POR RAFAEL PERALTA ROMERO / El PLD ha cambiado, ¿verdad?

 

Horas después de que se anunciara -16 de agosto de 1978-  la designación del abogado Julio Ibarra Ríos como procurador fiscal del Distrito Nacional, brotó con iracundia  su expulsión  del PLD (Partido de la Liberación Dominicana). Lo había escogido  Antonio Guzmán, recién instalado como presidente de la República.

Guzmán fue elegido Presidente  en la boleta del Partido Revolucionario Dominicano, y el PLD,  entonces minúsculo,  no soportaba esa victoria. El 17 de agosto, cuando Ibarra Ríos llegó al Palacio de Justicia, una multitud, compuesta mayormente por abogados, lo recibió con inusitada algarabía para resarcirlo de la rabia peledeísta.

Poco más de un año después, el presidente Guzmán nombró al doctor Bienvenido Mejía y Mejía  como procurador general de la República. Este ilustre jurista, decano a la sazón de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Estado,  fue expulsado también del PLD, por aceptar la posición.

La iracundia  motivó  que  en 1987 el PLD echara de sus filas a un joven profesor  de la Universidad Autónoma de Santo Domingo porque en unas elecciones para escoger al rector de la alta academia votó por  un académico  que no era el candidato apoyado por esa agrupación política. El joven profesor sufragó por su padre.

Bajo esa misma atmósfera epocal,   el PLD depuso a uno de sus  miembros porque visitó en la cárcel a un hermano –de sangre- cuya prisión era consecuencia de la persecución desatada por el presidente Joaquín Balaguer contra el pasado presidente Salvador Jorge Blanco y sus colaboradores.  El detenido era Rafael Flores Estrella.

Los dirigentes del PLD  de la actualidad  han repetido, con malsana intención, que el PRM (Partido Revolucionario Moderno) es lo mismo que el desaparecido PRD. El PRM  ha ganado las recientes  elecciones y colocó a Luis Abinader en la Presidencia  de la República, pese al encono y manejos inescrupulosos del gobierno peledeísta.

Lo que no se entiende es que el PLD, henchido de poder y curtido  en  succionar beneficios del Estado, ahora  haya  cambiado su coraza para  asumir que el mandato otorgado por los electores al PRM y Abinader es también suyo. La rabia para vomitar  a dirigentes que colaboran con el “enemigo” ha amainado. Debería ser bueno, ¿verdad?

El espíritu de tolerancia del presidente Abinader contrasta con las  voraces acciones gubernamentales del PLD. Durante dieciséis años gobernaron para ellos, con exclusión y egoísmo. Ahora quieren  lo contrario.  Presumo que nadie seguirá la suerte del magistrado Ibarra Ríos ni los involucrados temen que eso pueda ocurrirle. Hemos cambiado, ¿verdad?

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