El terrorismo, sangre inocente y conmoción social
El peso del terrorismo sacude la cotidianidad doméstica global sembrando incertidumbre y ese vivir agitado de las grandes ciudades se ha vuelto un estado de angustia ante el aletear de la sangre en los espacios públicos, donde jóvenes árabes o devotos del yihadismo se comprimen el pecho con explosivos, embisten con un vehículo la muchedumbre en calles y aceras y apuñalan a inocentes en una carrera suicida en constante búsqueda de la ruptura de la paz en nombre de Alá, un Dios que ellos pintan ciego a lo maravilloso del vivir.
Más que el curiosear del cuchillo detrás de pechos y vientres inocentes e indefensos, se asiste a la proliferación del pánico y el miedo colectivos, inspirados por organizaciones que coordinan y dirigen barbaries y orgías asesinas con “lobos solitarios” en acciones que violentan los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como los principios de democracia y de respeto al Estado de Derecho, que ellos también reclaman en nombre de su etno-nacionalismo religioso.
Ignoro cuáles son los factores causales para que un país como el nuestro sea inscrito en la agenda enloquecida del terrorismo. En enero de 2004, el gobierno del entonces presidente Hipólito Mejía dispuso el envío de 603 soldados dominicanos a cumplir misiones en el campo de batalla en Irak y pensé que ese desatino diplomático-militar podía ponernos en la mira del terrorismo islámico.
Lo cierto es que el creciente auge del terrorismo me produce pánico cuando entro en los grandes centros comerciales, hoteles, aeropuertos y qué decir de los aviones, ando chivo porque un bombazo puede acabar con nuestros días; pero hay que cumplir con las obligaciones sociales y labores, aunque son tiempos en que la zona de confort más segura es el hogar.
La sociedad global asistió este fin de semana pasado al accionar de los grupos terroristas en Europa, desde Las Ramblas de Barcelona, donde murieron 13 personas atropellas por una furgoneta, a los yihadistas de Ripoll que intentaron una masacre a cuchilladas en Cambrils, Tarragona, donde murió una persona y varias resultaron heridas.
En Finlandia, el principal sospechoso de apuñalar a diez personas, de las cuales dos resultaron muertas, el pasado viernes en la ciudad de Turku, es un joven de apenas 18 años y nacionalidad marroquí.
Un atentado en Uagadugú, capital de Burkina Faso, dejó al menos 18 personas muertas y 20 heridos el domingo 13 de agosto. Hombres armados irrumpieron por la noche en un café de una calle céntrica de la ciudad, donde se celebraba una fiesta, y empezaron a disparar en la terraza contra los clientes.
En el mes julio el terrorismo golpeó con saña a Rusia, con un atentado con bomba en el Metro de San Petersburgo. El ataque causó en el acto al menos diez muertos y decenas de heridos.
En los Estados Unidos el yihadismo, por un lado, y ciudadanos con frustraciones sociales y problemas siquiátricos, por el otro, sorprenden con masivas matanzas periódicas. Al menos tres muertos, incluido el agresor, dejó un tiroteo el pasado sábado en un centro comercial del condado de Miami-Dade.
Como se ve, en los ataques citados, los terroristas van modificando sus métodos de organización y funcionamiento, intentando aprovechar las debilidades de los Estados y recurriendo a las modernas tecnologías de la información para aumentar el impacto de sus atentados.
Es una insensatez creer que asesinando a los adversarios políticos o religiosos se resuelven los problemas de las sociedades o grupos étnicos-religiosos que promueven la muerte y las heridas físicas y sicológicas de inocentes, dañan la economía de los países y siembran el horror y conmoción social en los Estados y gobiernos y la desesperación y angustia en la gente.
¡Que el Alá bueno del islam meta sus manos!
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