La impunidad o la otra violencia

Miguel Angel Cid

Por Miguel Ángel Cid Cid

Las imitaciones son odiosas, sean estas positivas o negativas, con todo y lo infame, siempre serán preferibles las primeras. Es frecuente, decir que los dominicanos solo copian lo malo de otras culturas, con la intención malsana de justificar en otros, nuestras debilidades. La ola de violencia, en República Dominicana, es desproporcional. Incluso, ya se escuchan “voces autorizadas” que la tipifican como la mexicanización del país.

El pasado domingo, en Don Pedro, comunidad rural de la provincia de Santiago, murió un joven de 28 años y otras cinco personas resultaron heridas. El hecho se produjo, frente a la Disco Terraza Ely, cuando una caterva de delincuentes atacó a tiros un grupo de jóvenes que salían del lugar.

La cosa no se queda ahí, dos días después del sangriento hecho en Don Pedro, el luto se extendió al este del país y al periodismo nacional. En San Pedro de Macorís, dos desconocidos irrumpieron los estudios de la emisora 103.5 FM, y mataron a tiros los locutores en plena transmisión. Los periodistas ultimados son  Luis Manuel Medina y Leonidas Martínez, este último, director de la emisora. Además, está herida Dayana García, secretara de la planta transmisora. El programa matutino “Milenio Caliente”, se transmitía en vivo en Facebook, razón por la que el hecho quedó registrado en las redes sociales.

Como si nada pasara, Luego de cometido el crimen, los asesinos abandonaron la emisora. De inmediato, la policía aseguró que daría con el paradero de los criminales. Y no se equivocó la comandancia, días después los pistoleros fueron acorralados y se informó que uno de ellos se suicidó. Los criminales de Don Pedro, por su parte, se pasean entre la gente infundiendo el terror.

 

La otra violencia

En otro tenor, el fogón arde cuando los gobernantes hablan de control de la delincuencia y la consecuente secuela de violencia. El enojo es colectivo, y es que el ciudadano de a pié se siente burlado al ver la ostentación de cualquier “funcionarito” que raya en lo ridículo. La copa se rebosa, cuando la gente mira hacia atrás y observa que unos años antes, el pomposo era un muerto de hambre.

De su lado, la generalidad de la población conoce lo que pasó con los Tucanos. Los relojes y el Colibrí de Pepe Goico, la estafa de la Sun Land, el caso Lava-jato, en Brasil, entre muchos, siguen vivos en la memoria colectiva de los dominicanos.

La mención especial la ganó el caso de estafa descomunal de la empresa constructora brasileña, ODEBRECHT, descubierta recientemente. Y es que este hecho resulta tan evidente, que la misma empresa decidió devolver al Estado dominicano 184 millones de dólares como compensación de lo robado. A su pesar, nadie está en la cárcel aun, ni siquiera Ángel Rondón, quien ha confesado que recibió los 92 millones de dólares de la Odebrecht. Lo raro de todo, es que en Panamá, Perú, Colombia y el propio Brasil los poderos apresados por los mismos hechos delictivos, se cuentan por docenas.

La actitud de la iglesia católica es predecible, el Arzobispo Francisco Ozoria, pidió a las autoridades civiles y militares, detener la delincuencia ya. Con ello pretenden lavarse las manos, igual que Pilato en tiempos de Jesucristo.

Los acontecimientos, indican que las estructuras sociales que producen desigualdad, se ven reproducidas a través de individuos que se sienten impotentes. Es lo que en sociología se conoce como la «reproducción social».

Cabe entonces, la vieja pregunta de la sociología ¿Determinan las estructuras sociales el comportamiento de un individuo o lo hace la acción humana?

Quizás, las respuestas pueden arrojar luz para encontrar soluciones al flagelo que se les fue de las manos a las autoridades.

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