecciones del pasado 18 de febrero. Ganó mucho a poquito. Pero el desencanto en el voto tiene sus justificaciones y podría surtir efectos devastadores en el sistema de partidos políticos dominicano.

Para descifrar las coartadas, el obstáculo principal está en la dinámica de hipocresía al interior de las agrupaciones políticas. Estos, por ejemplo: se niegan a tener ojos para ver, se niegan a evaluar el porqué de la desidia electoral, se niegan a verse frente al espejo para cuestionarse a sí mismos.

Un cuestionamiento, más que necesario, urgente.

Prefieren, por el contrario, buscar a quien culpar de sus propios errores. Pero tampoco se empeñan mucho en la exploración, al poco rato deciden coger el camino fácil. Culpar al partido de gobierno.

Los del partido oficial, por su lado, les echan la culpa a los grupos políticos contrarios.

Así acontece siempre que pasan las votaciones. Pero la práctica creció después que inventaron las elecciones de medio término, a partir del año 1994 con el Pacto por la Democracia. Decidieron hacer votaciones cada dos años.

Para el 2016, las elecciones se juntaron todas, las municipales, las congresuales y las presidenciales. Luego —en el 2020— las separaron como están en la actualidad. Es decir, las municipales en febrero y las congresuales y presidenciales en mayo del mismo año.

Pero como excepción a la regla, luego de las elecciones de 2020 fueron inútiles los intentos de imputar al gobierno de turno.  La pandemia de la Covid-19 cargó con la culpa de la poquita votación. Pero ahora, en el 2024 no hay pandemia que valga.

Las agrupaciones políticas retoman su práctica irresponsable. ¡Qué dilema! La abstención, según la opinión de los partidos opositores, solo los afectó a ellos. El partido gobernante impidió el voto mediante la compra de cédulas. Y es cierto, se compró cédulas y se repartió dinero a diestra y siniestra. Pero, ¿fue el gobierno el único comprador o el único repartidor? Falso.

Lo repito, falso. Y los opositores lo saben con precisión. Saben que ellos también usaron ese recurso. Saben, por demás, que los oficialistas los superaron en capacidad de compra. Eso duele más que el cuchicheo.

Ahora bien, pongamos como ciertos los alegatos de la oposición. El gobierno incurrió en la mala práctica de impedir el voto a los que les eran contrarios.

Lo anterior, ¿quiere decir que el liderazgo del PRM es tan avasallante que puede controlar el voto de los partidos contrarios? Es decir, el gobierno puede decidir hoy día quién vota y por quién vota —sean estos— adeptos o desafectos. ¿No será que la oposición está sobrevaluando la disciplina y el liderazgo del partido oficial?

Por ejemplo, si el padrón del PLD asciende a 2,177,036 miembros, los afiliados de la Fuerza del Pueblo (FP) son 2,030,108 y el PRM cuenta con 3,092,289 inscritos. ¿A dónde se metieron esos militantes?

Solamente entre estos tres partidos debieron repartirse 7,299,433 votos. Sin contar la otra caterva de partiditos.

Quizá sea recomendable que los partidos encarguen a los sociólogos, antropólogos y psicólogos sociales un estudio de campo sobre ese particular. Los informantes claves del equipo investigador podrían ser: Moisés De La Cruz Lorenzo y Francisco Arias Brito, candidatos a regidores en Cambita Garabitos y en Sabana Yegua por la FP respectivamente.

Amerita atención especial, Hanoi Sánchez, candidata a alcaldesa por el PRM en San Juan de la Maguana y Dancis Ureña Williams, candidato a alcalde por Esperanza Democrática en Luperón. Merecen mención muchos otros, pero, para no cansar, dejamos estos para el informe etnográfico.

Aclaración: Cruz Lorenzo repartió cerca de cien mil pesos en desayuno y pica pollo para lograr 10 votos. Arias Brito techó iglesias, construyó verjas, regaló zinc y los votos no aparecieron. Nadie sabe cuánto gastó Hanoi, pero lo cierto es que la cortan y no bota una gota de sangre.

En un audio exclamo —¡Yo tengo un pique!

Tampoco se sabe que pasó con Ureña Williams, será que le robaron hasta su propio voto. Cogió cero votos.

Con todo, parece que el acertijo no radica en la compra de votos, ni en quien reparta más dinero para lograr sufragios. No hay dudas, la fiebre no está en la sábana.

A los líderes les cuesta trabajo entender que la abstención —desde 1998— siempre gana en las elecciones municipales.

Si los partidos políticos siguen ensalzando sus egos, si no ingresan el paciente en cuidado intensivo, es probable que la agrupación muera de dengue electoral. Una vieja enfermedad, transmitida por el mosquito Aedes-descuidypti.

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*Comunicador y expertos en temas municipalistascy territoriales.