“Si ríe el emperador” de Coral Bracho
Me toca hoy ofrecer mis comentarios sobre Si el emperador ríe, obra de Coral Bracho. Una de las voces centrales de la actual poesía mexicana. Me siento con la premura de unas cuantas líneas que me permita mi humilde lectura ante una obra poética de sólida y lúdica construcción.
Bracho nació en Ciudad México en 1951. Entre sus libros de poema se cuentan Peces de piel fugaces. El ser que va a morir, Bajo el destello líquido, Tierra de entraña ardiente (en colaboración con la pintora Irma Palacios), Jardín del mar (poesía para niños con ilustraciones de Gerardo Suzan), La voluntad del ámbar, Ese espacio, ese jardín, Cuarto de hotel y otras colecciones de poemas que han sido traducidos.
En 1981 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por El ser que va a morir y en 2003 El premio Xavier Villaurrutia. Fue becada de la Fundación John Simon Guggenheim y pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Si ríe el emperador es un poemario con tres poemas iníciales para luego separarse en varias secciones con números romanos. La parte II es dedicada al emperador como fábula de una realidad que acontece en el orden de la política, o referencial a ese mundo que consiste en balbucear y barullo sobre una realidad que nunca llega a cambiar, mejor, empeora. Propio del caos, de aquello que no tiene asidero en la realidad que se vive. Nos muestra la sociedad como un reino, donde lo desconcertante adquiere relieve con un lenguaje de lúcidas proporciones veamos:
“Si ríe el emperador
Cae un filo que corta
Y divide el reino.
Una mitad se hunde. Otra
Es el dorado salón.
Otro poema que me deslumbró fue Manifestantes queman un autobús en Oaxaca. La poetisa nos da una descripción de cómo el autobús se va quemando mientras nos deja una sensación de que el objeto es un animal que muere. Esta mirada penetra en una esencia no prevista:
“Un aullido descarnado, apremiante, de fiera herida; de alucinada, pulsante furia”.
A la vez que desconcertante, muestra el aspecto humano en el objeto o la metáfora del viviente que se transfiere al objeto: “a las sombras, al humo_ / como un aviso; / una plegaria.” Una contemplación transfigurada. No es una contemplación ante una realidad, sino desde el lenguaje, reflexiva, audaz y punzante. Producto de una lírica que fusiona elementos de los diferentes reinos (animal, vegetal y mineral).
Otro aspecto que seduce es la presencia de la luz, su juego, antinomia, la sombra o la oscuridad, pero siempre predominando la luz.
En el poema Turbulenta su fluida calma nos dice:
Su abierto sol, como un acorde que se enreda, que se
Desteje
En un oscuro jardín:
Lazos que alumbran
Y desatan, brillo que anudan y despejan en sombras
Su urdida llama, cifrada, vertido en cause. Toca.
(Pág.9)
Texto que me trae a la mente a Octavio Paz en Himno entre Ruina. Exaltación de la luz, como en Góngora. Una contemplación que enriquece la mirada al verter una esencia inadvertida en un tiempo donde el caos seduce como una sierpe encantada. En este poemario no hay desperdicio. Lamento no adentrarme más por el espacio de que dispongo.
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