POR J. ESTÉVEZ ARISTY / Temáticas localistas o universales en el relato corto
POR J. ESTÉVEZ ARISTY
Elegir una buena temática en el relato corto es similar a colocar el diamante justo en el triángulo o círculo de un costoso anillo de oro.
Sin embargo, hay que ser un joyero experto en el manejo del metal precioso y del diamante para lograr la argolla justa y la terminación perfecta.
El buen relator de textos cortos va de robo con una buena temática y con la destreza de tratar el tema de la mejor manera posible.
Sin embargo, hasta la temática que parece insulsa
puede, ante un buen relator de bocadillos gramaticales, adquirir preponderancia.
El buen observador e imaginador, domador de todas las partituras gramaticales, puede hacer de un lienzo en blanco una obra maestra.
y de una oración un relato trascendente.
Una pregunta salta a la vista: ¿Son los temas universales los más idóneos para el relato corto o muy por el contrario son los temas localistas?
Pese a que los temas universales parecen ser más preferidos para que el relato corto sea más abarcador e imperecedero, de lo que se trata es, en fin, del buen tratamiento que dé a esta temática el cuentista de lo breve.
Cabe acotar que el ser humano, pese a su ambiente y limitaciones geográficas, es común a cualquier otro ser humano.
Aquí, allá y acullá existe el amor, tema universal extraído como ejemplo, en todas sus desproporciones.
Ese sentimiento universal genera también pasión, nostalgia, separación, desilusión, olvido, fidelidad, infidelidad, defensa, cobardía, odio, resentimiento, felicidad y derrota, vuelos y caídas, luz y oscuridad.
Cuando un relator de textos cortos aborda estos temas desprendidos de aquel sentimiento globalista, o uno de ellos, está abordando, tal vez sin darse cuenta, un tema que es común a un habitante de las Antillas como a otro del continente asiático.
El ambiente, envase del cuento, puede variar, pero su contenido es el mismo.
Pero partiendo de su precariedad inherente, el texto corto puede disimular u obviar el ambiente, y tramar una historia que toque todas las latitudes sin definirse en ninguna.
Lo que va a lograr la trascendencia temática en un microrrelato, no es lo doméstico ni lo ecuménico, sino el tratamiento que le dé el relator a todo lo narrado.
Independientemente del tema, el relato de una, media o un cuarto de cuartilla debe procurar la memoria del lector y llenarlo de conjeturas para toda la vida.
Emocionar al lector es necesario, pero no definitivo. Hay relatos que emocionan a un lector y a otro no. Sin embargo, procuran y logran provocar en ambos la inquietud de lo sugerido, la especulación de lo inconcluso, las cavilaciones de su imaginario y la preponderancia de su contenido peculiar.
Es el sabor a cielo eterno de un minúsculo postre que no termina cuando lo ingerimos y hay que contar de sus sabores sugerentes para toda la vida.
Algo que parece trivial y cotidiano para cualquiera puede ser convertido por el relator en el breve espacio de un microrrelato en trascendente y ecuménico.
Es más, ninguna trama es rudimentaria ni descartable si el autor a desarrollarla tiene la destreza de pulirla, moldearla, barnizarla y convertirla en obra de arte muy distinta a su estadio primitivo.
Vuelvo a la creatividad y a su importancia en el relato breve. Aquella puede hacer un diamante de una piedra, una luna del foco encendido de una linterna, y una ciudad luminosa con la simple luz de una luciérnaga.
El tema no es el tema en los microrrelatos sino el mejor tratamiento que le dé un autor. El diestro en el oficio puede sacar de lo narrado lo perdurable y lo trascendente.
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