Ni hablar de sexo oral ¿Por qué un tercio de las mujeres rechaza esta práctica sexual?
A veces creemos que todas las personas que están a nuestro alrededor llevan una vida parecida a la nuestra. O cuando menos, no muy diferente. Sin embargo, en la intimidad de nuestro dormitorio, cada uno da rienda suelta a sus preferencias sexuales, en las que no tenemos por qué coincidir lo más mínimo. Aún así no pude evitar sorprenderme de que aquel amigo, de la misma edad que yo, con una relación de pareja de casi dos años, me confesara que desde que está con su novia, jamás de los jamases ha practicado sexo oral en ninguna de sus posibilidades. Ni lo hace él, ni se lo hacen. Su novia ha expresado su incomodidad a la hora de practicarlo y se niega a ser ella la que reciba las prebendas.
A la pregunta de qué es lo que más te gusta hacer en la cama, el sexo oral siempre es una de las primeras. Sin embargo, Journal Sex of Medicine divulgó en el año 2017 un estudio en el que se reflejaba que el 30% de los hombres no practicaba ni recibía sexo oral. No se escandalicen, en otro estudio de The Canadian Journal of Human Sexuality se constató que solo un 28% de las mujeres entre 18 y 24 años encuestadas, reconocían disfrutar practicándolo y recibiéndolo, cifra que aumentaba considerablemente hasta situarse, en torno a los 40 años, en una práctica llevada a cabo por más del 80%. Mientras esas mujeres no supieron qué era y cómo era el buen sexo oral no lo contemplaban como una práctica deseada.
Sexo oral y tú
Ana Lombardía, psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas, conoce a estas mujeres. El rechazo a los genitales sucede en el aspecto más físico: no les gusta el sabor y/o el olor de los mismos. Ni los suyos ni los de su pareja. Los genitales, en sí, les parecen sucios. También consideran humillante practicar una felación por condicionar la imagen del acto a lo que vemos en el cine para adultos. Para otras mujeres, el problema radica en lo trabajoso que resulta hacer una buena felación, práctica que consideran que solo reporta placer a quien recibe el sexo oral, pero no a quien lo proporciona.
«La educación en general y la sexual en particular limita la práctica del sexo oral. Y tiene mucho que ver con cómo nos contaron la película y cómo empezamos a verla para que queramos repetir. No conozco a nadie que después de llevar a cabo lo que sea en la cama, si no ha salido medianamente bien, le queden ganas para repetir experiencia. Como con todo, con el sexo oral no queda otra que ir lentamente, con mucho amor y mucho cuidado. Normalmente, es una cuestión de género. Somos más las mujeres las que nos negamos a tener sexo oral en cualquiera de sus posibilidades, y por tanto las que determinamos hasta dónde llegará la intensidad de esa relación sexual», concluye la sexóloga.
Se aprende siempre que te enseñan. Si no, no hay manera. Encontrarte con una mujer o un hombre homosexual de 40 años que no practique una buena felación es también responsabilidad de todos los señores que pasaron por su cama y no les enseñaron nada. Un saludo a todas las personas que cuando se cruzaron en mis sábanas quisieron que yo aprendiera algo más de su sexo. Si lo hago tan bien, adivina por qué es. Si no te lo sé hacer, enséñame.
Carolina Armero, sexóloga, señala que a muchas mujeres no les gusta recibirlo por no haber solucionado antes la incomunicación con sus parejas. «Nosotras tardamos más en llegar al orgasmo que los hombres, pero muchas veces no somos capaces de hablar abiertamente con ellos de lo que nos gusta o cómo nos gusta lo que nos hacen. Por eso hay quien empieza a poner excusas y a dejar de lado una práctica que reporta mucho placer. Con esas mujeres hay que trabajar desde la raíz del problema, poco a poco y desmontándoles sutilmente todos los prejuicios que puedan tener. Convencerlas de que no es nada malo, enseñarles que el mal olor o sabor se suple con lubricantes de sabores y demostrarles con imágenes eróticas pero no pornográficas que las felaciones no traen implícito ningún sometimiento».
Los egipcios gustaban de exhibir sus genitales en público y consideraban la felación todo un arte. A partir del siglo XVII los artistas japoneses empiezan a usar referencias sexuales en muchas de sus obras de arte. En 1814, Katsushika Hokusai dibujó una de las xilografías eróticas más famosas: El sueño de la mujer del pescador. Sexo oral onírico e imaginativo: una mujer recibiendo las prebendas de dos pulpos, uno pequeño que besa sus pechos, otro gigante que le practica un cunnilingus. Ambas culturas disfrutaban de una educación sexual implícita.
¿Se imaginan si en vez de educarnos para santificar mártires nos hubiesen permitido imaginar todas las posibilidades sexuales habidas y por haber?
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