El boomerang de las sanciones y bloqueos de Estados Unidos por motivaciones políticas y económicas

POR FERNANDO FERNÁNDEZ DUVAL

Las sanciones económicas impulsadas por el presidente Donald Trump, se han convertido en el principal medio de presión económica en contra de los países que muestran diferencias políticas con su país, o alejamiento de su órbita de influencia geopolítica y con aquellos cuyo intercambio comercial no les favorecen.

Las sanciones y el bloqueo económico por motivaciones políticas y económicas en contra de la Revolución Cubana, la Revolución Bolivariana en Venezuela, Rusia, Corea del Norte, Siria, Irán y China motivada esta ultima por el déficit en su balanza comercial; la Unión Europea por el acero y otras mercancías y ahora México por el flujo de inmigrantes que cruzan por su frontera hacia Estados Unidos, se han intensificado.

Todas esas sanciones tienen como objetivos crearles problemas de desequilibrio económico, desestabilización política para obtener ventajas económicas que no puede obtener a través del libre intercambio y la libre concurrencia, son muy conocidas y está poniendo a prueba la capacidad de resilencia de algunos países afectados, que a lo largo de los años han podido resistirla con estoicismo, reinventarse y seguir adelante.

Dichas sanciones que se han ido generalizando como instrumento de políticas en los últimos años comienzan a erosionar la confianza hacia Estados Unidos, incluso entre sus aliados europeos cunde el temor de que esas sanciones terminen poniendo en jaque al orden económico mundial, ya que desde los clásicos del pensamiento económico se sabe que las relaciones económicas entre los particulares, las empresas y las naciones se fundan en la confianza y cuando esta se deteriora, los agentes económicos propenden a buscar otras alternativas confiables.

En la historia pasada, las guerras económicas entre las naciones ocuparon lugares preponderantes y fueron la causa de la mayoría de los conflictos, incluso los Estados Unidos lograron su independencia de Inglaterra  en el siglo XVIII cuando se opusieron a medidas similares como las que paradójicamente sus gobiernos imponen abusivamente a otras naciones, como fueron la cobranza de impuestos que afectaban a la antigua colonia inglesa a favor de la metrópolis, la ley del azúcar que creó en 1764 el impuesto sobre el azúcar, la ley del sello de 1765, la ley declaratoria de 1766 con la cual la metrópolis inglesa podía imponer cualquier impuesto, las leyes Townshend de 1767 por la cual se incrementaban los impuestos a una serie de artículos de importación que no fueran de Inglaterra, lo que provoco que los hacendados se sublevaran hasta crear las condiciones objetivas y lograr definitivamente su independencia el 4 de julio de 1776.

En el siglo XX después de la segunda guerra mundial, el orden económico que existe hoy se fundamentó en normas para procesar y regular las relaciones entre las naciones administradas por organismos multilaterales que fueron creados e impuestos por las naciones aliadas triunfantes de ese conflicto al resto del mundo, especialmente por Estados Unidos, que fue el único país participante en esa guerra que no sufrió daño en su territorio, ni en su infraestructura productiva y militar y que por tal motivo salió de esa guerra con un gran poder sobre el resto de las naciones, creándose de esa manera las condiciones para abrogarse la capacidad y el poderío político, militar y económico que exhibe con mucha arrogancia.

En la administración del presidente Donald Trump, las sanciones económicas se han convertido en su principal arma de negociación política y económica, pero a la vez en un instrumento peligroso para los intereses de Estados Unidos, ya que estas sanciones empiezan sorpresivamente a minar la confianza de los demás países y actores internacionales en la seriedad de las instituciones de Estados Unidos y en los organismos internacionales que están bajo su tutela.

El principal efecto de esa desconfianza es que algunos países afectados por las medidas sancionadoras de Trump están explorando nuevos mecanismos para obviarlas, y que de ser efectivas, podrían servir de base para echar por tierra al viejo orden económico mundial.

Por ejemplo, China y Rusia que juntas concentraron en 2018 el 20.5% del PIB mundial han llegado acuerdos para utilizar al rublo y al yuan como monedas de pago y atesoramiento, con lo cual se proponen desplazar y debilitar al dólar. Lo mismo harían otros países con sus monedas; inclusive, Angela Merkel planteó hace poco la necesidad de que la Unión Europea sólo acepte al euro en lugar del dólar en sus transacciones comerciales internas.

Si en el futuro esa práctica se generalizase a otras naciones con un peso significativo en el comercio internacional, conjuntamente con el atesoramiento de oro que llevan a cabo los bancos centrales de India, Rusia y China para sustituir sus reservas en dólar con el propósito de fortalecer sus respectivas monedas y sustentar sus transacciones comerciales y operaciones económicas, los días del dólar podrían estar contados, según señalan algunos analistas de Sputniz y del propio establecimiento de Estados Unidos y todo esto por el uso abusivo de las sanciones populistas que hace torpemente la administración Trump.

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