Las condiciones objetivas y el imponderable que motivarían la reelección del presidente D. Medina
POR FERNANDO FERNANDEZ DUVAL
El domingo por la noche, antes de acostarme, por supuesto, vi la entrevista que le hizo desde el Palacio Nacional la presentadora de televisión, Jatnna Tavarez, al presidente de la República, Danilo Medina.
En esa entrevista, el presidente Medina abordó diferentes tópicos sobre la marcha de la economía, el crecimiento económico, la generación de empleo, la movilidad social y la reducción de la pobreza, la deuda externa y la capacidad de pago del país, el cumplimiento de las promesas de campaña, los diferentes proyectos que ejecuta el gobierno, la tercera línea del metro y el teleférico de los Tres Brazos-la 17, los servicios de salud, y de educación, la legitimidad de las políticas públicas, la opinión favorable a su gobierno y las visitas sorpresas, la critica que le hace la oposición a su gestión, su satisfacción personal y la cotidianidad familiar en el regazo del hogar y otros temas no menos importantes, pero de todos, el que más llamó la atención fue definitivamente el de la reelección presidencial.
En ese sentido, el presidente de la República, ante la pregunta si se reelegiría, sin ambages y resuelto, respondió:
“La nueva Ley de Partidos establece plazo para todo… establece una fecha en que los partidos tienen que inscribir los candidatos y establece la fecha para las primarias y eso es en el segundo semestre del año que viene. Ahora, nosotros a lo interno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) decidimos que hablaríamos de eso en marzo del año que viene, y en ese momento yo fijaré mi posición ante el país…” (Listín Diario 20 agosto 2018).
Esta respuesta abre en el imaginario de la población un abanico de múltiples interrogantes, además propende a que los dominicanos también se planteen algunas conjeturas alrededor de esa eventualidad.
Desde mi punto de vista, de acuerdo a esa respuesta, no cabe dudas que el presidente estaría dispuesto a buscar la reelección presidencial; y en efecto, establece la fecha de marzo, que estaríamos a un año y dos meses para la celebración de los comicios presidenciales de mayo 2020, como la hora veinticinco para fijar su posición definitiva sobre el tema, siempre –apunto yo- que las condiciones existentes se mantengan Ceteris paribus, maduren aún más a su favor y que esa aspiración logre certidumbre con la aquiescencia de los imponderables de la política dominicana, los poderes fácticos. Esas condiciones serían las siguientes:
Primero, una oposición con un liderazgo débil, con el principal partido de oposición dividido en dos grupos, uno de los cuales tiene una mayor propensión a aliarse con el sector gubernamental, que con su contrario en la aspiración por la nominación presidencial al interior de su propio partido.
Segundo, tiene el control absoluto del Comité Político, de las importantes secretarías general, de organización, de finanzas, del Comité Central y de la base activa, desestructurada de su partido, empleada en instituciones del Estado.
Tercero, las encuestas publicadas por los medios independientes le dan una opinión favorable en la intención del voto, por encima de los aspirantes de los partidos de la oposición y cercano al principal aspirante a la presidencia de la República de su organización política.
Cuarto, tiene a su favor más de las dos terceras partes de la matricula de la cámara de Senadores, y en la cámara de diputados puede obtener esa mayoría con la misma facilidad que la obtuvo para aprobar la Ley de Partidos y sancionar de esa manera a su favor la Reforma Constitucional que posibilitaría la reelección presidencial.
Quinto, influye en las llamadas Altas Cortes, específicamente en el Tribunal Superior Electoral, en la Junta Central Electoral y en el Tribunal Constitucional, este último, que puede modificar antes de marzo para producir a su favor un cambio en la correlación de fuerza, convocando al Consejo Nacional de la Magistratura para sustituir a algunos de sus miembros, que ya cumplieron con los tiempos y las edades previstas por la ley para seguir formando parte de ese cuerpo. Así se curaría en salud en caso de que se lleve a ese tribunal cualquier instancia en contra de la Ley de Partidos; igualmente, podría tener ganancia de causa si se revisase el transitorio en la Constitución de la República que le prohíbe al presidente Medina volver a postularse.
Sexto, un factor imponderable, que el presidente no controla, que puede modificar las condiciones anteriores, y que sería la clave que despejaría cualquier incertidumbre para introducir la reelección, es la posición que adoptarían los poderes fácticos de República Dominicana, es decir, el frente oligárquico, nombrado así por el profesor Juan Bosch, integrado por la embajada de los Estados Unidos, las diez familias más poderosas del país, la iglesia Católica y en menor medida las diferentes denominaciones protestantes coaligadas en el Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE).
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