POR MIGUEL ÁNGEL CID / La gestión cultural como base del desarrollo territorial
Por Miguel Ángel Cid Cid
Hay que apostar por la formulación de una política cultural que propicie el desarrollo del municipio como el espacio de gobierno en el territorio. Apostar para que esa política sea el instrumento de desarrollo de la nación en su conjunto.
Lo anterior quiere decir que hay que poner los huevos en diferentes canastas y luego reunirlos en una sola bandeja. El objetivo fundamental debería ser concentrar el calor para empollar la potencialidad de éxito de los proyectos de desarrollo local-nacional, basados en la cultura como elemento hegemónico.
Para avanzar en el proceso de gestión cultural los gobiernos locales deberían: primero, identificar las potencialidades culturales identitarias de sus municipios. Segundo, evaluar las posibilidades de explotación de los rasgos distintivos en favor de los municipios. Y tercero, ajustar las posibilidades de articular acciones que contribuyan a enriquecer una u otra manifestación. Se debe aprender de los errores y de los aciertos de los otros municipios.
Un requisito para crear un municipio, según la Ley 176-07, es que “tenga una identidad geográfica, social, económica y cultural”. Incluso dice que “…se realice un estudio de factibilidad por parte del Congreso Nacional o una de sus Cámaras”, antes de crear o modificar un municipio. Lo que la Ley propone es evaluar si el nuevo municipio es factible y eso incluye la concepción de una identidad propia. Una identidad como área de desarrollo territorial.
En ese orden, los urbanistas creen que toda comunidad posee su propia cultura. Igual piensan los sociólogos, los psicólogos sociales y los estudiosos de los fenómenos de la comunicación. Para transformar un municipio en un ente atractivo sería recomendable que las características culturales que lo diferencia de los otros sean visibles. Evaluar el potencial para explotar ésas diferencias para provecho propio y del país.
Resaltar las características de los municipios comienza por la elaboración de un inventario sobre las manifestaciones culturales de cada demarcación. Luego de un buen diagnóstico están creadas las condiciones para iniciar la formulación de los proyectos. Las propuestas deberían enfocarse, no solo en resaltar las cualidades de cada comunidad, sino definir la forma en que se insertarán en el mercado.
Pero resulta que existen características culturales compartidas por dos o más municipios cercanos. En estos casos se sugiere que los gobiernos de estos municipios valoren la viabilidad de conformar una mancomunidad de municipios para la gestión cultural. La mancomunidad es una figura establecida en la Ley 176-07.
Tomemos de ejemplo la cultura del tabaco, presente por igual en la trilogía local, Villa González-Tamboril-Santiago. Cada uno con sus matices. El primero lleva la producción agrícola del tabaco, el segundo se enfoca en industrializar la hoja aromática, mientras que el tercero se ocupa de comercializar el producto. Esta relación indica que sería un desacierto tratar a cada municipio por separado.
La planificación municipal, enfocada en la gestión cultural, podría ser la palanca que empuje el éxito del proceso de planeación. Si los programas se desarrollan en un ambiente de flexibilidad similar al que se produce en la dinámica cultural, los lauros serán ilimitados.
Que la Liga Municipal Dominicana incursione en la labor de gestión cultural municipal sería lo ideal. Se sabe que la institución fue creada con propósitos diferentes. Pero igual se entiende que el concepto de asesoría técnica puede extenderse al campo de la cultura sin que riña con sus objetivos de origen.
¿Para qué sirve la función de asesora técnica de los Ayuntamientos, que tiene la Liga, si no es para granizar mayor gobernabilidad local?
Cuando la institución edilicia fue creada la cultura no se veía como una necesidad en los municipios. Hoy la realidad es otra.
En suma, que los gobiernos locales acojan la gestión cultural enfocada en el desarrollo territorial, requiere de tres puntos básicos: primero, responsabilidad institucional. Segundo, asesoría puntual y especializada. Y tercero, tener la voluntad de coordinar con otras demarcaciones para compartir experiencias.
Pero desarrollar esos elementos requiere, por igual, de un programa de capacitación para tecnificar los recursos humanos de las localidades respectivas.
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