El asomo, un presagio de la muerte
Por Miguel Ángel Cid Cid:
—Mariolinda, yo me soñé con Nieve anoche. Hai que tai preparao por cualquier cosa–, dijo Don Luis a mi madre. La respuesta no se hizo esperar, —¡cuidao Lui! que la cosa dei diablo no se anuncian–, ripostó cortante Mariola. Al rato, en la esquina izquierda del comedor, timbró el teléfono de disco, color negro como azabache, “rrrrrrrin, rrrrrrrrin, rrrrrrrrrin”, —aló, aló. Cómo están por allá. ¡¿Qué?, ay dios! Papi, ¡se murió Nieve!–, exclamó él “Cuñao”, como también llamábamos a José, mi extinto hermano.
Antes de José terminar el anuncio, ya Don Luis, como si supiera el final, estaba en el baño, apresurado en salir para el Cupey de Puerto Plata, donde vivía Nieve. Desde la bañera, mi padre vociferó a mi madre –tu ve Mariolinda, yo sabía que eso era Nieve haciéndome asomo. Él andaba reclamando el machete que yo no quise darle cuando vino hace dos meses–.
En efecto, según la tradición mágico-religiosa, con tendencia al catolicismo, muchas personas se asoman ante sus seres queridos para despedirse antes de partir al más allá. En otras ocasiones, el moribundo visita a algún relacionado para cobrar una deuda que quedó pendiente de ser honrada. Puede incluso, reclamar favores o peticiones que le fueron negadas al agonizante sin justificación en su momento. Mi tía Hilda Cid y sus hijas, atraen con facilidad la visita de quienes van a morir, a ellas, siempre le hacen asomo.
En la tradición, luego de anunciar el fallecimiento de un ser querido, vienen los arreglos a las alucinaciones, dándole carácter de asomo. Igual acontece cuando cantan la lotería, todos los sueños se recomponen en función de los números premiados y aparecen mil anécdotas parecidas a la de los asomos.
Se dice incluso, que en muchos casos, los muertos quedan en el limbo cuando ellos dejan alguna deuda en esta vida.
En tal razón, en mi familia estamos esperando con ansiedad el momento en que mi tía Hilda se entere que Zeneyda murió hace 8 meses. Las hijas de Hilda, se niegan rotundamente a informar a su madre sobre el deceso de mi hermana. Según ellas, mi tía no soportaría el impacto de la noticia debido a su avanzada edad.
Ahora, aquí, en mi casa, estamos seguros que, sea tarde o sea temprano, tía Hilda se enterará de la triste noticia. El impacto es impredecible. No obstante, puede adelantarse que pagarán justos por pecadores. Yo por mi lado, me pregunto:
¿Cuáles serán las anécdotas de los asomos hechos por Zeneyda a Hila?
¿Acaso la creatividad senil recompondrá sus historias tan coherentes como si hubiera sido ayer?
Por su lado, cuando Don Luis Emilio Cid salió del Cupey para Santiago, acompañado de Doña Mariolinda, ya tenía en su haber más de cinco asomos hechos por Nieve a él.
Los asomos, narrados por los que sobreviven a los muertos son interminables, se generan en todos los niveles sociales, los que les cuento hoy corresponden a mi experiencia cercana con la muerte.
Lo bueno de narrar un asomo es que nadie osa dudar de la veracidad de las historias, sin importar si se contradice con otras. La suya es única, y siempre será así. Nadie recibe un asomo igual al de otra persona.
Si usted hace alarde de no ser religioso, no importa mi amigo, contar una historia de asomo nunca ha sido, ni será, exclusividad de los creyentes. ¡Ve!, cuenta el tuyo y sé parte de la narrativa lúgubre en el patio de un velatorio. La familia del muerto siente aliento al saber que el difunto te visitó. Nunca permitas que tus familiares y seres queridos queden en el purgatorio porque le negaste una visita.
Quién sabe, quizás Zeneyda anda como un ánima del purgatorio, esperando concluir su visita a su tía querida.
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