René del Risco Bérmúdez: Breve antología poética sobre la ciudad

Mucho se ha dicho acerca de René del Risco como el escritor a partir del cual la modernidad irrumpe de manera plena en la literatura dominicana. Ese lugar común ha tomado categoría de axioma y sin embargo es discutible. Una cosa es cierta y es el hecho que Del Risco inaugura una sensibilidad especial hacia la ciudad y hacia la condición del sujeto en esta. No es una circunstancia exclusiva de la literatura dominicana, sino que responde a una tradición surgida dentro de la modernidad, a partir de poetizar una ciudad cambiante y cuestionar la situación de alienación en que se encuentran sumidos los sujetos que la habitan.

San Pedro de Macorís, ciudad junto al mar –el mar que también tiene una presencia importante en la poesía de Del Risco–, será el tema de esta «Oda a Miramar» de 1964. En ella no se perciben imágenes de modernidad, se retrata una casi aldea desde uno de sus barrios de casas de colores, característica intrínseca de la conformación arquitectónica de los sectores populares. Dice el poeta: ( Por Marcos A. Blonda)

Oda a Miramar

Por tus casas
amarillas,
por tus casas
verdes,
por las piedras
enterradas
en tus calles,
por el polvo
de tus calles,
por tus solares
de perdida yerba
y alta yerba
por la noche
que te viene del mar
y por los aires delgados
que humedecen tus techos
yo canto
en tu llanto
y en tu risa primordial.

El viento frío

Debo saludar la tarde desde lo alto,
poner mis palabras del lado de la vida
y confundirme con los hombres
por calles en donde empieza a caer la noche.

Debo buscar la sonrisa de mis camaradas
y tocar en el hombro a una mujer
que lee revistas mordiendo un cigarrillo;
ya no es hora de contar sordas historias
episodios de irremediable llanto,
todo perdido, terminado.

Ahora estamos frente a otro tiempo
del que no podemos salir hacia atrás,
estamos frente a las voces y las risas,
alguien alza en sus brazos a un niño,
otros hay que destapan botellas
o buscan entretenidamente alguna dirección,
una calle, una casa pintada de verde
con balcones hacia el mar…

Debo buscar a los demás,
a la muchacha que cruza la ciudad
con extraños perfumes en los labios,
al hombre que hace vasijas de metal,
a los que van amargamente alegre a las fiestas.

Debo saludar a los camaradas indiferentes
y a los que viajan hacia otra parte del mundo,
porque todo ha cambiado de repente
y se ha extinguido la pequeña llama
que un instante nos azotó,
quemó las manos de alguien, el cabello,
la cabeza de alguien.

Ahora se acaban aquellas palabras,
se harán ceniza del corazón,
se quedarán para uno mismo…

Es hermoso ahora besar la espalda de la esposa,
la muchacha vistiéndose en un edificio cercano,
el viento frío que acerca su hocico suave
a las paredes,
que toca la nariz, que entra en nosotros
y sigue lentamente por la calle,
por toda la ciudad…

Si me preguntan

“Qué es usted? Si me preguntan

en un barrio: “¡Locutor!”

en un salón?: “¡Escritor!”

en un patio?: “¡Tamborero!”

en la iglesia soy santero

y en la calle…Yo, que soy?

 

Belicia, mi amiga… 

Belicia, mi amiga,
tú y yo debemos comprender
que estamos en el mundo nuevamente…
bajo los pájaros, junto a los vendedores,
entre alegres muchachas
con trajes adornados.
Estamos nuevamente en la ciudad,
en las provincias,
leyendo los periódicos,
seleccionando perfumes y corbatas,
gesticulando festivamente
como pequeño-burgueses…
Belicia, mi amiga,
tal vez debamos ya cambiar estas palabras.
Atrás quedaron las humaredas y zapatos vacíos,
y cabellos flotando tristemente…
Ya no son tan importantes los demás,
ni siquiera tú eres tan importante;
podemos marcharnos, separarnos,
y nadie lo reprochará por mucho tiempo,
ni siquiera tú, Belicia.
Estás nuevamente en la ciudad,
entre los parques y las cafeterías
y los grandes anuncios de los cinematógrafos.
El sol nace entre los árboles cada día,
y los hombres salen a la calle
con trajes y espejuelos,
otros lustran sus automóviles,
y tú, con una cinta perfumada
recoges tus cabellos encima de la nuca…
Todo es distinto a lo de ayer.
Ahora tú puedes enfadarte conmigo,
cantar simples canciones,
viajar a tu pueblo entre la brisa…
Y yo podré tranquilamente comprar un libro,
preferir tranquilamente estar en casa.
Pero no podremos otra vez
estar de manos sobre aquella ceniza,
ni nadie contestaría tus preguntas
acerca de la muerte en los tejados…
Porque hemos regresado, Belicia.
Ahora paseamos junto a los jardines
y discutimos de otras cosas,
y yo no admito tu dureza,
y tú descubres mi egoísmo
y en fin, Belicia, amiga mía,
ya lo demás no son tan importantes
y tú y yo debemos comprender
que estamos en el mundo nuevamente…

René del Risco Bermúdez (San Pedro de Macorís,  República Dominicana 1937 – 1972) Fue un poeta y cuentista. Considerado uno de los poetas y cuentistas más importantes de la República Dominicana, René del Risco sólo publicó en vida un libro, El viento frío.  Tras su muerte se publicó su primer libro de cuentos: En el barrio no hay banderas. Posteriormente se publicaría su poesía reunida y una novela inacabada.

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