Señor, Dios, protégenos del chofer de concho

Por Miguel Ángel Cid Cid

Conducir un vehículo en República Dominicana se ha convertido en una odisea. La hazaña de manejar se complica si lo haces en Santo Domingo y Santiago, habita natural de los carros de concho.  

Esta columna ha tratado el tema del transporte de pasajeros desde diferentes enfoques. Entre los artículos está en primer momento “El concho”, publicado en febrero 2016, luego salió “El tapón de Danilo”, en el mismo mes y año. En el primer caso el enfoque se centró en el carro utilizado para “conchar”. El segundo caso define las peripecias sufridas por pasajeros y choferes de conchos víctimas de las actividades políticas improvisadas y sin considerar las previsiones adecuadas.

Un tercer abordaje se produce años después,  para más señas junio 2018 sale “Lecciones para manejar”, la mirada aquí se enfiló en la experiencia de un conductor privado. El ensayo recrea anécdotas de un militar retirado chofer de un “ricachón” y los consejos de este para conducir con responsabilidad.

Conchar” acción y efecto de transportar pasajeros empacados como sardinas en las principales ciudades dominicanas.

Ahora quiero ver el chofer del carro de concho. Tratar de definir el comportamiento de este personaje frente a los pasajeros (sus clientes), cuál es su conducta hacia otras personas que transitan por las calles y carreteras.

Según el chofer, el carro de concho es un medio de transporte muy peculiar. El auto, en primer lugar, debe estar vuelto una chatarra. “No es rentable “conchar” con carros nuevos”.

¿Cómo percibe el chofer de concho el peatón? puede resultar interesante para comprender y tolerar su conducta.

Si usted anda de peatón y va a cruzar la calle nunca se le ocurra pensar tendrás tiempo para hacerlo porque el carro de concho viene lejos. Al contrario, póngase mosca, piense en mil precauciones pues el chofer de concho ni por asomo le cede el paso a un peatón. En la generalidad de los casos el chofer acelera el motor del vehículo para impedir que el de a pie cruce primero. A él ni le va ni le viene que el transeúnte sea un potenciar cliente o un discapacitado.

Un factor a tener siempre presente es que para el chofer de carro de concho “el que anda a pie es un perro”.

La vestimenta frecuente en el chofer de carro de concho consiste en un pantalón cortado sobre las rodillas. La camisa o franela suele estar desmangada y el pasajero no tiene que esforzarse para saber el tipo y marca de los pantaloncillos que lleva puesto el chofer.

Para secar el sudor de la cara y el cuello el chofer de concho suelen utilizar una toalla en miniatura. ¡Cuidado! Nunca se le ocurra limpiar sus manos con esa toalla pues está impregnada de gases contaminantes (smog) y sudores. La combinación química de smog-sudores resulta en un perfume particular del que el chofer está inmunizado.

Mientras el chofer va manejando pone el celular en la pierna izquierda o en el tablero del auto para responder los mensajes de WhatsApp. Si un pasajero reclama por su seguridad el chofer le dirá: “este teléfono es mío o usted se cree que es un taxi que está pagando”.

Tanto los medios de comunicación como la generalidad de la sociedad coinciden en definir como “padres de familia” a los choferes de carros de concho. Existen ciudadanos que ven como una desgracia que la ciudad donde viven carezca de él espécimen denominado chofer de concho.

Las ciudades del Gran Santo Domingo y Santiago de los Caballeros se cuentan entre las tienen “el privilegio” de tener el servicio de transporte en carros de concho. Para muchos la aparición del fenómeno del concho es un indicador de desarrollo.

En República Dominicana todo es posible. Parafraseando a Pedro Mir y Rafael P. Rodríguez, “Ay un país en el mundo / donde na es na y to es to”. Incluso un plan estratégico definió la cultura dominicana como “una cultura bullanguera”.

Que nadie se sorprenda si mañana la UNESCO declara el “concho” y el “chofer de concho” como patrimonio cultural intangible de la humanidad. “El concho es parte de nuestra cultura, es una costumbre”, afirman unos. Yo creo que la práctica del “concho” se constituye en una subcultura.

 

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