Muere a los 96 años poeta cubana Carilda Oliver, autora del poema: «Me desordeno, amor, me desordeno»

LA HABANA. La reconocida poeta cubana Carilda Oliver Labra, Premio Nacional de Literatura en la isla, murió hoy en su natal Matanzas (oeste) a los 96 años, confirmaron medios oficiales del país caribeño.

La autora del célebre “Me desordeno amor, me desordeno” falleció este miércoles y sus restos ya fueron cremados, anunció la televisión estatal cubano en un breve reporte, que no especificó la causa de la muerte de la escritora, considerada una de las principales voces femeninas de la poesía en Cuba.

El hogar ancestral de Oliver (1922-2018) en la calzada Tirry 81, inmortalizado en uno de sus poemarios, servirá de capilla ardiente, donde quedarán expuestas esta tarde sus cenizas.

Hasta sus últimos días, Carilda Oliver se mantuvo activa y lúcida, sirviendo de anfitriona en las tertulias que organizaba en la antigua casona de su familia, donde fue filmada por última vez durante un homenaje del Gobierno local de Matanzas por su cumpleaños 96, el pasado 6 de julio.

Abogada de profesión, Oliver fue además profesora de pintura, dibujo y escultura, aunque nunca ocultó que su verdadera pasión era la poesía, en la que triunfó casi desde el principio de su prolífica carrera.

Recibió en 1998 el Premio Nacional de Literatura, el galardón más importante concedido a un literato en la isla.

Casada varias veces -su último esposo tenía 50 años menos que ella- y protagonista de numerosos romances, como ella misma relató en sus poemas, Oliver rompió con las convenciones y utilizó sus versos para defender el erotismo, la sensualidad, la feminidad y la libertad de escoger en una sociedad que prefería a una mujer encasillada en roles de madre o de luchadora.

Poema: Me desordeno, amor, me desordeno…

Me desordeno, amor, me desordeno

cuando voy en tu boca, demorada;

y casi sin por qué, casi por nada,

te toco con la punta de mi seno.

 

Te toco con la punta de mi seno

y con mi soledad desamparada;

y acaso sin estar enamorada;

me desordeno, amor, me desordeno.

 

Y mi suerte de fruta respetada

arde en tu mano lúbrica y turbada

como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,

cuando voy en tu boca, demorada,

me desordeno, amor, me desordeno.

 

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