Elecciones en Brasil: La consolidación de la derecha o el retroceso de la izquierda

 

POR FERNANDO FERNÁNDEZ DUVAL

Brasil  celebró el domingo último sus elecciones generales para elegir a sus autoridades a la  presidencia  y vicepresidencia  de la República, a las gobernaciones provinciales, a los alcaldes  y a los  legisladores. Esas elecciones despertaron mucho interés en la región y en el resto del mundo, por lo significa Brasil en el balance mundial debido a su territorio, población y al tamaño de su economía

Según el conteo de votos oficial, el candidato Jair Bolsonaro,   del ultraderechista PSL, obtuvo   el 46.1% de los votos emitidos, faltándole  a penas 5.9% para ganar las elecciones en primera vuelta. En el segundo lugar quedó Fernando  Haddad del PT,  quien obtuvo el 29.2%,  a una distancia de 16.9% del primer lugar; en tercero, Ciro Gomes con el 12.5%, del PDT; cuarto, Gerardo Alckmin del PSDB con  el 4.8% y  quinto Joao Amoedo Novo, con el 2.5, los demás aspirantes a la presidencia brasileña obtuvieron -1.0%.

De acuerdo a este resultado, el próximo  26 de este mes  será celebrada la segunda vuelta electoral entre Bolsonaro y Haddad, a mi juicio,  con pocas esperanzas políticas de que Haddad remonte y supere a Bolsonaro,  pues Ciro Gomes, el candidato que obtuvo la tercera posición, tiene más puntos de coincidencias en su ideología derechista y en  agenda programática con Balsonaro, lo cual lo coloca a él y sus seguidores  más cerca de éste que  de Haddad, y en el hipotético caso de que Haddad reciba el apoyo de Gerardo Alckmin y Joao Amoedo Novo, los votos combinados de estos dos últimos  sumarían 36.5%,  y este porcentaje  de votos no le alcanzarían  para rebasar  la distancia que lo separa de Bolsonoro, a quien le faltarían a penas 4.9% para ganar la presidencia,   con lo que la derecha se consolidaría  en Brasil y el resto del Cono Sur,  con la presencia de gobiernos  como los de Mauricio Macri en Argentina y Sebastián Piñeira en Chile, marcando y desarrollando así la agenda de Trump  y del ala más conservadora de  la región y de los Estados Unidos.

¿En que fallaron los gobiernos progresistas en la región y específicamente el de Lula en Brasil,  que hoy pierden sus fuerzas de sustentación política?

En un artículo anterior dijimos que los gobiernos progresistas en América Latina habían fallado porque pretendieron disminuir las distancias sociales desde el gobierno, sin hacer reformas sociales en la sociedad,  dejando intactas las estructuras de poder que contribuyeron a crear siglos antes los estados de pobreza y marginalidad en sus respectivos países y que esa marginalidad es una condición necesaria para mantener los niveles de acumulación de riqueza de una burguesía y una plutocracia que define conjuntamente con los Estados Unidos  los destinos de  los pueblos latinoamericanos como bloque de poder dominante.

También dije, citando al teólogo Leonardo Boff, que la población que habían sacado de la pobreza los gobiernos de Lula y Dilma,  la habían incorporado al mercado de consumo, agrego yo,  al sistema de educación formal del propio sistema, que reproduce las ideologías sistémicas  y que no se preocuparon para transformar esa población  en ciudadanos, para que de esa manera  pudieran  defender sus derechos y profundizar las reformas,  desestructurando la base del poder político, económico y social  y hacer sostenibles dichas reformas  como bloque de poder alternativo.

Así mismo, comenté que esos proyectos carecían de un discurso ideológico que tuviera capacidad para identificar y unificar en una narrativa y  en una agenda común a la población  reivindicada  como sujetos de clases, ya que muchos de los votantes  que llevaban a depositar los votos  a las urnas,  respondían mas al sello personal del candidato,  que a la línea programática e  ideológica  que la sustentaba con un claro sentido de pertenencia de clase.

Aunque no lo traté en ese y otros artículos, otros de los problemas que han contribuido mucho con el resurgimiento de la derecha, fue la alianza de clase para construir  mayorías electorales  de los gobiernos progresistas con sectores de la derecha tradicional, muchas veces inconformes con los gobiernos de turnos anteriores, sin haber hecho ningún tipo de depuración ideológica de su pasado.

Esas alianzas  sirvieron de arietes para que sectores enquistados en estructuras de poder provenientes de esas alianzas establecieran asociaciones ilícitas con empresarios y políticos para operar mecanismos de producción y acumulación de riquezas desde los mismos gobiernos al margen de la ley.

Esto último contribuyó de forma decidida a que el fenómeno de la corrupción se deslizara como el agua en esos gobiernos  a través de sociedades con el sector empresarial y político, lo que permitió, con la justicia, el aparato represivo y los medios de comunicación nacionales e internacionales  bajo su estricto control, desatar una amplia campaña para desacreditarlos y judicializarlos, preparándoles gruesos expedientes de corrupción a los expresidentes Lula, Dilma, Cristina y Correa, que los presentan  hoy como corruptos ante una opinión pública moldeada por ellos mismos en  sus propios países y en el extranjero.

El resultado de las elecciones brasileñas ha tenido  que ver mucho con el tema de la corrupción, que ha ido diezmando la base de sustentación de los partidos progresistas,   como son  las clases medias desencantadas y algunos sectores marginados confundidos ideológicamente, que una vez formaron parte de la clientela electoral de esos partidos, colocando a sus países al borde del abismo con la elección de candidatos xenóbos, homófonos, racistas y  nazistas,  como Jair Bolsonaro en Brasil.

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