El tiempo muerto de la historia: muchos políticos dominicanos no saben que su tiempo ha terminado
POR FERNANDO FERNÁNDEZ DUVAL
Marguerite Yourcenar en su libro, El Tiro de Gracia, comenta: “Dice una balada alemana que los muertos van de prisa, pero los vivos también”.
En el país muchos políticos no saben que su tiempo ha terminado, como los cuerpos celestes que dejaron de expandirse; y aunque creen que viven porque están ahí palpables en carne y hueso y hablan, y que la muerte es solo de los muertos a los que habría de llevarlos rápidos a la tumba para evitar su descomposición, no saben que cuando el tiempo se acaba, la vida también en todas sus expresiones. Pero si por obra de Dios insisten en resucitarse y los dejan resucitar abandonando sus lechos, renacen en el mismo lugar como si estuvieran congelados en un glaciar en medio de una tundra.
Si presionan y golpean las paredes del glaciar para salir de aquel hielo intenso y gélido depositado allí mas de un millón de años, que ha sido su mundo, y por fin lo logran agrietándolo con mucho esfuerzo y respiran aire seco, fuera de ese ambiente, abrir los ojos de tantos años cerrados y desentumecerse con unos cuantos movimientos y palmaditas sobre el rostro, se dan cuenta entonces que están vivos, pero en otro mundo que les resulta extraño, diferente al que les tocó vivir antes, tiempo atrás.
Muchos políticos dominicanos, o casi todos, viven el tiempo congelado, que se les ha muerto y reaparecen y proyectan en un tiempo diferente, en el que viven, donde no tienen aire puro para respirar.
¿Qué sucede cuando un país vuelve de forma cíclica a su pasado y reproduce su historia como en un eterno retorno, en una especie de danza macabra, como diría Frederick Nietzsche?
El ritmo de la historia se detiene y se mueren las generaciones nuevas, las que motorizarían el salto dialéctico hacia el progreso, entregadas al tiempo nuevo de las generaciones sucesivas.
Si analizamos la historia política dominicana desde 1844, podríamos decir que es la historia de los grandes mamuts congelados en un bloque de hielo en el tiempo.
Eso nos ha obligado a avanzar y a retroceder al mismo tiempo, como los pasos del borracho a medianoche, y pienso que esa ebriedad ha sido una de las tantas tragedias del pueblo dominicano, que falta aun por superar.
Desde la fundación de la República, en la lucha protagonizada entre hateros y madereros, aparecieron dos hombres providenciales que se creían dueños del tiempo histórico de los demás y los dos persiguieron y espantaron al patricio.
Buenaventura Báez y Pedro Santana, iban y venían como el viento en el ulular del mar y se disputaron la República por muchos años, convirtiendo a particulares suyos la población objeto, a la que sometían a su antojo, borrachos de poder y nadie más podía sacar la cabeza, porque se la cortaban, hasta que Santana se le impuso y se adueñó del Orbe con sus ideas y sus tropelías.
Después aparecieron Luperón y Lilís, Jiménez, Mon Cáceres y Horacio Vásquez y Trujillo, Balaguer, y ahora recientemente Leonel, Hipólito Mejía y Danilo Medina, como unos seres providenciales más que aspiran tutelar el infinito.
Pero no solo reproducen la historia del pasado los que han estado en el poder por más o menos tiempo y quieren volver a él con una proyección del pasado en un espejo, también aquellos con edades menores y sonrisas de ángeles con sus dientes de leche, que no han dirigido el poder y lo quieren repetir con sus ideas ancladas en el pasado como imagen objetivo de sus antecesores imprescindibles y de otros tiempos, al igual que la clonada oveja Dolly.
Producto de esto, muchos jóvenes talentosos con ideas nuevas en los partidos políticos han sido sacrificados por proyectos personales, de grupos aristocráticos y de fracciones burguesas para abrirles paso a la vieja regodeada clase dirigente.
El Partido de la Liberación Dominicana, que cada cuatro años renovaba de forma democrática sus cuadros dirigenciales y elaboraba políticas y planes hacia el futuro, sacrificó a sus jóvenes y el proyecto boschista reivindicativo para abrir el espacio a la repostulación de un grupo en el partido, y fuera de éste y de una fracción de clase de la burguesía dominante y congelar allí la historia persecula secuolorum; el Partido Revolucionario Dominicano en una lucha desgarrante entre momias del pasado se precipitó al abismo y de allí nació el Partido Revolucionario Moderno, tan viejo como la clonada oveja Dolly, que no ofrece nada nuevo ni a las presentes y mucho menos a las nuevas generaciones y allí trepide metido en un zanjón entre Luis Abinader e Hipólito Mejía; el Partido Reformista Revolucionario Social Cristiano, se fue a la tumba con su líder y fundador y allí se enseñorea con la muerte; las fuerzas políticas emergentes adolecen de los problemas y de los vicios históricos de las ya emergidas a ritmo de la balada alemana, y el futuro para ellos va de prisa, como los muertos y los vivos, perplejamente incierto.
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