POR MIGUEL ÁNGEL CID / Honor a Claudio Pacheco sobre su Rocinante bayo
Santiago rinde honores a su hijo. El santiaguero acostumbra reconocer sus mejores frutos en el arte, un oficio o un servicio a la ciudad. Es el caso del Maestro Claudio Pacheco, el que tiñó de colores el Quijote.
El Centro de la Cultura de Santiago, en efecto, distinguió el viernes recién pasado al Maestro de las artes visuales. El acto, se realizó en la Galería Yoryi Morel del Centro de la Cultura. Consistió, en desvelar las obras que quedaron colgadas en el taller de Claudio Pacheco.
Víctor Chevalier, director de la Galería Yoryi Morel y curador de la exposición, destacó la calidad de la obra artística del Maestro Pacheco.
El ojo de Claudio es como el ojo de Dios, observa lo que nadie ve. Fija en sus lienzos una imaginación inagotable. Rene De los Santos, diría: sus “sueños danzan en un recorrido de colores” que el artista renueva en cada obra. El colorido de la paleta de Pacheco, en consecuencia, es irrepetible.
Miguel de Cervantes, alucinó con un caballero triste y derrotado, Tony De los Santos, quedó fascinado con la psiquis y la paranoia del dominicano, creó “EL CHIVORUM”. Pacheco, por el contrario, negó la amargura del caballero, se emborrachó de alegría y fue hechizado por un Quijote cibaeño.
El Quijote, teñido de mil colores, contagiado del gozo peculiar del caribeño, emparejó su Rocinante bayo, paseó por el centro de la Hidalga, entró a la Galería Yoryi Morel del Centro de la Cultura y ahí lo esperaba su Dulcinea. Claudio Pacheco, recogió los honores, sonrió a carcajadas y prosiguió su trote.
La muestra estará abierta del 24 de febrero al 15 de marzo del presente año. Los asistentes podrán hacerse de un Quijote Caribeño para alegrar sus galerías privadas.
La actividad, además, estuvo presidida por Robinson Aybar, director general del Centro de la Cultura de Santiago, quien dio apertura al evento; y Marisol Torres, viuda del Maestro Claudio Pacheco.
Invito a leer la presentación de Claudio Pacheco en el brocharé de la exposición: tomado de acento.com.do y otros diarios digitales en noviembre 2018, titulado: “Claudio Pacheco, el que tiñó de colores el Quijote”, de la autoría de quien suscribe.
Claudio Pacheco, el que tiñó de colores el Quijote
La pluma de Miguel Cervantes, engendró «El Quijote de la Mancha», la más emblemática figura de la literatura hispánica. El pincel del maestro Pablo Picasso, parió las diferentes imágenes descritas por Cervantes en la legendaria novela de caballería. Siglos después, Claudio Pacheco, montado en un Rocinante bayo cargó con el cubismo y de esa simbiosis salió un Quijote colorido. El Maestro colmó de colores y alegría al caballero de la triste figura.
El pintor santiaguero, impregnó toda la gama cromática característica del Caribe en la figura de Don Quijote de la Mancha. Los colores vivos e intensos del trópico, cobraron savia al amparo de Pacheco. Cervantes concibió la idea, Picasso le dio forma monocromática y Pacheco renovó la energía pura en la figura del Quijote. En Claudio Pacheco, ya no existe el caballero de la triste figura. Ahora cabalga un Quijote alegre y bailarín, borracho con el néctar de la caña, el azúcar y el alcohol.
El Maestro Pacheco, como le llamaban sus amigos, cabalgó por los «Tristes trópicos» cargando alegre la deuda que la sociedad contrajo con él y se negó a pagarle. Asumió el compromiso como suyo y la pagó con creces colores tras colores. Lo trópicos, saltaron de alegría y dejaron atrás la tristeza pregonada por Strauss al saberse pintados de «amarillo y colora’o», negro, azul, verde, lila y blanco…
En suma, Pacheco era una caja cromática inagotable. Todo lo que tocaba se transformaba en alegría teñida de mil coloraciones.
En esa travesía, el Maestro Pacheco salpicó de matices a Don Quijote, la Ciudad Corazón y a sus personajes emblemáticos. Si bien El Quijote Caribeño es su obra excelsa, no menos grande es el Dionisio, el López Cabral, el poeta de Santiago. Así como el poeta vilipendiado fundió el ron con la poesía, Pacheco supo pintar de colores cañeros el rostro de Dionisio. En el retrato, Pacheco deja ver el alcohol que brota por los poros, la mirada y el pensamiento del poeta.
Es imposible que Cucharimba, el mago y bailarín de los Minas viejo recalado en Santiago escapara de los matices del pincel de Pacheco. La chaqueta negra y roída del viejo Cucha tomó renovado brillo, como si fuera una pieza salida de las pasarelas primaverales. En verdad, ver el lienzo donde Pacheco deslizaba la escobilla empapada de colores es como percibir a la Cuchara danzando sobre el dugout de las Águilas Cibaeñas.
El Maestro Pacheco, debió pintar el momento en que el pelotero Nelson Norman bateó de línea sobre el dugout aguilucho y le fracturo tres costillas a Cucharimba. De ser así, veríamos conjugadas en la pintura, el batazo como un rayo y la energía exhalada por el viejo Cucha al ser golpeado por la pelota.
Y así era, porque Pacheco cultivó la virtud de fusionar los colores con su alegría característica, cual si se tratara de una obra de un solo tono.
El que pintó el arcoíris santiaguero, el Maestro Claudio Pacheco, expiró la madrugada del 5 de septiembre 2018, en el Hospital Regional Universitario José María Cabral y Báez, Santiago. La causa del deceso se debió a un fulminante infarto al miocardio.
Claudio sobresalió por sus obras pictóricas basadas en la figura de Don Quijote y los performances que realizaba en honor a los misterios. Realizó varias exposiciones, tanto en la República Dominicana como en distintos países caribeños.
Trabajó como gestor cultural en Casa de Arte en Santiago y en el Ministerio de Cultura. Los clubes y organizaciones culturales tenían en Pacheco un aliado y colaborador incansable.
El Maestro Pacheco, colmó de colores caribeños a Don Quijote y desde entonces, en vez de cabalgar por la manchega llanura anda al tropel por el Valle del Cibao. ¡El Quijote ahora es nativo del Caribe!
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