La incógnita francesa del movimiento social de protesta los Chalecos Amarillos

POR FERNANDO FERNANDEZ DUVAL

En Francia, un nuevo fantasma recorre las calles de Paris y otras ciudades galas, amenaza el viejo orden y nadie lo conoce. Se dice que está en todas partes como los antiguos dioses, mirando y oyendo a todos los mortales individualmente. Todos sienten su magia y su poder abrazador, dicen que levanta tempestades que amenazan al viejo orden, pero nadie lo alcanza a ver: son los Chalecos Amarillos.

Los Chalecos Amarillos (en francés,  Mouvement des gilets jaunes) es un movimiento social de protesta que se formó en Francia a partir del mes de octubre del 2018 y tuvo su primera manifestación pública en noviembre de ese año, posteriormente se fue extendiendo a otros países vecinos principalmente Bélgica, Países Bajos, Alemania, Italia y España, de los que queda muy poco rastro, debido a condiciones muy específicas que no existieron en dichos países relacionados con las causas que le dieron origen en el país galo, como la siguiente:

Reducción del alza de los precios de los combustibles, especialmente el diesel que habían aumentado en un 16% durante 2018, bajada de la elevación de la presión fiscal escalonado, aumento salarial para compensar la pérdida del valor adquisitivo medio, restablecimiento del impuesto sobre la fortuna, de manera que se graven las rentas más elevadas, mantenimiento de los servicios públicos por parte del Estado, que empezaron a liberarse, destitución del presidente Emmanuel Macron por su política social y por el caso Benalla, un gendarme de seguridad del presidente de la República que responde al nombre de Aleixandre Benalla, acusado de usurpación de funciones.

Los Chalecos Amarillos no tienen un líder público que aparentemente convoque las manifestaciones de protestas y demandas que se hacen todos los fines de semanas en las calles parisinas y otras importantes ciudades francesas, ya que las movilizaciones que organiza y dirige se difunden a través de las redes sociales y se presentan a sí mismo en los medios de comunicación como eje transversal, espontáneo y sin portavoz oficial que se identifique y las valide.

El movimiento se organiza en torno al bloqueo de carreteras y rotondas y varios eventos llamados “Actos”, según su propia jerga, que tienen lugar todos los sábados a partir del 17 de noviembre de 2018 hasta la fecha, en la cual salieron nuevamente a las calles con más ímpetus que las veces anteriores en presencia del presidente Macron y otros jefes de Estados europeos que lo acompañaban en la celebración el Día Nacional.

Según algunos analistas europeos y acreditados politólogos, y los franceses que los leen, detrás de las redes sociales, que son las caras visibles de las convocatorias en sus cuentas en Facebook y Twitter se encuentran Laetitia Dewalle, Eric Drouet, Ingrid Lavavasseur, Priscillia Ludosky, Jacline Mouraud, Maxime Nicolle, Hayk Shahinyan.

¿Qué lectura podemos hacer de este movimiento sin rostro que recorre como un fantasma las calles parisinas y otras ciudades?

Primero, como se aprecia en el conjunto de sus demandas, es un movimiento social de carácter político reivindicativo, con un contenido de clase heterogénea, especialmente de las clases medias, de las capas medianas y bajas y de los trabajadores, apartidista y sin ningún enfoque doctrinario que oriente sus acciones, es decir, parecería un movimiento anodino, pues no se puede considerar ni de izquierda, ni de derecha, simplemente está llenando un vacío que ni la izquierda ni la derecha tradicionales han podido satisfacer en el pueblo francés.

Segundo, por lo dicho anteriormente, los Chalecos Amarillos se forman ante el vacío que pretendió llenar Macron con el fracaso de los partidos tradicionales franceses y la furia de Le Pen de volver a la vieja Francia en las elecciones presidenciales del 2017, renovándose totalmente el tablero político, pero con una estela de cuestionamientos, que todavía está presente.

Según Stephanie Demirdjian, el punto de inflexión fue la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, celebradas en mayo de ese año, que marcó el fin del bipartidismo, hasta ese momento concebido como la pulseada entre la derecha (representada por los republicanos) y la izquierda (liderada por el Partido Socialista –PS), ninguno de los dos llegó al Elíseo, después de dos décadas alternándose el poder de forma continua. Fueron derrotados por el novel movimiento de Emmanuel Macron.

Tercero, se creía que la duración de los Chalecos Amarillos iba a ser de corto tiempo, es decir, coyuntural, sin embargo, ha perdurado durante nueve meses de forma continua y persistente, teniendo cada vez más una alta capacidad convocatoria en los núcleos policlasistas urbanos franceses que se sienten amenazados por las políticas neoliberales de Emmanuel Macron, pero se espantan ante la posible alternativa que está en sus espaldas batiendo su furia: Marine Le Pen y su partido ultraderechista Frente Nacional.

Cuarto, es un movimiento que al usar las redes sociales como vehículo de convocatoria de sus manifestaciones sin más…, estaría inaugurando un nuevo estilo de la gerencia política despersonalizada, que por su carácter espontáneo, entrañaría algunos riesgos en la conducción de procesos políticos sociales hacia fines no deseados por la ciudadanía, porque podría ser aprovechado por fuerzas innominadas, es decir, sin denominación ideológica ante el debilitamiento de los partidos y los liderazgos tradicionales y la aparición de los a-políticos y a-partidistas, que podría expandirse como reguero de pólvora por toda Europa y quién sabe si América.

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