POR J. ESTÉVEZ ARISTY / !No, a un Estado donde los funcionarios no se dejan ver…¡ Presidente Abinader
J. Estévez Aristy
La invisibilidad del Estado dominicano en el seno de las familias dominicanas, ha sido una constante.
La noción de gobierno nacional la observa el pueblo como una entidad situada en la península del fin del mundo.
Los Ministerios y Direcciones gubernamentales son vistas por los ciudadanos comunes como paredes y puertas amuralladas, donde muy pocos tienen acceso y en donde la frustración de ser escuchado es desgarradora.
Los funcionarios dominicanos de primera y segunda categoría están blindados por su propio hermetismo. Sus manos no saludan al pueblo y sus voces son inaudibles en las orejas del populacho. Clase aparte y mundo aparte, desoyendo al pueblo que votó por su cortesanía en un proceso electoral donde antes se les pelaba el diente.
La realidad es que un presidente de la República no se puede clonar y no puede estar entre los sectores marginados que reclaman su presencia.
Al parecer, Abinader gobierna sin ministros, sin reproductores, dirigiendo una política estatal sin el concurso de sus cortesanos, como único actor de conciencia y filantropía.
Sin embargo, debo aclarar que estar el presidente en un sitio determinado no es estar en todo el país. Escuchar a un desamparado no es oír a todos los desamparados de la patria, por más propaganda ineficaz que se haga desde arriba. Así las cosas, pintar el frente de una casa, no es pintar con sus propias manos todas las casas sin pintar o mal pintadas del territorio nacional.
Los Consejos de gobiernos provinciales, son pajas para pocas garzas. Los organismos provinciales de dirección política y los funcionarios electos, se encargan de monopolizar las visitas presidenciales a provincias y municipios, y es por eso que al presidente electo por todos sólo les ven dos o tres egoístas y oportunistas.
El presidente no debe de ir ni a edificios ni a casas de sus servidores, sino internarse en los barrios populares y llegar a las casas de los indigentes, violando las reglas egocéntrica de las direcciones políticas provinciales.
Senadores, diputados, gobernadoras, alcaldes, regidores y direcciones provinciales se comen al presidente ripiao, sin darle un cachito a nadie. Estos y justo después de sus. nombramientos, les huyen al pueblo como el diablo a la Cruz e Ingratos como son, olvidan y menosprecian al ser popular llano como si no dependiera del bolsillo de este el pago de sus jugosos sueldos, a través de los odiosos impuestos.
Es por ello, señor presidente, que urgentemente hay que implementar El Estado rodante.
Así las cosas, el Estado debe llevar a cabo, en primera instancia, el proyecto del médico familiar, para que este ruede desde el hospital donde labora hacia los hogares de las masas enfermas y desprotegidas que muchas veces no cuentan ni con pasajes para ir a mendigar, en una emergencia inhumana, un turno para su atención.
De este modo, la medicina preventiva dará mejores resultados que la curativa, si logramos que en un mes el médico familiar vaya a evaluar la salud, justo en las salas de las casas de los Juan de los Palotes y de todos los hijos de Doña Machepa.
Y en ese orden del Estado rodante, un sociólogo o un sicólogo irían a los hogares dominicanos a evaluar y solucionar problemas de malas conductas familiares y sociales, confrontaciones matrimoniales y problema de control y crianza de los hijos u otros asuntos meritorios de una recomendación profesional atinada y sabia.
De igual forma, un economista o contable visitaría una vez al mes los hogares dominicanos a fin de reorientar su economía, descubrir sus potencialidades para la micro empresa, poner el crédito blando a su servicio y darle asesoría y seguimiento financiero en el negocio implementado o por implementar.
Con esas tres medidas se reduciría los problemas de salud, se limitaría los divorcios, la violencia intrafamiliar y los problemas delincuenciales, en tanto crecería el bienestar familiar con un aumento del empleo sectorial, esto último a través de la implementación de la microempresas familiares y con créditos muy blandos.
El Estado es impotente para darle empleo a todo el mundo y la masa desempleada perremeista no va a votar por la reelección del PRM por más cuentos gubernamentales que invente Milagros Ortiz Bosch u otros funcionarios, desconectados de la realidad social dominicana, bajo los mareos de un aire acondicionador y un sillón de confort.
Entonces con visitas caceras puntuales, el Estado dejaría de ser invisible, y ya no se conservaría como mundo aparte que no llega a ninguna parte, indiferente, distante, con nombres y apellidos desligado de la mote de la gente baja.
Si a todo esto sumamos el subsidio del gobierno a los comedores privados para que el plato de comida se venda a 25 pesos, favoreciendo a madres solteras y viudas, así como a envejecientes que están pasando hambre, el Estado tangible no sería una ficción, algo como situado en la cúspide del Pico Duarte o del otro lado de la ineficacia y de la manzana y calle de la irrealidad e incompetencia.
Esas políticas públicas directas contrarrestarían a las políticas generales gubernamentales, aquellas que no las siente el pueblo y que no les importa a la gente llana. A la gente de piel de calle y callejones solo le interesa, de entrada, la solución de sus problemas económicos, de salud y de hambre.
El Estado rodante es una demanda nacional innovadora. Usted, presidente Luis Abinader, está en el deber de zafar candados y llavines de tan inoperantes e imperceptibles ministerios y direcciones públicas que parecen privadas y detentadoras de una cruda insensibilidad social.
El cambio que usted prometió debe retomar la consigna peñagomista «Primero la gente». Y yo agrego, desde, para y en el corazón de cada hogar pobre dominicano.
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