Un fantasma recorre a Europa y amenaza a la unión

POR FERNANDO FERNÁNDEZ DUVAL

El viejo Marx escribió en el Manifiesto del Partido Comunista: Un fantasma recorre a Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en esta santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Matternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.

Parecería que esta frase hubiera resucitado en la vieja Europa, recorriéndola como un fantasma insumiso, especialmente en la Gran Bretaña, Francia, Holanda, Alemania y Bélgica, porque en efecto, las políticas neoliberales y la visión xenófoba puesta en marcha por gobiernos conservadores, amenazan la gobernanza y la permanencia de los gobiernos que sustentan esas políticas.

En Francia, el gobierno de Emmanuel Macron, que empezó a gobernar Francia en medio de la crisis presupuestaria del gobierno para hacer frente a los cuantiosos gastos de los pensionistas y de los militares como consecuencia de su participación en la invasión a Libia, ora formando parte de la coalición que encabeza Estados Unidos en Siria, ha obligado a Macron a limitar gastos, aumentando los años de retiro de los trabajadores, recortando los gastos sociales, especialmente algunos subsidios tan importantes como el del transporte, e incrementando el precio de los combustibles.

El simple anuncio de algunas de esas medidas, sirvieron de acicate para que las clases trabajadora y media, se lanzasen  a las calles a protestar durante cinco semanas consecutivas, acorralando la vida parisina y a las fuerzas de seguridad del Estado. Tan efectivas y novedosas han sido esas protestas, que obligaron al presidente a hacer algunas ofertas, como el incremento del salario y dejar por ahora sin efecto las otras medidas anunciadas. El discurso de Macron, ni sus ofertas satisficieron a los protestantes, ya que el pasado fin de semana los chalecos amarillos volvieron a tomar las calles de Paris con sus teas incendiarias, colocando en estado de shock al establisment galo.

En Gran Bretaña, la primera ministra Theresa May no ha podido arribar a acuerdos con la Unión Europea, ni con su propio parlamento para negociar su salida definitiva de la Unión, conocido como Brexit.

Los ingleses decidieron por medio de un plebiscito en 2016 votar para que Gran Bretaña dejara de formar parte de la Unión Europea, pero los complicados nexos e intereses económicos y sociales que envuelve el acuerdo, especialmente las negociaciones comerciales posteriores a la salida del Brexit, el status de los ciudadanos ingleses en los países de la comunidad, las empresas de uno y otro localizadas en territorio ingles o en la Unión, ya que Gran Bretaña se vería en una situación mucho mas desventajosa en materia de intercambio comercial que los países de la Unión Europea, pues Según Karem Smith, el gran problema es la tasa arancelaria y la moneda para repatriar beneficios. La UE tiene mayor poder de negociación sobre esta que Reino Unido y salirse del mercado único para negociar acuerdos posteriores, que pueden ser con la Unión completa o separados, incluso divididos por país, es contraproducente.

Hasta ahora, el objetivo inmediato del plan de May es llegar a acuerdos unilaterales con cada país, pero la naturaleza misma de la Unión prohíbe que los países que la forman puedan firmar acuerdos bilaterales con otros países. Ahí está el gran obstáculo de May.

El fantasma que recorre a Francia y a Gran Bretaña se ha extendido a Bélgica y Holanda y amenaza a Alemania; en estos últimos países los nacionalistas se han manifestado en contra del Pacto Migratorio de Naciones Unidas. Las protestas en Bélgica denominadas Marcha contra Marrackech se llevaron entre sus patas al primer ministro Charles Michel, quien se vio obligado a renunciar este lunes después que los ministros nacionalistas flamencos se opusieran al Pacto.

¿Qué tienen de común estas manifestaciones en serie en la antigua Europa que nos ponen a pensar en el viejo Marx?

En primer lugar, que los hechos sociales no se producen aislados, están íntimamente concatenados y unidos a través vasos comunicantes y lo que sucede en cualquier lugar del planeta se refleja en tiempo real en el otro a través de la comunicación digital.

En segundo lugar, existe un punto común en todas esas manifestaciones, es el sentimiento xenófobo, que se expresó en el referéndum de 2016 que votó a favor del Brexit en Gran Bretaña y que se ha ido adueñando de la mayoría de los europeos en la medida que las  políticas neoliberales han ido ganando terreno a expensas del estado de bienestar social, que se ha desgastado frente a los ingentes gastos militares que han acompañado a algunos de estos países, a la presencia cada vez mayor de inmigrantes de países en guerra en el medio oriente que va generando ideas supremacistas, a los recortes de los gastos sociales y al dominio cada vez más persistente del capital financiero no solo sobre la economía, sino también de la política que ha borrado la frontera entre lo público y lo privado, subordinando lo político al mundo de la empresa.

Estas manifestaciones que se mueven a lo inverso del fantasma de Marx, podrían llevar muy pronto al gobierno a partidos y candidatos ultranacionalistas, como el caso de la Unión Nacional de Marine Le Lepen en Francia y a los nacionalistas alemanes de la Unión Social Cristiana, enemigos acérrimos de la existencia de la Unión Europea, lo que tensaría las relaciones internas de la Unión hasta debilitarla, impulsando la aparición de nuevos brexits y el colapso final comunitario.

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