POESÍA VIVA: César Brandon: “No es poesía. Escribo historias” (Vea video)

Por Bruno Martín.

“Yo era ese chaval que en clase no prestaba atención. No era tonto, estaba creando historias”, dice César Brandon, el joven de Guinea Ecuatorial que en abril de este año fue proclamado ganador del concurso de Telecinco Got Talent gracias a su poesía. “Creaba las historias en mi cabeza y ahí morían”, recuerda. “Ojalá hubiese apuntado más historias en aquel momento”.

Brandon (Malabo, 1993) solo empezó a poner palabras sobre papel cuando llegó a España con 18 años para estudiar su grado en Educación Social. Ahora, con 25, un libro de poemas publicado  –Las almas de Brandon– y otro en camino –Toda la felicidad del universo–, no concibe una vida sin escribir. “No es poesía”, protesta. “Es narrativa con rima y a veces no tiene ni que tenerla. Escribo historias con un principio, una mitad y un fin”.

En Got Talent, Brandon contó tres historias, todas de amor: una entre el uno y el cero, otra entre la Tierra y la Luna, la tercera entre él y su madre. Sus textos —o sus almas— cuando no son confesiones autobiográficas, delatan preocupaciones por el estado del mundo. Sin embargo, Brandon declara no sentirse un autor activista. “Yo hablo de lo que yo soy como ser humano y de lo que me gustaría ser”, aclara.

En esta misión por mejorarse, el poeta ha identificado un defecto de carácter que asegura aflige a toda la sociedad: la apatía. “Le faltamos muchísimo al respeto a la vida. La indignación nace, crece y muere en ti. Todo da un poco igual. Con que tengas dos minutos de exposición en Twitter, ya vale; luego nos olvidamos. Nada importa ya tanto”.

Como buen millennial, Brandon está en una relación estable con las redes sociales y en otra con la precariedad laboral. Confiesa sentirse cohibido en sus cuentas de Twitter y de Instagram desde que ganó el concurso que le ha dado la fama. “Mi autocensura es brutal. Antes subía cada chorrada… Ahora hay que mantener cierta imagen. Me da pena sentir que no puedo hacer el gilipollas”, explica riendo

Y aunque las redes le dieron su primera exposición como poeta, no está del todo satisfecho. “Es algo feo”, dice, “sentirte muy, muy capacitado, pero no poder trabajar”. A pesar de estar gozando de un éxito inusual para un autor tan joven, él quiere un empleo paralelo a la escritura.

Brandon llegó a la universidad en España con varios amigos de la infancia que todavía conserva. Ninguno es independiente económicamente. “La documentación [el visado] como estudiante no te permite trabajar”, explica. ¿Volvería a Guinea? “Este es mi hogar”, asegura, “pero definitivamente volveré. Nunca dejas de querer tu tierra. Quiero volver porque hay muchas cosas que allí todavía no hay. Tal vez si arreglamos Guinea, podemos arreglar luego África”. En los siete años que lleva en España, solo ha estado de vuelta una vez, por el coste, pero ahora espera poder visitar más a menudo, sobre todo por ver a su madre, que trabaja en el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

En España, el autor afirma haber sido víctima de prejuicios por ser negro, pero desestima los incidentes con filosofía: “El rato de existencia que se me ha concedido no lo voy a malgastar en preocuparme por eso”, dice. “A mí lo que me molesta es el racismo institucional, que es un problema legal”. En erradicar ese mal mayor, habilitante de los demás, sí considera útil la inversión de esfuerzo y tiempo.

Este año Brandon se ha mudado de Ciudad Real a Valencia, donde vive en un piso compartido. También ha colaborado en una canción, Lluvia, con su excontrincante Joni Ramos, y está preparando un audiolibro de sus textos, ya que tras el concurso descubrió que el público quiere sus poemas recitados. “Estaba muy sorprendido: ¡a la gente le gusta mi voz!”, dice con una carcajada. “A día de hoy no he visto los programas [de Got Talent]. Me pasa igual que con los audios de WhatsApp; odio escuchar mi voz”, confiesa.

Llegó a la televisión para exponerse como artista. Ahora Brandon ha encontrado la validación externa que buscaba, y esta supera todas sus expectativas. “Perdona que hable despacio”, se disculpa. “Estoy pensando en cómo ha cambiado mi vida. A veces no caigo”.

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