Periodista visita a una vidente que lee el pasado y el futuro en el culo

Visita a una vidente

Por Antía Castedo/ Fotografía De Silvia Ospina

¿Sabía que hay personas que le adivinan el futuro con solo mirarle las nalgas? la periodista Antía Castedo se le midió a mostrarle las suyas a la única rumpóloga —así se llaman las pitonisas del trasero— que hay en el Reino Unido y acá nos cuenta qué le depara la vida según su culo.

No era, faltaría más, la primera vez que enseñaba mis nalgas. Ni tampoco la primera vez que alguien las tocaba. Pero nunca habían examinado mi trasero con un interés tan “científico”. Me quité los pantalones en una calurosa tarde de junio y coloqué mis nalgas en el campo de visión de Sandra, a escasos centímetros de ella. Yo estaba parada y ella, detrás, sentada en una silla. Casi podía sentir su aliento mientras iba desgranando los secretos que esconden (para quien sabe descifrarlos) las líneas, lunares y formas de mi trasero.  

Todos llevamos el futuro escrito en nuestro trasero, o eso es lo que Sandra opina. No solo eso, sino que las nalgas son una especie de enciclopedia de nuestra vida. La nalga izquierda expresa el pasado, mientras que el futuro está agazapado ahí mismo, entre el músculo, la carne y la celulitis de nuestra nalga derecha.

“Si tu pasado está en la nalga izquierda y tu futuro en la nalga derecha, el presente es un agujero negro”. Negro o no, el chiste de mi amigo incidía en un aspecto del asunto que, debo admitir, me causó gran inquietud en los días previos a mi visita a la vidente.

Se imaginarán que la perspectiva de que una desconocida pudiera indagar en el agujerito me producía escalofríos. De hecho, el oficio tiene incluso un nombre: rumpología.

No les contaré lo que dice porque pueden leerlo ustedes mismos. Pero me parece relevante contarles que la reina de las rumpólogas del mundo no es Sandra Amos, sino la madre del famosísimo actor de Hollywood Sylvester Stallone. Jackie Stallone, astróloga, mantiene que la rumpología es un oficio tan viejo como el más viejo de los oficios. Que ya lo practicaban los babilonios, los antiguos griegos y los romanos.

Sandra nos recibió con una sonrisa, pero ni siquiera nos dio la mano. Supusimos que estaba demasiado nerviosa y se lo perdonamos al instante. Luego salió corriendo a la tienda de la esquina para traer papel higiénico, ya que ambas teníamos una necesidad imperiosa de ir al baño y la vidente se había quedado sin papel.

Sandra afirma que tiene un don que le permite leer el alma de las personas a través de cualquier medio. Una simple mirada es suficiente, solo necesita “conectarse” con los que ella llama sus guías. Tiene tres: un indígena americano de Dakota del Norte, un médico con gafas y una monja. Lo de las gafas es importante porque Sandra dice que cuando el médico “se mete” en su interior, como es corto de vista, a ella se le nubla también la mirada.

Sandra tiene 58 años y lleva 18 leyendo nalgas, aunque no es su ocupación principal. También trabaja seis días a la semana, muchas veces en turno de noche, en una línea telefónica de tarot.

Su afición por leer el futuro en traseros ajenos comenzó en una fiesta y fue una ocurrencia de uno de sus amigos, que le pidió en broma que le leyera el culo. Sandra dice que acertó muchas cosas y decidió entonces incorporar la técnica como parte de su bagaje adivinatorio.

Uno de los principios de la rumpología consiste en fijarse en la forma de la nalga y “Si son redondas, significa que la persona es extrovertida. Si son planas, como las de Amy Winehouse, indican una personalidad adictiva, obsesiva. Si son llenas, como las de Kim Kardashian, indican una persona arrogante y exigente. Y si tienen forma de pera, hablamos de alguien sensible, emocional, comprensivo”.

Entramos en su salón y llegó el momento de quitarme los pantalones. Sandra se sentó en una silla y yo me puse de pie delante, de forma que mis nalgas quedaran frente a su cara. Nunca he sido una persona muy pudorosa. A esas alturas, la vidente y yo ya habíamos alcanzado cierta confianza como para no sentirme incómoda, a pesar de la presencia de Silvia y su cámara.

Sandra me rozó el culo. Comenzó. “La nalga izquierda, lo dice esta línea…”. Supongo que esa línea debía ser una de esas estrías que odio tanto, pero me era imposible desde mi posición ver lo que ella estaba señalando.

“Has tenido dos relaciones muy difíciles. De la última tuviste que salir corriendo. Fue una decisión muy dolorosa, pero tenías que hacerlo”.

Sin comentarios.

—¿Está muerto tu padre?

—No.

—¿Has chocado con tu madre?

—Tu madre tiene una forma muy tradicional de hacer las cosas. Se hace cargo de todo. Si viniera aquí, empezaría a mover todos mis muebles, a poner las cosas en el lugar que a ella le parece mejor—… En esto acertó.

La lectura de mi pasado duró más bien poco. A Sandra no le gustó mucho lo que vio:

—Has sufrido mucho y has tenido que aguantar cosas que no hubieses debido.

Yo preferí no responder, aunque ella tampoco me dio mucho tiempo. Se limitó a decirme que debo dejar de darle vueltas al pasado y centrarme en el futuro. Porque me espera un futuro brillante.

—Hay un hombre a tu alrededor y otro que va a venir.

—Vas a tener que elegir entre ambos.

Cada cierto tiempo tocaba suavemente una zona de mi nalga derecha y complementaba su lectura con lo que le iban diciendo sus “guías”. En algún momento, incluso, se rio porque uno de ellos le explicó algo gracioso.

No me pidió cambiar de postura ni necesitó, por fortuna, que yo me quitara las bragas. Tampoco manipuló mi trasero. Puede decirse que la rumpología es un oficio casto e higiénico, al menos tal y como lo practica ella.

La vidente volvía una y otra vez al tema sentimental. Tuve la sensación de que había decidido que su cruzada ese día era conseguir que yo me quedara con “el hombre de mi presente”, y no con esa “tentación” que iba a aparecer, según ella, en agosto.

“Tienen tanto en común y él nunca se ha sentido así. Nunca ha conocido a nadie como tú”, dijo. Me pareció halagador y, por otro lado, una obviedad. “Me gusta su energía. Lo que tienen es de verdad. Es probable que en septiembre se comprometan. Puede ser algo para toda la vida”.

Tragué saliva e intenté aparentar frialdad.

—Yo nunca he querido casarme, Sandra.

—Bueno, será algo sencillo, por lo civil —zanjó ella.

A esas alturas yo ya estaba un poco cansada. Llevaba media hora de pie, girando la cabeza hacia atrás para poder hacer contacto visual con Sandra.

En el tren de vuelta fui pensando en lo que me había dicho. No sé si Sandra tiene un don, aunque espero que acierte con algunas de sus predicciones. Me gustaría escribir un libro, pero lo de casarme lo veo muy improbable. Lo que no pienso cambiar es mi alma de gitana.

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