POR J. ESTÉVEZ ARISTY / La sonrisa de Gonzalo Castillo explicada por Luisito Rey y Fernando Maldonado
POR J. ESTÉVEZ ARISTY
El expresidente Danilo Medina, aunque no esté preso, Gonzalo Castillo, Donald Guerrero y José Ramón Peralta son los principales implicados en el expediente corruptivo denominado por la Procuraduría General de la República, la prensa y el pueblo como Operación Calamar, capaz de manejar ligeramente y a su antojo un presupuesto nacional como si fuera propio sin agenciarse ni una facturita para comprar siquiera un papel de baño.
Tres de los implicados en esta red corruptiva, antagonistas todos de los héroes del comic estadounidense Los cuatro fantásticos, han tomado el asunto muy en serio, excepto González Castillo, quien se quita la mascarilla, le sonríe a la prensa como un imperturbable sin vergüenza, pica un ojo evidenciando su despreocupación, así como su estirpe de piraña prehistórica y su ADN de caimán pasivo a la orilla de un turbulento río.
La sonrisa de Castillo se podría interpretar como la de un bufón de la vieja Sevilla española, que seguro de los resultados judiciales a su favor, soporta como si nada la exposición pública rodeado de custodia judicial, la colocación de un chaleco antibala y un casco de prisionero vietnamita, así como la situación de sacarlo de una prisión preventiva hacia un Palacio de Justicia e introducirlo de nuevo, desde este mismo Palacio hacia la ergástula de un calabozo reservado para los delincuentes comunes.
El hecho de imponerle recientemente a Gozalo Castillo como medida de coerción arresto domiciliario y presentación periódica, podría evidenciar en su sonrisa picarda, casi cantinflesca, la seguridad del reo pillo en la resolución favorable del alarmante proceso judicial que se lleva en su contra.
Algunos psicólogos y sociólogos, conocedores de la conducta humana y de la sociedad en sentido general, consideran que hay un desorden sicológico que bulle en el cerebro de aquel candidato del PLD, quien con la misma desfachatez de su rostro actual visitó a un brujo en plena campaña electoral y subió a un menor de edad en la parte delantera de un avión dizque para enseñarle a volar. ¡Dios mío!
Oí a un amigo siquiatra decir también que el Gonzalo Castillo de cara de mime, «sonrisa de medio lao como la del Pedro Navaja compuesto por Rubén Blades», y ojo guiñado como la de un despistado medieval sin conciencia de la peste negra de 1347, no estaba muy bien de la cabeza.
Sin embargo, no, nada de eso. Deteriorada su imagen pública y privada, familiar y social, ante cristianos y ateos, esa sonrisa expresa lo contrario de lo que aparenta ante todos.
En una estrofa de textura sentimental, Luisito Rey escribe y canta, explicando de antemano la extraña actitud del candidato morado de las reflexiones y opiniones absurdas: «Frente a una copa de vino / yo me río de mí, / me da una pena tan honda, / que me tengo que reír.»
Por su lado, Javier Solís entona las letras del compositor mexicano Fernando Z. Maldonado, interpretando a su vez la sonrisa y risa del político dominicano cuya fortuna cuestionada, mínimamente distraída y en su mayor parte congelada, se calcula en más de 30 mil millones de pesos. Veamos a Solís interpretando al poeta Maldonado:
«Payaso, / soy un triste payaso/ que en medio de la noche/ se pierde en la penumbra / con mi risa y mi llanto. / No puedo, soportar mi careta. / Ante el mundo estoy riendo/ pero dentro de mi pecho/ mi corazón sufriendo.»
Cuando la Procuraduría General de la República ponga en marcha la operación Tiburón parte 2 con el expediente relativo a las sobrevaluaciones del Ministerio de Obras públicas a cargo del infeliz payaso de la política dominicana, se detecten las distracciones bancarias a nombre de terceros y se ubiquen los blanqueos de fondos sucios provenientes del narco, las revelaciones de estas 3 estrofas de cuatro versos en dos canciones mexicanas, darán una explicación de la cara, guiñada de ojo y sonrisa engañosa del Ministro y candidato presidencial morado, el más corrupto en la historia republicana de esta península arrocera, bananera, platanera y cervecera.
Serán risas de alegría que, al propio Gonzalo Castillo, llenarán de mucho espanto.
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