Abel, el Plan Estratégico de Santiago, el arte y la cultura de la Ciudad Corazón

Abel, el Plan Estratégico

Por Miguel Ángel Cid Cid  

La actividad artístico-cultural siempre ha sido instrumento que revoluciona los pueblos, por lo regular se presta para promover protestas de variedad infinita. A su pesar, siempre los gobiernos, por reaccionarios que sean, han permitido ciertas libertades a las actividades culturales. Esta no parece ser la  aptitud del peledeista todo poderoso, Abel Martínez Durán, alcalde de la Ciudad Corazón.

En la Hidalga de los Caballeros, las barbaridades de las autoridades marchan al ritmo de los atabales. La pasada semana escribí sobre el corte de energía a las canchas de los clubes deportivos de la Ciudad Corazón. El alcalde Abel Martínez dejó en penumbras las canchas deportivas de los barrios populares de Santiago. Hoy, les cuento como Martínez Durán ahora la emprendió contra el sector del arte y la cultura.

El Plan Estratégico de Santiago se gastó un dineral al formular la “Agenda de Cultura para el Desarrollo de Santiago”, y se hacen los sordos ante los atropellos de Abel Martínez a la cultura. ¡Qué dilema! Según el PES, Abel como alcalde de la ciudad es uno de los principales compromisarios de la propuesta “cultural” de los “empresarios”.

En efecto, el sábado 11 del presente mes de noviembre inició el tradicional Festival Folklórico de Santiago. El programa de la velada arrancó en el Parque Duarte, ubicado entre la Catedral Santiago Apóstol, la gobernación provincial y el palacio Consistorial.

Las primeras funciones, marcaban el repique de los tambores cuando fue interrumpida de manera violenta por una brigada de los llamados “policías” municipales, al servicio de Abel Martínez Durán. Los uniformados irrumpieron en la actividad armados hasta los dientes y sometieron al orden de manera indiscriminada a los organizadores del certamen folklórico.

Del atropello grotesco no se escapó nadie. El público asistente, sin salir del asombro observaba impotente como los verdugos obligaban a los artistas y gestores culturales a desistir de la actividad lúdica. Ante la presión de los gorilas de Abel, los artistas se vieron precisados a salir del escenario. Al público presente, no le tocó más que quedarse con “el rabo entre las piernas”. Mientras esto acontecía, los “policías” de Abel vociferaban:

El líder, Abel Martínez no acepta fiestas en los parques y menos frente al palacio Consistorial –, exclamaban fuera de si los susodichos.

¿Y el Plan Estratégico de Santiago qué hará ahora con la auto-afamada Agenda Cultural para el Desarrollo?

La interrogante queda en el aire, de manera que cada quien de la respuesta según sus intereses.

Se recuerda que en el mismo Parque Duarte fue retirado violentamente un pastor evangélico. En Santiago está prohibido rezar, decreto del alcalde Abel Atahualpa Martínez Durán. En la ocasión, el PES externó su apoyo a la acción violenta y calificó de ilegal y perturbadora la predica en la plaza pública.

El arte es tan libre como sea posible. De ahí, que en la mayoría de los países, las plazas públicas sirven de escenario a diferentes expresiones artísticas, sin la necesidad de pedir permiso para ello. Incluso, muchos restaurantes se valen de actores de teatro y de la pantomima para promocionar sus ofertas gastronómicas. Los artistas realizan su trabajo en plena calle. Nunca he visto que la policía de esos países actúe con violencia contra esta práctica artístico-comercial.

La cultura es una actividad abarcadora del universo de aconteceres en una localidad cualquiera, corresponde a las autoridades conducir esa híper dinámica social. Por tanto la cultura debe ser siempre un eje principalísimo en la planificación de la ciudad y de la propia gestión de gobierno. Este eje tiene que ser enfocado en la trilogía Administración-Entidades-Personas, de no ser así, el riesgo de “meter la pata” es grande, muy grande.

¿Seguirá Abel Martínez los pasos de Monchy Fadul?”, la pregunta la hice en uno de mis artículos hace más de un año. La acción del sábado 11 de noviembre, deja ver con amargura que Abel no quiere seguir los buenos ejemplos, aunque vengan de su propio partido.

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