Estados Unidos: Uso y abuso de sanciones económicas y políticas

POR FERNANDO FERNÁNDEZ DUVAL

El país que tiene la capacidad de sancionar a otro,  lo hace, primero, a causa de que  tiene un poder discrecional, o una ventaja comparativa  sobre el país castigado; segundo,  porque lo hace a nombre de una superioridad y de una causa nacional o internacional que considera justa; y tercero,  porque se siente legitima y moralmente apto,  o tiene los mecanismos de la fuerza militar para hacer que el país sancionado se vea compelido a cumplir con el castigo impuesto.

A lo largo de los  años,  Estados Unidos ha usado su poderío militar y económico para sancionar a los países que se salen de su esfera  de influencia política, o contra aquellos  con los cuales no ha podido competir eficientemente en un mercado de libre concurrencia.

Esa capacidad de imponer sanciones le viene dada principalmente:  1. por el control que tiene sobre los hilos de  la economía mundial  a través del monopolio del dólar, emitido  por la Reserva Federal, utilizado desde 1973 como la moneda de pago  del comercio internacional y de atesoramiento, fijándose  el cambio de las demás monedas a partir del precio del dólar; 2. por ser la matriz  y la sede de las más importantes empresas multinacionales y de los consorcios multilaterales, desplegados a lo largo y ancho del planeta; 3. porque es el dueño de las corporaciones financieras  más poderosas y de los mercados bursátiles que asignan puntajes de eficiencia a las inversiones fuera de su país y califican el riesgo/ país a dichas inversiones, e influye –por su nivel de cotización y participación-  en las decisiones de los organismos multilaterales de Naciones Unidas.

A veces, cuando  las sanciones económicas no han sido suficientes, o no producen el daño  esperado, éstas han sido acompañadas de fuertes  presiones políticas, que en algunos casos terminan en acciones e invasiones de carácter  militar y en el aislamiento o bloqueo casi total del resto de las naciones.

Las sanciones más conocidas por este lado del mundo  han sido las impuestas a Cuba a raíz del triunfo de la Revolución de 1959, dirigidas por Fidel Castro, cuando el gobierno revolucionario se declaró socialista, se liberó de su órbita de influencia política   y nacionalizó a la mayoría  de las empresas de Estados Unidos y  de otros países extranjeros que operaban y dominaban la economía de la isla.

Las sanciones se tradujeron en un bloqueo económico,  considerado por las autoridades cubanas como criminal y rechazado cada año por el voto mayoritario de la Asamblea de las Naciones Unidas, ya que limita el acceso al financiamiento y al mercado internacional, perjudicando así el desenvolvimiento y el desarrollo económico y social de los cubanos. Ese bloque  perdura hasta al día de hoy.

Las múltiples sanciones se parecen más bien, como la ha definido el politólogo  y lingüista estadounidense, Noam Chomsky,  a una guerra de baja intensidad, aplicadas en los últimos cinco años  contra China, Irán, Corea del Norte, Venezuela y Rusia, y tienen  objetivos políticos y económicos visibles, a diferencia de las impuestas en años anteriores a otros países que estuvieron cubiertas de una retórica  ideológica,  en la cual Estados Unidos se invocaba así mismo, con el respaldo de sus aliados,  como el garante  de los grandes intereses de la civilización, de los derechos humanos y del orden internacional.

El abuso del uso de  sanciones unilaterales, por cualquier quítame esta paja,  que se ha incrementado en  las administraciones de los Bush, Barack Obama y principalmente de Donald Trump, en lugar de proveer confianza y seguridad a los aliados de Estados Unidos y al concierto de los demás países, está acarreando preocupación y socavando las bases del orden político y económico internacional, que podría terminar afectando sus propios intereses hegemónicos y encerrándose  él mismo como el caracol en su propia casaca.

Por de pronto, China, Rusia e India, previendo un recrudecimiento de la actitud sancionadora de Estados Unidos, para perjudicar sus economías, como se ha visto hasta ahora en la administración de Donald Trump de estos días recientes,  se han dispuestos a minar las bases del dólar, tomando las siguientes medidas protectoras, cito:

Primero, creando su propio banco para zafarse del control financiero y monetario y de las sanciones mercantilistas y políticas  de los Estados Unidos y realizar sus operaciones financieras y económicas en un mundo de libre concurrencia.

Segundo, atesorando oro en sus bancos centrales para volver a los viejos acuerdos de 1944 de Bretton Woods, en el cual se establecieron las reglas del orden económico mundial para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo. Allí se trató de poner fin al proteccionismo del periodo 1914-1944, que se inició con la Primera Guerra Mundial. En esos acuerdos se decidió crear al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, usando al dólar como moneda de referencia mundial, fijando el precio del dólar en base al patrón oro de 35.00 dólar la onza de oro.

Tercero, utilizando sus propias monedas nacionales respaldadas en oro para el intercambio comercial bis a bis, en lugar del dólar.

Cuarto, promoviendo  el uso de criptomonedas respaldadas en oro o en recursos naturales.

Mientras tanto,  Jens Weidmann, presidente  del Bundebank, de Alemania, recomendaba a los países miembros de la Unión Europea  prescindir cada vez más del dólar y alentaba el uso del euro para sus operaciones económicas comunitarias y el intercambio comercial con el resto del mundo.

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