Delincuentes arrancaron la vida y sueños a joven que se graduaría ayer de licenciado en derecho
La silla número 1,071 quedó vacía. Allí estaría sentado, al igual que sus compañeros, Santo Medina Montero hasta escuchar su nombre cuando llegara el turno de los graduandos del área de Derecho.
“Mi hijo menor, de 27 años. Él único de mis hijos que alcanzó este grado y me lo arrebataron”, decía desconsolado. “Aún no sé lo qué pasó con mi hijo. Nadie ha dicho nada ni se nos ha explicado qué sucedió. Este hecho está impune”, fueron las últimas palabras de Benito. El sufrimiento lo silenció.
El rector de la universidad, José Aybar Martín, lamentó el hecho durante la graduación y pidió a los presentes ponerse de pie en honor de su compañero, quien estaba listo para graduarse.
En otra graduación de marzo de este año de Unicaribe, el asiento 1,089 quedó vacío en la investidura en que Albert Ramírez recibiría su título universitario de licenciado en Educación mención Matemáticas y Física, con honores Cum Laude. Pero Ramírez murió en manos de delincuentes que lo despojaron de su teléfono celular.
Una de sus metas más anheladas y sueños por cumplir era graduarse de abogado. pero no fue así.
Medina Montero nunca escuchó su nombre, no recibió el título en sus manos, ni oyó que ya era profesional, pues no estaba en el lugar. Un mes antes unos supuestos delincuentes le arrebataron la vida de un disparo.
Durante la trigésima sexta graduación de la Universidad del Caribe, un minuto de silencio se realizó en nombre de este estudiante que sería investido ayer. Su esposa, hijo, padre y hermana estuvieron presentes para recibir el título que tenía impregnado el grado alcanzado: Licenciado en Derecho.
La inocencia que caracteriza a los niños se reflejaba en el hijo que quedó huérfano de padre. Wellington tiene apenas un año y seis meses. El pequeño aún no entiende lo que sucedió con su padre y lo que acontecía a su alrededor.
Aunque tiene en su camiseta la imagen de su padre y la palabra “Licenciado”; él sonríe, juega, baila y camina rítmicamente de un lugar a otro. Entre lágrimas y voz entrecortada, su esposa y padre lo describieron como una persona ejemplar, trabajadora y respetuosa con sus familiares y amigos.
“Me hubiese gustado verlo recibiendo su título. Me hubiese encantado que viera nuestras caras alegres y orgullosas”, expresó su esposa, quien reveló que había comenzado a estudiar por la motivación que él le daba.
Benito Medina, padre de Santo y de otros cinco hijos, se pasaba un pañuelo blanco por el rostro para secar las lágrimas que se producían en sus ojos, debido al dolor y depresión que hoy siente.
En el caso de Medina Montero, desconocidos a bordo de una motocicleta lo mataron el 18 de octubre mientras se desplazaba en otra motocicleta con otro amigo por la avenida Circunvalación en Santo Domingo.
Comments are closed here.