Fuera de orden: la desesperación agobia a la Policía Nacional
El atropello a veteranos de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas que participaban recientemente en una parada cívica es leve expresión de lo que pasa, sobre todo en la Policía, en lo relacionado con salud y seguridad social. El desmantelamiento del ISSPOL (Instituto de Seguridad Social) podría ser muestra suficiente. Pero hay más.
Hay evidencias de que en la institución encargada de velar por el orden público no todo anda bien en las condiciones laborales y de subsistencia de sus miembros activos y pensionados. Los reclamos, incluso de agentes en servicio, significan un ejemplo elocuente de la desesperación que los agobia. Los planes de salud han desaparecido.
A la actual dirección de la Policía le ha tocado el triste papel de hacerse recordar sobre el paso del tiempo como la negadora de logros y derechos adquiridos por esos servidores públicos. La decisión de interrumpir estas políticas viene de más arriba, pero los ejecutivos policiales parecen complacerse en la ejecución.
A la disolución del ISSPOL le acompañan el cierre de las unidades de atención primaria y la desaparición de la ARS policial. El hospital de la Policía ha dejado de serlo. Recibe pacientes afiliados a seguros privados y sirve de centro de aprendizaje a los estudiantes de medicina del Intec, una universidad privada.
En lo que se llamó Plaza de la Seguridad Social de la Policía laboraban alrededor de dos mil personas, en su mayoría pertenecientes a la institución. Ahora no hay lugar para ellos y temen ser enviados a bregar en las calles, pese a no tener experiencias en conflictos callejeros. ¿Qué puedo hacer?, preguntaba una agente que graduada en administración.
Donde funcionara el ISSPOL, desmantelado por orden del presidente Medina, fue instalada una cooperativa que nació con la cabeza torcida, pues su directiva fue designada por el Poder Ejecutivo, en vez de los socios. En el espacio donde estuvo la ARS fue colocada la oficina de Asuntos Internos de la PN, un órgano puramente administrativo para investigar inconductas de los agentes.
El general Juan Tomás Taveras, vocero de los pensionados, ha dicho que la policía dominicana es la peor pagada de América. Apunta que un policía haitiano gana 550 dólares mientras un dominicano apenas percibe 130, “y si se lleva a cabo el aumento de tres mil pesos llegarían a 180 dólares y eso sigue siendo una miseria y un sueldo cebolla”.
Las marchas, paradas cívicas, comunicados y cartas al presidente Danilo Medina por parte de oficiales y alistados retirados y sus familiares demuestran que no todo está bien en la forma de dirigir la PN. Así no se lograrán las transformaciones que se aspira para la institución del orden, que por ese camino seguirá fuera del orden.
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