La marcha hacia el sueño americano y el titiritero

POR FERNANDO FERNÁNDEZ DUVAL

Los más de 7 mil hondureños y de otros países centroamericanos, como guatemaltecos  y salvadoreños  que se van sumando a los marchistas  que intentan traspasar la frontera de los Estados Unidos con México, y lograr el sueño americano, es un hecho inusitado y casi inédito, aunque  este mismo año el gobierno de Trump,  en un acto inmoral,  apresó  en la frontera con México mas de dos mil niños que fueron separados de sus padres, y que intentaron también en otra marcha  este mismo año llegar de la misma forma a los Estados Unidos.

El hecho llama hoy   la atención, porque se produce fundamentalmente, no obstante  las amenazas de deportación, la construcción de un muro de tres mil kilómetros de frontera, la separación y detención de menores, la amenaza de endurecer las leyes migratorias de los Estados Unidos y la retórica xenófoba del presidente Donald Trump.

Concomitante con  las teorías migratorias de los especialistas de las ciencias sociales, que subrayan que las migraciones son fenómenos sociales de desplazamientos humanos de zonas  menos desarrolladas a otras con mas desarrollo, oportunidades y estabilidad,  motivados principalmente por problemas económicos, guerras e inestabilidades políticas, etc., la marcha de hondureños hacia Estados Unidos  pudiera tener una causa económica de fondo que presiona a emigrar a las personas que marchan en la extensa caravana.

Sin embargo,  pudiera tener también  otro tipo de motivación  que desconocen los marchistas y esta pudiera ser de carácter política, como señalan algunos analistas. Eso si partimos de la premisa que la migración es un proceso que implica una preparación previa a la organización del viaje, la búsqueda de recursos, los contactos, la planeación de la  recepción en el país de destino, el alojamiento en las primeras semanas de adaptación, la búsqueda de empleo, etc., y  el viaje propiamente dicho, o travesía hacia el país o región de destino; y estos son elementos que deben tomarse en consideración para analizar la amplia caravana de marchistas inmigrantes, porque este no es un movimiento espontaneo, como los gobiernos hondureño, guatemalteco, mexicano y la prensa internacional han querido dejar ver.

Tomando en consideración esos elementos, y tratando de buscar una explicación a este fenómeno, fuera de las motivaciones económicas y las condiciones de pobreza extrema que vive la mayoría de la población de  Honduras, el Salvador, Guatemala y México, países de expulsión que alimenta la caravana, me atrevo a plantear la tesis, como lo han hecho otros analistas, partiendo de otras premisas y arribando a otras conclusiones,  de que esa marcha está dirigida a obtener ganancia de causa política.

Planteo esta tesis, además, porque es extraño que la marcha salga de un país como Honduras, política y militarmente intervenido por décadas por los Estados Unidos, con un gobierno sumiso, puesto por un fraude electoral ante la indiferencia o con la mano oculta de Washington, con dos bases militares, la de la Mosquita y  Palmerola, una de las más grandes e importantes para los Estados Unidos en América Latina,  y otra en proceso de instalación desde el gobierno de Porfirio Lobo y con una red de información de inteligencia en toda esa región,  y que de repente la marcha sale de un punto de ese país, anunciado con mucha antelación, y tome desprevenida a sus autoridades, cuando en Honduras, por sus características rurales y vecindad de su población y con el manejo de las redes sociales y que nadie se diera cuenta lo que se estaba cociendo en el caldero. Lo mismo se puede decir de Guatemala y México por donde cruzarían los marchistas.

Si a eso le añadimos que en el próximo mes de noviembre se celebrarán en Estados Unidos elecciones para elegir autoridades en el Congreso, donde Trump y el combo Republicano se están jugando la permanencia en la Casa Blanca y los Demócratas que intentan avanzar en el ajedrez  político para obligar al ejecutivo de la nación americana a negociar y avanzar a las elecciones generales, la tesis de la mano del titiritero gana importancia.

¿Quién se beneficiaria de los resultados finales de esa marcha?

Algunos analistas intentando responder esa pregunta señalan al propio presidente Donald Trump como el auspiciador de esa marcha y no al presidente Maduro, como señaló el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence; porque sería totalmente descabellado y un acto de locura que el gobierno de Venezuela esté auspiciando esa marcha sin medir sus posibles consecuencias frente al gobierno de Estados Unidos, que lo cerca económicamente con el cuello  tomado y lo amenaza militarmente para desvertebrarlo; de manera que la tesis de que la marcha hacia el sueño americano éste alentada por gente del gobierno de Trump tiene sentido y para concluir,  me explico por qué.

Primero, todo el mundo sabe que esa marcha no va a tener un final feliz, terminará dispersada, violándosele  los derechos a los marchistas desde que se aproximen al territorio de los Estados Unidos, el gobierno de México y el de los Estados Unidos le hucheará los perros del infierno, muchos de los marchistas serán apresados con violencia, sin importar la presencia de niños y mujeres,  serán sometidos a fuertes presiones psicológicas y maltrato físico, encausados por la justicia, para luego devolverlos a sus respectivos países, otros caerán exánimes, se dispersarán por su cuenta y buscarán la forma de retornar de una pesadilla, en lugar del sueño americano.

Segundo, mientras la marcha se dispersa, el presidente Trump gana políticamente imagen de hombre fuerte en su país, que protege a la nación norteamericana, que cumple su promesa de campaña, sobre todo en el elector que votó por él a la presidencia, con lo cual buscar reafirmar con determinación ese voto para las elecciones de noviembre, que tanto necesita.

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