Felo, el semental del Navarro: “…yo conocí una mujer que me desacató…y me entregué a la calle”

POR MIGUEL ÁNGEL CID CID

Contrario a la costumbre, llegué jueves por la tarde al Hotel Navarro, en Santo Domingo. Rumbo a la habitación, cruce el lobby, salude con discreción a Felo que estaba acompañado de una morena corpulenta y de ojos grandes igual que su cuerpo ñoño. La alegría del Fuerte, como también le llaman a Felo, se notaba a leguas, mucho más cuando respondió el saludo mientras saboreaba con picardía una cerveza servida en copa. Tal parece, que la morena lo imitaba.

Al rato, ya instalado en mi habitación salí a tomar un café y Felo seguía ahí, el éxito me fue negado al tratar de evitar la interrupción. Incluso, creo que él quería ser interrumpido así que se acercó con una sonrisa socarrona y me dijo en secreto, “Potente, ese es mi size, me gustan esas patanas”, refiriéndose a la mujer.

Felo el Fuerte, cuyo nombre de pila es Manuel del Jesús Rodríguez Félix, es oriundo del Barrio Arriba del municipio de Cabral, provincia Barahona. Felo tenía 13 años cuando recaló en la Capital, en los alrededores de Gazcue. Actualmente, su edad alcanza los 29 años y vive en los Mameyes, en Santo Domingo Este. Felo labora en el Hotel Navarro, cito en la avenida Independencia esquina Félix Lluberes, donde hace el turno de la noche hasta el amanecer. Un día, en medio de la noche, le pregunté qué otras cosas sabe hacer o ha hecho en la vida y respondió:

Vea Miguel, Potente, yo antes era serio pero mi primer trabajo aquí en la Capital, fue en el Night Club Baby Doll. En ese negocio yo conocí una mujer que me desacató y desde ese tiempo yo me entregué a la calle –, Felo ofreció la explicación como quien está complacido con lo sucedido.

Un viernes llegué de la universidad, guardé mis motetes y salí al restáurate del hotel, pedí un trago de Habana Club especial para degustar con un Cohiba. Felo sirvió el ron y le puso la “ñapa”, mientras, se le fueron los ojos mirando una gordita coquetona que cruzaba por el frente, y la “ñapa” se multiplicó.

La morena volteó como si la hubieran llamado por su nombre. Un rayo energético cruzó el perímetro del hotel desde la calle, atravesó fugaz por delante de mí y las dos miradas se encontraron frente a frente.

El tiempo pasó “en lo que pestaña un pollo”, un cliente entró al hotel y pidió una cerveza, los presentes buscamos con la mirada y Felo no estaba, se esfumo. Por más que llamamos Felo no respondió, así que  Vielka, esposa del encargado del Navarro despachó el cliente recién llegado.

Las miradas de los tortolitos se embrujaron una a la otra, el Fuerte, como un padrote con la hembra en celo salió a su encuentro sin cruzar palabras.  Ella, sin ser convidada todavía, siguió los pasos de Felo hacia el hotel el Duque de Wellington, justo al lado del Navarro.

Cuando Felo apareció, Vielka lo interrogó. —¿Dónde tú estaba Felo?–, preguntó. —Yo estaba en el baño, ahí al lado–, respondió Felo. —¿Y aquí no hay baño?–, preguntó Vielka otra vez. —Siii, pero es-eees-eeees es que estaba atareado y este estaba más cerca–, respondió Felo tartamudeando.

Se puso “gago”, viste Miguel que se puso “gago” –, insistía Vielka visiblemente emocionada.

El hechizo pasó como un zumbador al picar la flor, Felo pagó 350 pesos y una cerveza, la mujer, ya satisfecha se fue. ¡Así pasa una noche de besos y ternuras vendidas en la avenida Independencia de Santo Domingo!

Nadie sabe a ciencia cierta que hizo Felo en el tiempo que estuvo desaparecido, aunque todos lo imaginan. Lo cierto es, que él insiste en que estaba en el baño. Es su palabra contra la de muchos. Yo no hice más que felicitarlo y él sonrió socarronamente.

Son muchas las mujeres que merodean día y noche la ruta del Navarro, entre ellas corre la voz de que no hay una que se le salve a Felo, todas han sido “pasadas por las armas”.

El martes pasado le pregunté, ¿Felo, entonces tú has tenido relaciones sexuales con todas estas mujeres?

Potente, yo la he pasado por las armas a todas, no se a salvado ni una sola –, respondió seguro de sí.

Un amigo, al escuchar la historia exclamó —¡Ese es un semental!–.

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