POR J. ESTÉVEZ ARISTY / El escritor del resumen
De izquierda a derecha el dramaturgo William Shakespeare, el libro Arena, de Jorge Luis Borges y Miguel Cervantes Saavedra, autor del Quijote.
POR J. ESTÉVEZ ARISTY
Precisar un contenido es el talento de un escritor muy diestro en el manejo de las composiciones gramaticales detalladas en frases, oraciones, estrofas o párrafos.
Narrar e incluso escribir poesías, exige la consagración de un escritor sensitivo, memorioso, minucioso y provisto del mejor instrumento para recrear la realidad observada a través de las palabras medidas, de las imágenes concisas y del texto más metódico.
Cuando el escritor logra detallar una amplitud con un puñado de palabras fieles, ha logrado la mayor presea como dominante del oficio de expresar lo vivido y lo observado de la manera más genial.
Un escriba que describe una ciudad con mil palabras nunca será igual que un escriba que hace lo mismo con cien palabras. Este último se haya montado en el sublime pedestal del lenguaje no rebuscado. El otro no, desde luego.
Al mejor escriba le basta una pecera para entender el mar, soñarlo y explicarlo en la singularidad de un puñado de peces y dentro de la dimensión de un buche de agua.
Sintetizar es pasear al lector por toda la vía Láctea en el espacio de un parpadeo y dentro de una burbuja que estalla en luz con vocación de claridad ecuménica.
«El respeto al derecho ajeno es la paz», es una máxima del mexicano Benito Juárez que ha alcanzado la mayor preponderancia histórica en los litorales latinos.
Poco o nada se conoce de este autor porque lo que resta sobra y a muy pocos les importa lo que sigue de él, pues en esta máxima breve se condensa un cosmos jurídico dimensional e intenso.
De continuo, este pensamiento ya universal es un ejemplo de orbe brillante que encierra una brevedad luminosa que resplandece en todo lo creado.
En esa frase de Juárez cabe la inspiración de los derechos humanos, de todas las constituciones democráticos, del sentido de la Organización de las Naciones Unidas, de la tolerancia religiosa y política, del heroísmo de nuestros prohombres, del contenido bíblico del libre albedrío y de la propia coexistencia del hijo de Dios que defendió a una mujer adúltera con la expresión «quien esté libre de pecado que lance la primera piedra». En estos ejemplos se aplica el respeto universal a las palabras y a las acciones ajenas.
Todo un legado de brevedad iluminadora y de infinita interpretación la encontramos en expresiones como «Por tus frutos te conoceréis», de Jesús, «La vida es sueño y los sueños son», de Calderón de la barca. «Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres», de Juan Pablo Duarte o «Hiere, quien puede», de José Martí.
El relato más extraordinario de Juan Bosch es «La mancha indeleble» y a duras penas llega a las tres páginas, con menos caracteres que los restantes cuentos que no superan su trama donde el libre pensamiento se sitúa por encima de los cadalsos políticos manipuladores.
«La noche bocarriba» es lo mejor de todo la fascinación de Julio Cortázar, en tanto que la colección de relatos breves contenidos en «El libro de arena», de Jorge Luis Borges, reflejan a última hora a un escritor ciego, maduro, matemático, preciso, restringido y deslumbrante.
La micro novela «Aura», de Carlos Fuentes es sintética y fascinante, lo mismo que «La infancia de un jefe», de Jean Paul Sartre y la novela «Café de artistas» del español Camilo José Cela.
La libertad de escribir largo y tendido no se escamotea ni se coarta. La libertad expresiva de cada escritor, tampoco. En medio de una sociedad de millares de alternativas la literatura ya no puede ser tan larga y tendida, aunque el escritor tenga la facultad de abrumar y torturar al lector con textos kilométricos y de hojas barrocas.
Pero de cara a estremecer al lector con textos puntuales y memorables, la literatura breve va en total ventaja y revela ante el lector al maestro supremo en el manejo del lenguaje.
Con razón Miguel de Cervantes Saavedra, abuelo y padre de la literatura castellana, autor de la obra cumbre El Quijote, expresó: «Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo».
Y con sobrada razón William Shakespeare, autor de gloriosas obras teatrales de textura universal sentenció que: «La brevedad es el alma del ingenio».
Mostramos un sentido cabal en un cuento breve sobre el dictador Rafael Leónidas Trujillo, el cual en escasas palabras resume todo el cruel accionar de aquel déspota del mismo diablo que ha generado una literatura abundando, en vida y muerte, de elogio y censura, la que definimos como Literatura sobre la Era Marcial dominicana.
Veamos como ejemplo el relato que sigue y de mi autoría, expresando el corazón sanguinario de un tirano opresor, torturador y asesino:
Trujillo:
–Me trae sus bolas…
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