POR J. ESTÉVEZ ARISTY / Contenido y ritmo en el cuento corto

POR J. ESTÉVEZ ARISTY

Pese a su rigurosidad, el cuento corto no puede contener sus oraciones en líneas paralelas. Sus palabras no deben de ir en picada horizontal ni vertical hacia un punto definitorio como se hace con el cuento largo.

   Si hay dos figuras geométricas que simbolizan lo que es el cuento de picadillos gramaticales lo es el micro triángulo y el micro circulo.

   En esos espacios territoriales del relato breve todo está condensado con previsión y precisión geométrica e interconectado entre sí como el tejido celular.

    El inicio es como una parte importante del final y el final es una parte importante del comienzo.

    La célula del cuerpo es única y cada componente se entrelaza para darle un sentido uniforme y vital.

    El desarrollo del relato es un puente circular que debe comunicar el final con el principio y viceversa. Es un puente encerrado en un triángulo o un círculo.

     El cuento corto se explica y expresa en su todo y hasta el título forma parte de su entramado narrativo.

    Se trata de un circuito literario de protones y neutrones que interactúan y sostienen la energía de lo narrado.

    El ritmo del cuento corto es fundamental. El ritmo del relato corto no es más que la aleatoria armonía de las palabras para precisar las notas en el breve estribillo del texto.

    El buen narrador de estos relatos de vida breve debe tener una noción rigurosa del ritmo y nunca perder el compás. El cambalache rítmico no va con el cuento corto. Las notas –que son las palabras– se sueltan, se sujetan a la que sigue y se refunden con la que termina.

    El principio del cuento corto marcará el paso de todo el ritmo del cuento.

    El cuento corto es como el tráiler de una gran pieza musical donde tan solo una estrofa y una parte del estribillo muestran un sentido cabal del contenido.

    El cuento corto es un consomé del cuento largo, es la tacita de té que condensa todas las hojas del bosque y aromatiza de forma cabal las fosas nasales del lector.

   En el relato corto no puede haber aventura literaria. Antes de iniciar y concluir, el relato corto debe estar pensado. Su conclusión ya está definida. El reto del buen cuentista de este tipo de escritura medida y comedida es desarrollar una trama con las menos palabras posibles. La creatividad se extrema en resúmenes en el breve texto de lo narrado.

   Allí no hay tiempo para la vaguedad y la discrepancia. No hay tiempo para los personajes ambulatorios o sonámbulos.

   La novela y el cuento largo difieren del corto en que éste último extrema y estrecha su contenido, descubriendo en el lenguaje su capacidad de asombro y resumen, desde el circuito eléctrico de todo lo precario.

    Los personajes de un cuento corto accionan con pasos medidos y hablan con palabras comedidas

    El novelista tiene la facultad de extraviarse y volver a tomar el rumbo para terminar, incluso, a distancia del punto de partida.

   El relator de cuentos largos es riguroso desde espacios lingüísticos menos amplios que el del novelista, pero más amplios que los espacios del relator de microhistorias.

     El escritor de narraciones breves reduce el espacio narrativo del escritor de cuentos largos y crea la destreza de deslumbrar al lector como aquel, aprovechando la facultad del lenguaje de condensarse en su estallido con un sentido uniforme, burbujeante y maravilloso.

   El novelista es una especie de espiritualista que puede invocar hasta mil entidades. El escritor de cuentos largos tiene en sus manos una o diez entidades. El escriba de relatos breves invoca las menos posible logrando un mismo resultado donde el asombro en el lector, el sacudimiento de la memoria, la nueva visión de la vida y el impacto de la trascendencia se tatúan en su psiquis desde el magnetismo de la rigurosidad bien domada.

   El novelista es un domador del lenguaje encerrado en un almacén de palabras. El cuentista de relatos cortos es también un domador del lenguaje, pero metido en el corsé de una caja de fósforo. Veamos:

EL MONSTRUO Y YO

    Decidí dialogar con el monstruo. Todavía me llegaban los gritos de sus heridos de muerte.

   –Mi sordo lenguaje es cerrar la boca –me dijo–, a cada ser que intente tan siquiera un diálogo.

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