Iglesia Católica y Trujillo y el tira y jala para nombrarlo “Benefactor de la Iglesia”
La solicitud del título de “Benefactor de la Iglesia” para Rafael L. Trujillo tuvo una historia tormentosa que se vivió en dos momentos. Un primero, a partir del 16 de marzo de 1960, que se trató en Raíces 05; y, en un segundo momento, otro que va desde el 16 de febrero de 1961 hasta el ajusticiamiento de Trujillo el 30 de mayo de 1961.
El episcopado, en uno y otro momento, se vio precisado a tomar posición, resistir, contemporizar, pero no conceder dicho título, y someterse a esperar el desenlace de los hechos.
Una segunda solicitud. De nuevo, Benefactor de la Iglesia
Después de la reconciliadora visita de los obispos a Trujillo al Palacio Nacional el 10 de enero de 1961, de la comprensiva carta de Balaguer y Trujillo a los obispos del día 13, y de la pacífica visita de Trujillo a Higüey el 14, el 19 de enero apareció en el periódico El Caribe una carta del presidente Balaguer y los miembros del gabinete dirigida a los obispos, invitándolos a dar su apoyo para otorgar a Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia. El titular del periódico decía: “Presidente y Gabinete Piden Obispos Apoyen Dar a Trujillo Título Benefactor Iglesia RD. Dicen Demostraría al Mundo Solidaridad Iglesia-Estado”.
La carta recoge las ideas subyacentes a la literatura política del momento. Parte de la “justiciera” iniciativa de Castillo de Aza. Menciona la obra de Trujillo en beneficio de la Iglesia: la personalidad jurídica, obras materiales y paz para alcanzar su florecimiento. Recuerda el memorándum del 10 de enero en el cual los obispos reconocieron a Trujillo los “beneficios, favores y mercedes” hechos a la Iglesia. Particular atención pone en la visita recién hecha a Higüey donde prometió una universidad católica y escuchó a Mons. Juan Félix Pepén proclamar que son tantos los beneficios recibidos por la Iglesia “que a los ministros del Señor solo les es retribuirlos impetrando para ese esclarecido Benefactor de la religión de nuestros mayores las gracias y la asistencia divinas”. (El discurso de Pepén fue reproducido en El Caribe el 15 de enero de 1961, 8, y no contiene la frase “Benefactor de la Religión”. Tampoco la trae.
Pepén en su libro Un garabato de Dios). Reitera la observación de los tiempos actuales en que el materialismo ateo amenaza destruir las bases en que descansa la Iglesia católica.
La carta añade un nuevo elemento: considera que la concesión de tal título en esos momentos tendría,
…el inestimable valor de ofrecer al mundo un testimonio de la indestructible solidaridad con que el pueblo dominicano, representado por sus dirigentes políticos y por la iglesia cuya doctrina profesan las mayorías nacionales, se enfrenta a la grave amenaza que gravita sobre el destino de la humanidad contemporánea.
E invita a “dar vuestro apoyo y a convertir en realidad” la propuesta de “otorgar” a Trujillo el título de BENEFACTOR DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA REPÚBLICA DOMINICANA. No menciona el Concordato.
El 20 de enero, los legisladores de las Cámaras de Diputados y Senadores se adhirieron a la petición. El 22, Trujillo compartió con los obispos y miembros del clero una cena buffet agasajo en el Palacio. El 23, el periódico El Caribe desplegó a cuatro páginas fotos de la cena.
Esta carta dio inicio a una nueva y última fase de la confrontación entre la Iglesia y Trujillo, más dramática y radical que la anteriormente descrita, correspondiente al pasado año de 1960. El intento de reconciliación del memorándum presentado el 10 de enero perdía fuerza y nuevos episodios tendrían lugar.
La primera iniciativa fue pedir a los obispos y miembros del clero una respuesta a la petición. Entrevistado, Mons. Octavio Beras vadeó el tema declarando que esa era decisión de todos los obispos que se reunirían en breve para tratarlo:
El juicio definitivo —dijo— era asunto de todos los obispos y por eso se daría a conocer al concluir la reunión. […] la protección y ayuda que el Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo ha dado a la Iglesia Católica es conocida de todos y que en distintos momentos ha sabido ponderarlas.
El periódico El Caribe consultó a una buena cantidad de sacerdotes. Casi todos reconocían los servicios de Trujillo a la Iglesia, pero la mayoría remitía su opinión a la decisión de los obispos, y un grupo reducido —por lo general, los vinculados a las capellanías militares— afirmaba estar de acuerdo.
De los sacerdotes que aprobaron la concesión del título, el más representativo fue Oscar Robles Toledano. Robles era dominicano, sacerdote del clero secular, ordenado en 1935, de formación romana, en particular, en derecho canónico. Estaba vinculado al Régimen por el ejercicio de cargos como diputado, vicerrector en la universidad y diplomático en las Naciones
Unidas. Fue asesor eclesiástico del Poder Ejecutivo desde el 13 de junio de 1960 hasta el 23 de enero de 1961.
En carta a Balaguer, publicada el 2 de febrero, Robles Toledano respaldaba la concesión del título. Con prosa galana y erudita, que podía tener una doble interpretación: reconocía los méritos de Trujillo en bien del país y de la Iglesia; consideraba que la petición estaba bien motivada; que la jerarquía no podría escapar a la ponderación de los motivos dados, y que ellos, puestos por el Espíritu Santo para regir la Iglesia, “han de expresar a la luz de sus conciencias y de la posteridad justiciera su iluminada y ecuánime decisión. Su voz será la mía. Su parecer mi juicio”. En las actuales condiciones —decía—, lo razonable y deseable era fomentar la colaboración entre la Iglesia y el Estado, cosa que redundaría en el bien y tranquilidad de la colectividad a cuyo servicio están la sociedad civil y religiosa. Esta carta dio pie a muchos sacerdotes para articular una respuesta sibilina en que se aceptaba la propuesta, pero se supeditaba la concesión a una autoridad superior.
La Iglesia se descalifica
La respuesta de los obispos llegó pronta y de manera formal. En carta a Balaguer y gabinete, firmada el 6 de febrero, exponían:
…nuestro ánimo no puede menos que estar reconocido hacia el Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina por los beneficios, favores y mercedes que directa o indirectamente ha recibido la Iglesia Católica en nuestro a país. … Por esto la gratitud Nuestra, del clero y del pueblo es bien conocida. […] Es precisamente ahora, en el asunto que Nos recomendáis, cuando no podemos menos de reconocer el límite de Nuestro poder, ya que sobrepasa el límite de Nuestras atribuciones no solo conceder, sino aun apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede a sí reservada la promoción y concesión de tales títulos.
No se sabe cuándo llegó la carta a Palacio, pero El Caribe la publicó el 23 de febrero con el eufemístico titular de “Obispado Nacional Contesta Carta en Torno a Iniciativa del Presidente y del Gabinete. Reiteran Gratitud del Clero al Máximo Líder Dominicano”
Un militantismo anticlerical
A continuación comenzó un intenso militantismo de actos, mítines y cartas de apoyo a la iniciativa de Benefactor de la Iglesia que envolvería a amplios sectores del país —clero y civiles— que iría creciendo, recrudeciéndose y durando hasta el fin del Régimen. Se repetían actos públicos de repudio a la Iglesia, en particular contra los obispos Panal y Reilly; se le señalaban vicios, se les calificaba de extranjeros, borrachines, terroristas y se les amenazaba con expulsarlos. Se trató de denunciar el Concordato. Lo más irritante fue que Radio Caribe tocó música popular el Viernes Santo, 31 de marzo de 1961, cosa insólita en una época en que en su gran mayoría la población guardaba recogimiento, la radio tocaba música sacra y se oía el Sermón de las Siete Palabras.
Ante las dificultades presentes, comenzaron a aparecer en la prensa soluciones intermedias, algunas curiosas. El 18 de febrero, el agrimensor Quirilio Vilorio Sánchez propuso que fuese el Congreso que le otorgase el título. El 22, El Caribe publicó una carta —carta curiosa— que dijo escribió el padre Felipe Sanabia a Castillo de Aza el 12 de mayo de 1955 en el periódico La Nación, para que se otorgase el título mediante una ley y se acuñase una medalla de la Virgen de la Altagracia, pendiente de un collar, con la inscripción “Gratitud de la Iglesia a su Benefactor”. También el 22, Manuel de Jesús Estrada Medina, gobernador de la provincia Libertador —hoy Dajabón— propuso a Rafael Paíno Pichardo que todos los ayuntamientos del país, mediante resolución, otorgasen el título.
El 24, el personal de Radio Caribe escribió a Trujillo pidiéndole no aceptar ese título, ya que su brillante trayectoria no debía ser manchada con ese falso galardón. No debe recibir ese título de “una secta como la católica sino por todas las religiones”. Y mucho menos de manos de los obispos que solo han sabido recibir favores, manos sucias de la traición a la patria, autores intelectuales y físicos del Movimiento 14 de Junio, “patrocinado por los purpurados indignos que soporta este país, que todo se lo debe a Ud”. El 27, el doctor Marcio Tulio Jiménez, en artículo titulado “Benefactor de la Iglesia”, considera que Trujillo, en cuanto Benefactor de la Patria, lo es de “todo cuanto existe en nuestra Patria”, incluida la Iglesia.
Fragmento del trabajo publicado en Listín Diario de la autoria del sacerdote: Antonio Lluberes, SJ
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