Nicaragua y “Adiós, muchachos” de Sergio Ramírez
Un libro de memorias nace con el defecto original de que se basa en percepciones, estados anímicos y otras actitudes síquicas de quien lo escribe, respecto de los hechos que cuenta y de las personas involucradas. Ese mal congénito podría expresarse con impulsos de euforia o con evocaciones y estados de melancolía, según que los sucesos narrados hayan provocado satisfacciones o frustraciones en el autor.
Los sucesos atípicos (conflictos bélicos, revueltas populares o desgracias de grandes proporciones), pueden motivar la elaboración de libros hasta a personas que no han mostrado destrezas en el arte de escribir, pero que a raíz de participar en determinadas hazañas han quedado con el pecho inflado de emoción y la mente repleta de ideas que pugnan por salir y adquirir la forma de libro.
En el caso de Adiós muchachos, de Sergio Ramírez Mercado, se trata de una obra que satisface la necesidad de conocer las interioridades de la Revolución sandinista que finiquitó la tiranía de los Somoza, en Nicaragua, y es al mismo tiempo un texto de estilo halagador, pese a las terribles realidades que relata.
Lleva como subtítulo “Una memoria de la revolución sandinista”. La primera edición, que ha sido la manejada para este comentario, apareció en septiembre de 1999, con el sello Aguilar. Tiene 293 páginas. Ramírez fue actor de primer orden en la organización de la lucha armada que culminó con la defenestración de la dictadura del último Somoza.
La dinastía había empezado en 1934 con Anastasio Somoza García, quien gobernaría hasta 1956 cuando sobre su pecho cayó el plomo justiciero. Somoza sufrió un atentado en la ciudad de León por un grupo dirigido por el poeta Rigoberto López Pérez, quien escribió aquella tarde su mejor poema.
Le sucedió Luis Somoza Debayle para continuar un régimen caracterizado por las desigualdades sociales y la intolerancia política. Gobernó hasta 1963, cuando entregó la presidencia al abogado René Shick Gutiérrez. Éste gobernó desde mayo de 1963 hasta agosto de 1966.
Otro títere somocista, Lorenzo Guerrero, fue elegido para terminar el período hasta mayo de 1967, cuando le entregó el poder a Anastasio Somoza Debayle. Para el menor de los Somoza, las cosas serían diferentes, pues en 1961 había sido fundado el Frente Sandinista de Liberación Nacional, organización política y militar que combatió la dictadura con sentimiento y acción.
Estos antecedentes resultarán útiles para entender la temática del libro de Ramírez. El FSLN, del que este destacado novelista fue parte, entró triunfalmente a Managua en 1979 y el pueblo los esperó jubiloso en las calles mientras el dictador y sus secuaces huían. La historia no termina aquí, pero sí el espacio.
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