Huelga perdida, cambio de clases, alteran un día prometedor
Por Miguel Ángel Cid Cid
Los estudiantes de comunicación social de la universidad UTE, presentaron sus trabajos finales (de quinta) el 23 noviembre 2018. El siguiente viernes, iniciaría la asignatura “Periodismo Informativo”, hasta ahí todo normal. –El profesor Eustaquio impartirá la asignatura–, informó el Decano en un pasillo. “En lo que pestaña un pollo” estudiantes del cuarto año se presentaron al lugar y calentaron el ambiente.
La propagación de la noticia molestó a unos, a otros les pareció bien, los menos protestaron frente a Pascual, Decano de la carrera de Comunicación Social en la UTE.
— Es que no hay profesores libres para los viernes –, aseguró el Decano.
— Bueno, entonces yo retiraré la materia y la doy en otro momento –, respondió Marcela.
Entre tú me dices – yo te digo, el académico propuso los martes con Osvaldo Valenzuela que apareció al instante. Parece que solo esperaba que lo mencionaran. Los presentes se pusieron de acuerdo, “conseguir vía whatsApp y teléfono que los demás aprueben la decisión”. El Decano debía tener la información, más tardar, el lunes a media mañana.
Sábado y domingo, dos días de cruce constante de mensajes de textos y llamadas entre los estudiantes que querían concretar el acuerdo. A su pesar, nadie respondía y crecía la incertidumbre por la convocatoria a huelga de transporte para el martes.
¡Por fin! el lunes, rayando el medio día llegó la información del Decano vía e-mail “…las clases serán martes en la tarde-noche”, decía.
Martes 27, avanzada la mañana, a las 11:45 salí hacia la Ute, Santo Domingo a las clases de “Periodismo Informativo”. Un viaje rápido y placentero. En la parada del kilómetro 9 de la Autopista Duarte, luego que la mayoría se desmontó –por favor, déjame en la Núñez de Cáceres–, dije al chofer.
—Que rápido y tranquilo fue el viaje–, comenté en el trayecto del 9 a la Núñez de Cáceres. —¡Oh!, es que hoy hay huelga y no hay tapones–, exclamó el conductor.
—¡Coño!–, grité. —Verdad que hay huelga–, recalqué igual de sorprendido.
En menos de 2 horas de haber salido de Santiago, ya estaba por la Núñez de Cáceres en un carro de concho. –Déjame–, dije frente al Supermercado Bravo, me desmonté y entré al supermercado, almorcé un sándwich acompañado de un batido de fresas.
2:15 de la tarde, me subí a otro concho y me bajé próximo a la Av. Rómulo Betancourt. Parecía un día cualquiera, como si no hubiera huelga.
“Requete” raro, me pareció la cantidad de “motoconchistas” que había en la Av. Rómulo Betancourt. Hice caso omiso y me dispuse a esperar un carro de concho a un lado de la avenida. La espera duro media hora y nada.
En la acera del frente, un grupo de jóvenes en el “tetero e él sol” vociferaban, reían y aplaudían como autómatas al Big-Papi, David Ortiz, que estaba en Downtown Center. Al ladito, en la Casa San Pablo, otro grupo católico no tan joven rezaban con devoción. A ambos grupos, les daba igual si la huelga tenía éxito o era un fracaso.
2:55 de la tarde, ¿Por qué tantos “motoconchos” hoy?, Pregunté a uno de ellos.
— Es por la huelga, los carros de la Bolívar, Rómulo e Independencia no están “conchando” hoy –, respondió el motorista.
Aproveché y le pedí, —llévame allí–. Me monté en la cola y una señora que esperaba gritó –cóbrele mucho que ese hombre es gringo y rico–.
En cuestión de cuatro minutos yo estaba frente a la Ute. El motorista le hizo caso a la señora, me cobró 50 pesos por el trayecto de dos cuadras.
3:10 pm, saludé a Ángel, Luis y su esposa, entré a la universidad y a las 3:45 regresé al colmado a completar el ritual. Degusté dos cervezas y de nuevo en la Ute para el inicio de las clases.
9:00 de la noche, salgo de clase rumbo a la parada del 9, pretendía viajar en el turno de las 10:00 pm de AETRABÚS. Al llegar, recordé la canción de “la cama vacía”, así estaba la parada, vacía.
— Es por la huelga amigo, el último turno fue a las 9 de la noche, tiene que irse con el Guardia –, respondió el celador cuando le pregunté.
Me sorprenden las veces que olvidé la huelga en cuestión de horas. El carro del Guardia es Peugeot 307 azul, él cobra 600 pesos por persona, sale al completar seis pasajeros, muestra de que el viaje será contrario al de la mañana.
Salimos del 9 a las 9:53 pm, Nuestro articulista Miguel Ángel Cid, el de la foto, nos deleita con una crónica de desencuentros entre una huelga olvidada, clases con cervezas y la pérdida de un día prometedor, no se la pierda dando clic en la foto: https://wp.me/p4fAX4-2A1y yo. El Guardia cogió la cuerda con las mujeres haitianas que regateaban el precio del pasaje. Antes del peaje se detuvo y les pidió que salieran del carro. Ellas se resistían, el haitiano a mi lado las calmó a ellas mientras yo hice lo propio con el Guardia.
Avanzamos y de nuevo olvidé la huelga, si no es porque en Sabana del Puerto, Villa Altagracia estaban quemando gomas habría llegado a Santiago sin recordarlo. Gomas y escombros bloquearon la carretera, el Guardia pasó como un bólido por un trechito y por poco nos vamos al drenaje central de la autopista.
A partir de las gomas quemadas en Villa, el viaje fue de maravilla. A las 11:23 minutos de la noche llegamos a Santiago, el calambre andaba por todo mi cuerpo.
En la Ciudad Corazón, las calles lucían solitarias. Nadie me recordó que había huelga. En busca de un lugar seguro tuve que quedarme en la calle San Luis esquina Las Carreras. Caminé sin rumbo y me detuve en la Av. Juan Pablo Duarte, frente a la gasolinera Texaco y el parque Los Chachaces. A mi casa, llegué antes de la media noche, a las 11:45 para ser exacto.
Balance, una huelga de transporte perdida y el cambio de las clases de la universidad hicieron trampa y el pasado martes en vez de prometedor fue hostil.
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