“Anneris, tú estás encerrada en esa tumba y ese asesino está dando vueltas”, gritan parientes en sepelio

Había que recorrer un camino estrecho, arenoso y profundo para llegar al panteón del cementerio Cristo Salvador donde serían sepultados los restos de Anneris Peña.

El difícil acceso no impedía que poco a poco las personas se fueran acumulando encima de ataúdes y pequeños rincones desocupados.

El ataúd blanco que fue trasladado en un antiguo vehículo verde desde la funeraria municipal de Villa Carmen fue sacado por cuatro hombres, quienes en algunos momentos perdían el balance ante las malas condiciones del terreno.

Cuando ubicaron el féretro encima de otra tumba y acomodaron las coronas de flores con mensajes de consolación para los familiares, las manos de Miledy Montero se mantuvieron encima de este mientras lo acariciaba.

No la quería dejar ir otra vez. Ella fue la última persona que habló con su prima el pasado jueves, quien momentos después de la conversación fue asesinada por un asaltante que robó la joyería en donde trabajaba en la Calle del Conde.

“Ay, tú me dijiste yo te llamo después que tengo un problema, pero yo no sabía. Ay, yo no sabía lo que estaba pasando, yo te lo juro. Ay Dios mío, tú estabas ahí con ese desgraciado”, decía con voz entrecortada y pausada.

A pesar de que la mayor parte de personas estaban cerca del féretro, alguien todavía mantenía distancia. La madre de la víctima, Fermina Pérez, estaba detrás de todos sufriendo, pero de repente y con pasos lentos fue, se lanzó encima y comenzó a llorar desconsoladamente por el asesinato de su hija más pequeña. “Ay caramba, ese no sabe lo que ha hecho”, repetía.

Después de 20 minutos de ceremonia varios hombres comenzaron a levantar la caja, lo que generó gemidos de dolor entre los asistentes, quienes no creían cómo una mujer tan buena había terminado dentro de un panteón por culpa de la violencia que arropa a la sociedad dominicana.

La dificultad de entrar el ataúd en su última morada seguía haciendo que los sentimientos de los presentes se destrozaran. Tú estás cerrada ahí, y ese asesino está dando vueltas”, expresaba otra vez Miledys mientras se recostaba de otro pariente.

El dolor les embargaba pero de todos modos pedían misericordia para el alma del asesino de la mujer que dejó a tres hijos en la orfandad. “Pedimos a Dios que tenga misericordia de ellos y que los cubra y que ese delincuente una vida más no la vuelva a tomar, que Dios tome el control y la justicia”, dijo rodeada de varios parientes una allegada a la familia.

Casi al finalizar el sepelio un amigo de Anneris se paró delante de los parientes y frente a todos recitó una poesía en memoria de la mujer que cumpliría 41 años el 30 de octubre.

“Anneris, como un cadáver no piensa, vengo hoy a pensar por ti. No era hora de partir; te empujó la delincuencia, aunque no sea el desagravio que tu pudieras merecer, que todo el peso de la ley caiga encima del malvado”, vociferó el señor mientras se escuchaban al mismo tiempo los quejidos de los demás.

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