POR J. ESTÉVEZ ARISTY / Desastre Cultural en el reinado de Carmen Heredia
POR J. ESTÉVEZ ARISTY
Nombrada Ministra de Cultura por una chepa circunstancial en el 2020, la gestión de Carmen Heredia fue un desastre de fuerza mayor que no deben rememorar. ni los memoriosos de la República ni los desmemoriados de las Antillas mayores.
Dicha gestión tan efímera, como un insecto dañino en medio de un gallinero hambriento, se caracterizó por la improvisación, el nepotismo, el amiguismo, la ambición familiar, la desconsideración al mérito literario y el derrumbe de todas las plataformas culturales provinciales dentro y fuera del PRM.
El corazón artístico nacional sangraba ante sus inflexibles espadas.
El primer desacierto de esta gestión sin un acierto digno de resaltar fue el irrespeto a la base cultural del partido de gobierno.
Los agentes culturales comprometidos políticamente con el Partido Revolucionario Moderno valieron menos que una mota en las manos de la perfumada Ministra.
Allí, en ese Ministerio de la incultura, de arriba abajo, no se respetaba militancia partidaria ni recomendaciones de los dirigentes provinciales.
Con la frialdad propia de una momia egipcia y con el corazón helado por la insensibilidad humana, la tal Carmen Heredia ignoraba recomendaciones de medio y alto nivel, con una indiferencia solo propia de quien se cómo una ballena, un tiburón y un manatí al mismo tiempo, sin tomar un vaso de agua, y no emite ni un simple eructo.
El segundo error consistió en cancelar a escritores meritorios por el hecho de no ser miembros del partido oficial.
El tercer desacierto lo fue no respaldar a la esposa del escritor Avelino Stanley y cancelarla como a una singular sin valía, cuando un amigo de la Ministra se pasó de raya con ella.
Y así cuatro, cinco y unos mil errores.
El daño cultural de Heredia al gobierno, grupos y personalidades culturales y al PRM, es largo y tendido.
La fuerza viva en materia cultural no solo quedó apalastrada, sino herida de muerte con una decepción evidente tatuada en su demacrada cara de enferma moribunda ante la gestión sabor a tayota de Heredia.
Nombrar a la Doña del rostro seco y de la sonrisa forzada, ha sido el mayor desacierto del presidente Luis Abinader Corona.
La hija de la Ministra, encopetada y soberbia, un maniquí fuera de su entorno de pasarela burguesa, esa misma que maltrataba hasta a Premios Nacionales de Literatura, se pasaba de la raya nombrando y descalificando personal competente como dueña y señora del ministerio de todos. Sus amigas cachanchanes sustituyeron al mérito cultural acrisolado.
El concurso literario beisbolero, acierto de Luis R. Santos y Rafael Lantigua, no fue reanimado nunca ni Heredia sabía de su existencia ni le importaba. Heredia no sabía del nombre de los escritores orientales vivos.
Se trataba solo de una ministra estacional, come cheques y requirente de dietas puntuales.
Cayó en picada el apoyo a las Ferias de libros provinciales y municipales, colapsó el apoyo a la publicación de libros, colapsaron las múltiples actividades literarias, pictóricas y escultóricas nacionales, las que nunca tuvieron apoyo de las Direcciones provinciales de cultura, constantemente sin un níquel en sus vacías arcas ni para comprar siquiera un paquete de servilletas de las baratas.
¿Nuevas iniciativas culturales dignas de resaltar en esta administración sin programa, solo regida por lo que coja el bon?
Ninguna, por lo visto, en la etapa de la España boba cultural dominicana, donde poetas se morían de hambre ante la indiferencia de aquel témpano de hielo de comida gourmet, cara excesivamente empolvada y finos vinos de Francia.
De un momento a otro, vino el desnudo del desastre cultural, el asombro de la prensa y la evidencia de actos corruptivos que eclipsaron el rostro del cambio administrativo pregonado por el PRM.
A ninguna edad pegan estos malos manejos de fondos públicos. Pero en la vejez, ello es una vergüenza nacional y un deterioro despreciable de la buena imagen proyectada por meritorias mujeres en funciones orgánicas ejemplares.
Su nombramiento, después de ser cancelada, como asesora cultural gubernamental, fue y es un agravio de doble sentido.
Aceptar esa degradación mueve a gritos de velatorios y a manos en la cabeza. Nombrarla en otro lado en vez de someterla a la justicia con todos sus vástagos, fue y es un error político de primer orden que se podría pagar muy caro y a muy corto tiempo.
¡El diablo!
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