¿Qué esperamos de 2018? Más de los mismo.

¿Qué esperamos de 2018?

Por Denis Mota Alvarez

Hoy iniciamos un nuevo año. Las expectativas sociales y económicas, que hacen posible una mejor calidad de vida para población, constituyen el lado esperanzador del año que se inicia.

Sin embargo, la gente, el pueblo llano, el ciudadano de a pie que tiene que liderar cada día con el rompecabezas de arañar lo necesario e indispensable para sobrevivir ha perdido la fe en las promesas y en las estadísticas de crecimiento de la economía nacional, porque a fin de cuentas esos números no se reflejan en mejorías de la calidad de vida.

Ahora bien, como no solo de pan vive la gente, la sociedad dominicana está inmersa en una descomposición social, en una degradación moral y en una incertidumbre ocasionada por la inseguridad ciudadana, que acorralan a dominicanos y dominicanas, sin importar el rango social, porque de un tiempo a esta parte la vida vale menos que un “peo de chivo”. Cualquier delincuente, por arrancar un celular, una prenda y hasta los cabellos de una mujer, es capaz de darle primero un tiro y luego registrarle los bolsillos y la cartera para comprobar, después de muerto, que el asaltado andaba sin nada de valor.

La violencia intrafamiliar es una epidemia social, que se manifiesta en los planos sicológicos, verbales y de agresión física, que coloca a Dominicana como uno de los países con una de las tasas más alta en  el mundo en materia de feminicidio, con relación al número de habitantes.

La corrupción es un mal endémico en el Estado y en el sector privado. Ninguna institución ni funcionario está libre de ser tentado, desde el sector privado, para acometer delitos de prevaricación y defraude de los bienes públicos. Lo lamentable es que desde la sociedad civil se nos hace creer que el problema está enquistado en los gobiernos y  funcionarios, cuando lo cierto es que no puede haber corrupción sin la participación del corruptor y el corrompido. Simplente  somos un país corrompido hasta los tuétanos.

El esquema de desarrollo del país, casi siempre, anda divorciado de las necesidades de la gente. Se implementan programas y se ejecutan obras sin la participación ciudadana y los reclamos para resolver las necedades de las comunidades como, por ejemplo: agua, luz, sanidad, reparación de calles, caminos, carreteras y cañadas no encuentran oídos en los funcionarios, porque las obras grandes son las que dejan “jugosas tajadas de comisiones”.

¿Qué esperamos de 2018? Más de los mismo. La continuidad del tirijala hacia lo interno de los partidos, en esa guerra de puñales en manos entre los grupos que se disputan la supremacía con miras a imponer candidatos a los cargos elegibles más importantes, como la presidencia de la República, es el caldo de cultivo cotidiano. El PLD lleva varios períodos al frente del Estado, ayer con el PRSC y hoy con el PRD y esos cuatrienios han estado matizados por una campaña diaria dirigida a permanecer en el poder, y dice el expresidente Leonel Fernández, hasta el 2040.

Esa permanente campaña tiene un alto costo para el país. Quienes desde el estado “trabajan” por la continuidad, ya sea la reelección o la simple permanencia, se nutren de los fondos públicos para montar campañas, comprar conciencias, financiar alianzas con organizaciones bisagras y otras pequeñas para llenar fraudulentamente  las urnas y garantizarse cuatro años más.

Los hizo el Partido Nacional de Horacio Vázquez y lo continuaron el Partido Dominicano de Tujillo, el Reformista de Balaguer, el Perredeismo de Hipólito y el Peledeismo de Leonel y Danilo.

A esta realidad, hay que sumarle el problema migratorio. Independiente de los tecnicismos legales y diplomáticos, el río de haitianos hacia el país es el mejor refugio económico para nuestros vecinos  y gobiernos dominicanos temerosos de asumir el problema están dejando, con la complicidad del empresariado, sediento de manos de obra barata, de grupos de la sociedad civil y de las iglesias, que obedecen a financiamiento internacional, que la inmigración ilegal desborde las posibilidades de frenar y regularizar un problema de política interna. Haití tiene como principal industria: exportar la pobreza, en su condición de Estado fallido. A nosotros vienen los haitianos menos calificados o los estudiantes. Canadá, Estados Unidos y Europa reciben a los profesionales e intelectuales.

Esta situación aplica también a la oleada incontrolada de ciudadanos venezolanos que entran con una visa de turista y se quedan a vivir y a trabajar en el país con un estatus migratorio en el limbo y forman familias y obviamente los hijos nacidos aquí, más temprano que tarde, reclamarán su condición de ciudadanos dominicanos.

En este contexto, en 2018 no se avizoran grandes promesas para encausar a la sociedad dominicana hacia un desarrollo inclusivo, donde el crecimiento económico se extienda a todos sectores sociales y no se quede en el 3% del sector productivo y los pocos ricos sean más ricos y el pueblo llano más pobre.

De todos modos, saludamos al 2018 con deseo de prosperidad y paz.

 

 

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